Amianto: la letal exportación de Canadá

  • Pese a estar casi prohibido en Canadá, el país no quiere declarar al asbesto crisotilo sustancia tóxica. Cada vez que la ONU propone controlar la sustancia tóxica, el Gobierno canadiense frena el proceso. ¿Lo que es malo para Canadá es bueno para el resto del mundo?
Sandro Contenta y Jason Overdorf, Toronto (Canadá) | GlobalPost

Lo normal es que una visita del primer ministro canadiense Stephen Harper a una ciudad poco conocida cerca de Quebec pasara desapercibida. Pero su reciente viaje a Thetford Mines fue interpretada por muchos como un gesto desafiante hacia la comunidad internacional.

Thetford Mines, a unos 200 kilómetros al noreste de Montreal, ha estado extrayendo amianto, un mineral cancerígeno, durante más de un siglo. El Gobierno conservador de Harper se aseguró la semana pasada de que la ciudad podrá seguir exportándolo libremente.

El día de la visita de Harper, Canadá bloqueó el intento de incluir el asbesto crisotilo (amianto) como sustancia peligrosa en un tratado de la ONU llamado ‘Convención de Rotterdam’. La visita a Thetford Mines del primer ministro fue una especie de celebración solidaria entre montones de restos grises del mineral.

En la conferencia de la ONU en Ginebra, en donde se requiere consenso para declarar una sustancia peligrosa, Canadá fue la única nación desarrollada que se opuso a incluir el amianto en el tratado. Su posición fue respaldada por Ucrania, Vietnam, Kazajistán y Kirguistán (un tipo de apoyo internacional del que no se suele alardear).

La inclusión del asbesto en la lista no significaría la prohibición de su exportación. Simplemente obligaría a los exportadores a advertir a los países compradores de los peligros que supone el mineral para la salud. Pero incluso esto resulta inaceptable para el Gobierno canadiense, que por tercera vez bloqueó la iniciativa.

La Organización Mundial de la Salud ha advertido que “al menos 90.000 personas mueren cada año por cáncer de pulmón, mesotelioma y asbestosis relacionados con la exposición al amianto en el trabajo”. La Asociación Médica Canadiense ha solicitado al Gobierno que se paralice este tipo de producción minera.

Canadá es el quinto mayor productor del mundo de asbesto crisotilo, exportando mineral por más de 60 millones de euros al año. Casi todo se envía a países en desarrollo, entre ellos la India (su principal comprador), Pakistán y Sri Lanka. En torno a 500 personas trabajan en las únicas dos empresas que extraen amianto en Canadá, ambas en la provincia francófona de Quebec.

El amianto es un material resistente al fuego que se suele usar en la construcción mezclado con cemento. En la India se utiliza muy amenudo para hacer tejados (en Ginebra la delegación india presionó para incluirlo en la convención, al igual que hicieron la UE y EEUU).

La posición del Gobierno de Canadá en este aspecto es considerada por algunos como enormemente hipócrita. El Ejecutivo, dicen, está gastando millones de euros para quitar el asbesto de los edificios públicos canadienses, incluidas escuelas y la sede del Parlamento. Incluso en la residencia oficial del primer ministro en Ottawa se está eliminando el amianto. Si Harper no cree que sea seguro para su familia vivir entre ese mineral, ¿por qué se opone a advertir a las familias en los países en desarrollo sobre su peligrosidad?

La mayor parte de los países en vías de desarrollo han dejado de utilizar el asbesto. La UE lo prohibió hace más de una década y en Canadá su uso está tan controlado que prácticamente está prohibido.

En la provincia de Ontario, por ejemplo, el amianto es considerado tan peligroso que por ley el máximo de exposición permitido es de una fibra del tamaño de una mota de polvo por cada 10 centímetros cúbicos de aire. Su uso, por lo tanto, exige tener unos equipos sofisticados de medición y ventilación para proteger a los trabajadores. Las posibilidades de que los trabajadores en los países en desarrollo puedan tener acceso a esos equipos son remotas, aseguran quienes critican la posición canadiense.

De hecho, hace más o menos un año la cadena de televisión CBC mostró unas imágenes impactantes de trabajadores en la India manipulando asbesto crisotilo sin trajes de protección y con la ropa visiblemente cubierta de fibras del mineral. La única protección que tenían para no inhalar las fibras cancerígenas eran unos pañuelos atados alrededor de la boca.

“El asbesto es el mayor asesino industrial que se haya conocido jamás. Muere más gente por culpa del asbesto que por la suma del resto factores, y sin embargo Canadá sigue siendo uno de sus mayores productores exportadores y productores”, denunciaba el diputado Pat Martin (Nuevo Partido Democrático) durante un debate parlamentario.

“Sin exagerar, estamos exportando miseria humana a escala monumental, y sin embargo estamos tomando medidas para asegurarnos de que no tengan que advertir a sus clientes, los países en desarrollo a los que les estamos mandando cientos de miles de toneladas de asbesto”, añadió. “Nuestra postura es moral y éticamente condenable. ¿No se están dando cuenta de la mala fama que le están dando a nuestro país?”

El ministro de Industria, Christian Paradis, que es de Thetford Mines, le contestó de forma monótona, leyendo la postura oficial del Gobierno cada vez que la oposición se dirigía a él. “Durante más de 30 años el Ejecutivo canadiense ha defendido el uso seguro y controlado del amianto”, dijo. Según el ministro, “eso se puede hacer en un entorno controlado, que es lo que han demostrado recientes estudios científicos”.

Quienes critican esta postura del país norteamericano aseguran que se están poniendo vidas en riesgo con una postura indefendible: lo que no es bueno para Canadá es bueno para los demás. Un argumento que deja estupefactos a sus aliados occidentales.

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