ALGUNAS SERPIENTES COMEN SALAMANDRAS VENENOSAS GRACIAS A 100 MILLONES DE AÑOS DE EVOLUCIÓN GENÉTICA

Cinco especies de serpientes, entre ellas la culebra rayada, pueden agradecer a sus ancestros la capacidad de devorar una salamandra venenosa y no morir en el intento gracias a una resistencia muscular y nérvea adquirida durante al menos 100 años de evolución genética.
Un equipo de investigadores de Virginia Tech y de la Universidad de Nebraska (Estados Unidos) ha llegado a esta conclusión al secuenciar tres genes de los canales de sodio de 82 especies (78 serpientes, dos lagartos, un ave y una tortuga) y cartografiar sus cambios evolutivos hasta que aparecieron en ellas la resistencia a las toxinas.
Los científicos, que publicarán su estudio el próximo 20 de junio en la revista ‘Current Biology’, hallaron que algunos grupos de serpientes se han vuelto más resistentes a la toxina gracias a sus nervios y sus músculos, que se desarrollaron con el tiempo como “bloques de construcción”, donde un cambio evolutivo en un gen puede dar cambios en otro, con lo que pueden afrontar el entumecimiento y la parálisis típica provocada por la toxina.
La resistencia muscular da a esas serpientes una mejor protección contra la toxina de la salamandra de piel rugosa, pero hay un problema: sólo puede desarrollarse en especies que ya tienen nervios resistentes. Los investigadores encontraron que los ancestros de culebras rayadas obtuvieron esa capacidad nérvea hace casi 40 millones de años.
“Las culebras rayadas y las salamandras están encerrados en una carrera evolutiva de armas donde las salamandras se vuelven más tóxicas y las serpientes más resistentes”, afirma Joel McGlothlin, del Centro de Cambio Global de Virginia Tech.
McGlothlin añade que, “sin embargo, sin la ventaja proporcionada por esos nervios resistentes, las serpientes no habrían sido capaces de soportar la toxina suficiente”.
El siguiente paso es ver si este patrón es un fenómeno general en otras especies. Unas pocas especies de aves también pueden comer tritones y sobrevivir. McGlothlin y su equipo recientemente recibió una beca de la Fundación Nacional de Ciencia para probar si algunos pájaros han adquirido la resistencia de la misma manera como las serpientes.

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