Afganistán, la guerra que puso en peligro y salvó el futuro de la OTAN

  • La intervención de la OTAN en Afganistán ha sido la más ambiciosa y exigente de su historia, una operación que llegó a poner en cuestión a la propia Alianza y que hoy por hoy se ve como modelo para su futuro pese a las enormes dudas sobre su resultado final.

Mario Villar

Bruselas, 30 sep.- La intervención de la OTAN en Afganistán ha sido la más ambiciosa y exigente de su historia, una operación que llegó a poner en cuestión a la propia Alianza y que hoy por hoy se ve como modelo para su futuro pese a las enormes dudas sobre su resultado final.

El conflicto afgano, diez años después de la intervención liderada por Estados Unidos, ha servido para comprobar las capacidades y los límites de una organización que buscaba su identidad tras el fin de la Guerra Fría.

Afganistán es, no sólo la primera operación aliada fuera de Europa, sino con mucha diferencia la más grande y compleja en todos los sentidos.

Para el director del centro de estudios Carnegie Europa, Jan Techau, independientemente de su éxito o fracaso, la misión afgana ha servido para definir el papel de la OTAN para el hoy y el mañana, como ya prueba su actual misión en Libia.

"Será una herramienta para conducir intervenciones, para multilateralizar conflictos, algo indispensable", según asegura Techau a Efe.

Sin embargo, esto no siempre fue así. Alrededor del año 2008, muchos temían que Afganistán podía dar la puntilla a la OTAN, golpeada por las diferencias entre algunos de sus miembros.

Lo llegaron a advertir entonces abiertamente Estados Unidos y el Reino Unido, los dos países con más soldados y con las zonas más complejas a su cargo, dolidos por el que consideraban insuficiente compromiso de otras potencias como Francia y Alemania.

"Hace dos años Afganistán se veía como un fracaso que podía arrastrar a la OTAN", recuerda Techau.

La Alianza comenzó su trabajo en Afganistán en 2003 haciéndose cargo de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), inicialmente con 5.000 soldados y en una zona reducida que se fue expandiendo de forma paulatina a todo el territorio afgano.

Tras la nueva orientación dada en los últimos años, hoy tiene en Afganistán más de 130.000 efectivos de 49 países, con abrumadora mayoría estadounidense, pero con un papel muy relevante de otras naciones.

Se trata, seguramente, de la primera coalición militar realmente global, con presencia de todos los socios de la OTAN, pero también de países que van de Nueva Zelanda a Mongolia, de Armenia a Corea del Sur.

El coste en vidas ha sido enorme, con más de 2.700 militares muertos desde 2001, y las dudas sobre si el trabajo de tantos años logrará el objetivo de estabilizar Afganistán persisten.

La OTAN comenzó en julio de este año a transferir la responsabilidad de la seguridad a las fuerzas afganas en siete provincias, después de una exitosa ofensiva para acabar con los santuarios talibanes en el sur y este del país.

Ese comienzo de la transición es el punto de partida de un proceso que debe culminar a finales de 2014 con Kabul controlando todo el territorio y, consecuentemente, permitir la retirada de la OTAN.

Sin embargo, los ataques de la resistencia talibán no dejan de incrementarse, sobre todo contra la población civil, y han hecho que la violencia en el país haya aumentado respecto a años anteriores.

Incluso el cuartel general de la aliados, en la ultraprotegida "zona verde" de Kabul ha sido objetivo en las últimas semanas de los atentados de la insurgencia, que ven en la anunciada retirada progresiva de las fuerzas internacionales la oportunidad de recuperar el control del país ante el temor de gran parte de la población y el riesgo de una guerra civil.

"Los resultados sobre el terreno serán clave. Si logramos mantener el éxito en el campo de batalla (...), convenceremos a los afganos" de que podrán salir adelante, explica a Efe un alto mando aliado bajo condición de anonimato.

Según esta fuente, la preocupación principal de la OTAN no son los "ataques espectaculares" de los últimos meses, sino mantener el control sobre todo el territorio y seguir formando al ejército y la policía de Afganistán para que puedan tomar el relevo en el futuro.

Con dudas aún sobre cómo y cuándo dejará el país, la OTAN cree que sale reforzada de Afganistán y con capacidad demostrada para "hacerse cargo de la operación más complicada del mundo, mantener su unidad, cohesión y fuerza a lo largo de años", añade.

"Creo que cuando esta misión esté completada, la Alianza emergerá más fuerte, más efectiva y más unida que nunca", resumía el pasado año el secretario general, Anders Fogh Rasmussen, en un discurso.

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