Muere Gabriel Amorth, el exorcista vaticano que tocaba "las pelotas" a los demonios

  • La vida de Gabriel Amorth, exorcista vaticano fallecido este viernes, está salpicada de anécdotas sobrecogedoras, pero no exentas de humor.

    El sacerdote, que durante su vida practicó miles de exorcismos, lamentaba la falta de fe que se encontró entre obispos y curas acerca de su labor. 

El famoso exorcista Gabriel Amorth murió este viernes 16 de septiembre de 2016 a los 91 años de edad.
El famoso exorcista Gabriel Amorth murió este viernes 16 de septiembre de 2016 a los 91 años de edad.
AFP

“Me estás tocando las pelotas”. Estas fueron las palabras que, según Gabriel Amorth, veterano exorcista vaticano nacido en Módena en 1925 y fallecido en Roma este viernes, le espetó una mujer a la que  llevaba meses tratando de liberar de varios demonios.

Después de innumerables sesiones en casa de la poseída, a la que el sacerdote había llegado a instancias del marido, nadie se sorprendió del grado de obscenidad de las palabras que empleó la mujer… o del ser que tenía dentro.

El exorcista estaba curtido en mil batallas demoníacas y se tomó el comentario con humor. “No sabía que los demonios tenían pelotas”. A lo que la supuesta poseída respondió: “¡Es una forma de hablar, imbécil!”.

Llevaba meses porfiando en este caso. Había visto a la mujer reptar por toda la habitación, como una serpiente, recitar el "Infierno" de Dante, cantar La Marsellesa, hablar en lenguas muertas, vomitar pelos, clavos y excrementos, gritar, gemir y, sobre todo, insultar a Dios, a los santos, a las cosas sagradas y, cómo no, al mismo cura.

En sus muchos momentos de trance, la mujer había hablado en nombre Vanessa, una universitaria fallecida en un accidente tras participar en una misa negra; de Michelle, una cabaretera del Moulin Rouge muerta a los 39 años por sobredosis de drogas; de Belcebú, un marroquí que se suicidó atormentado tras decapitar a tres misioneros en 1872; de Jordan, un escocés que asesinó a su madre; y de un demonio llamado Zago. Éste último, según decía, el responsable de la posesión.

Cuenta Amorth en su libro “Memorias de un exorcista” que este tal Zago desistió de atormentar a la mujer entre la fiesta de la Inmaculada y Navidad. Al salir de los sucesivos trances, la mujer volvía a adquirir su personalidad habitual. No recordaba nada. Si acaso, se encontraba algo cansada, pero no sabía por qué. Comenzó a rezar, a asistir a Misa y a asistir a procesiones. “Es demasiado para mí”, fue lo último que ese tal Zago transmitió por boca de la mujer al padre Amorth.Poca fe en la misma Iglesia

Sorprende que este testimonio del exorcista vaticano, uno entre miles que vivió y que ha desgranado en diversos libros, contraste con la  falta de fe y de apoyos que ha encontrado en el interior de la misma Iglesia Católica. “Sigue habiendo muchos obispos y curas que no nos creen”, decía.

Pero no así el pueblo, que cada vez solicitaba con más frecuencia sus servicios. “Trabajo siete días a la semana, mañana y tarde, incluso en Navidad y Semana Santa”, contaba. Esto explica que asegurara haber realizado, en 30 años de labor, unas 70.000 sesiones de exorcismo, muchas de ellas sobre un mismo caso que requería su intervención una y otra vez, como el descrito anteriormente.Misteriosamente, el día que Amorth se disponía a acudir a la cita, sintió un dolor extremo en los riñones, y al acercarse al hospital, le detectaron unos cálculos renales.

Esta sobrecarga de trabajo se explicaba, según el sacerdote, por la falta de interés dentro de la misma Iglesia -”en muchos seminarios ya no se habla del tema”- y por la falta de sensibilidad de muchos párrocos que no sabían atender a los casos que les llegaban. “El propio clero considera a los exorcistas unos exaltados”, protestaba.

El párroco de una mujer supuestamente trastornada pidió ayuda a Amorth después de detectar ciertos síntomas de posesión en ella. Cabe resaltar que cuando el párroco le comunicó a la mujer que había llamado a un sacerdote amigo que la iba a ayudar, ella contestó misteriosamente que tal cosa no ocurriría, porque ese amigo “se iba a encontrar mal”. Misteriosamente, el día que Amorth se disponía a acudir a la cita, sintió un dolor extremo en los riñones. Tuvo que suspender su visita, tal y como la mujer “trastornada” había predicho, y al acercarse al hospital, le detectaron unos cálculos renales.

Cuando finalmente pudo llegar a su casa semanas más tarde, colocó dos vasos en sobre una mesa, uno lleno de agua corriente y otro de agua bendita. Ell bebió el primero sin mayor problema. Tras probar el segundo vaso, la mujer demudó el rostro. Con un timbre de voz grave y fuerte, “como si un hombre hablase desde su interior”, le dijo: “¡Te crees muy listo, cura! Al contrario que otros casos, esta mujer sólo requirió de una sesión para quedar liberada.Le llamaban de todos los países

Amorth fundó la Asociación de Exorcistas, que primero fue italiana pero que después, visto el número de casos que le pedían atender desde el extranjero, devino en internacional. “Me escriben desde muchos países lamentándose de la ausencia total de exorcistas: de Alemania, Austria, Suiza, España, Portugal, por citar solo algunos”.

Muchos fieles le escribían porque, desesperados, querían trasladarse a Roma para someterse a un exorcismo. Los últimos papas han querido solventar estos problemas y han instado a las diócesis a que nombren al menos un cura exorcista para atender a los fieles que lo soliciten.

Ya Pablo VI, en 1972, pronunció un discurso dedicado al demonio donde recordó que quien niegue la existencia de este espíritu maligno está fuera de la doctrina de la Iglesia.

Sigue @martinalgarra//

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