Café Versailles, el "barómetro" del exilio cubano que registró la apertura hacia la isla

Cuando Cuba y Estados Unidos hicieron lo inimaginable y anunciaron un acercamiento tras medio siglo de enemistad, los periodistas corrieron al Café Versailles, ícono del exilio cubano en Miami, para filmar las esperadas multitudinarias manifestaciones.

Pero ese 17 de diciembre de 2014 la escena fue casi tan increíble como la nueva amistad entre los hasta entonces acérrimos adversarios: los manifestantes se contaban con los dedos de las manos y eran triplicados en número por los reporteros, algo impensable en esta ciudad que hasta hace unos años se remecía ante cualquier suceso en la isla.

Y esa imagen se ha repetido en el local y en todos los rincones de Miami durante el proceso de acercamiento, sellado esta semana con la visita del presidente Barack Obama a Cuba: la ciudad donde vive más de la mitad de la diáspora de dos millones de cubanos en Estados Unidos ha permanecido en una calma casi total.

El cambio se palpa en el Versailles, un restaurante en plena Calle Ocho de la Pequeña Habana, el tradicional barrio cubano en Miami, que desde su fundación en 1971 se convirtió en lugar de encuentro de los exiliados y hasta se rumorea que ahí se fraguó más de una fracasada conspiración contra Fidel Castro, dice a la AFP Jorge Zamanillo.

"Café Versailles es como un barómetro que mide la actividad política en el sur de Florida. Sabes que algo está ocurriendo porque pasas y ves gente. Pero con los nuevos cambios que han ocurrido, el barómetro ha bajado", dice el director del museo HistoryMiami.

"La temperatura no aumenta, no ves la misma actividad, y eso refleja los cambios políticos, las nuevas generaciones, gente que está más abierta a los cambios que están ocurriendo", afirma Zamanillo, hijo de padres cubanos nacido en Estados Unidos.

Hace 15 años, durante el pulso legal por el "niño balsero" Elián González, en definitiva devuelto a su padre en Cuba, el Versailles "era el lugar caliente del pueblo, ahí era donde se formaba todo", recuerda Pedro Freyre, un abogado de origen cubano que viajó a Cuba con la comitiva del presidente Obama.

Esos tiempos quedaron en el retrovisor. El Versailles "ya no es la silla caliente, ya de verdad se ha convertido en un cliché, no refleja la realidad", dice Freyre. "El momento de la ira pasó".

El abogado se refiere al cambio demográfico de la comunidad cubano-estadounidense, constatado en encuestas que muestran ahora a una mayoría a favor del acercamiento: a medida que menguan las primeras generaciones de exiliados, más radicales, van en aumento los inmigrantes llegados en los últimos años, propensos al entendimiento.

Hay "una nueva generación de cubano-americanos. Ya sean los nacidos aquí, hijos nuestros, de los que vinimos los primeros años del exilio, como las personas que están llegando más recientemente de Cuba, que sin duda no son parte de esa historia del exilio de los años 60, 70 y 80", dice José Azel, experto de la Universidad de Miami.

Propiedad de la familia Valls que se exilió de Cuba tras la Revolución castrista, el Versailles es un popular y turístico restaurante, conocido sobre todo por su "ventanita" a la calle, donde las personas se toman de pie un café cubano mientras discuten los acontecimientos políticos o deportivos de la isla o de Estados Unidos.

El local "sigue siendo el medidor del pulso de la comunidad" y parada obligada de los políticos que cortejan el voto cubano, se jacta el restaurante en su página de internet.

Una mañana reciente, se podían observar grupos de personas, sobre todo mayores, tanto en la ventanita como en los alrededores, conversando vivamente café en mano.

Los asiduos notan la transformación.

"Las nuevas generaciones van cambiando en sus ideas. Ya las ideas retrógradas y recalcitrantes han cambiado", dice Richard Illa, de 72 años, quien viene varias veces a la semana al Versailles desde que llegó a Estados Unidos hace 37 años.

Pero aunque se haya diluido el fervor, el Versailles sigue siendo un lugar para tomar un café con una croqueta o un pastelito y ponerse al día de los acontecimientos de Cuba.

"Cuando éramos muchachos nos reuníamos en las esquinas a jugar pelota en Cuba, pero ya estamos grandecitos para jugar béisbol", dice Carlos Bautista, jubilado de 75 años que llegó en 1960 a Estados Unidos. Ahora, "aquí nos reunimos los cubanos a hablar de la política cubana y de la política de los Estados Unidos, esa es la importancia que tiene, pasamos el rato, nos entretenemos y hacemos el día", agrega.

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