Angela Merkel, de la sombra a "líder del mundo libre"

Angela Merkel, austera hija de un pastor luterano educada tras la Cortina de Hierro, accedió en 2005 contra todo pronóstico al poder en Alemania, donde aspira a un cuarto mandato como canciller.

¿Quién habría apostado en 2005, tras su ajustada victoria contra el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, que esta poco carismática dirigente conservadora sería elegida "mujer más poderosa del mundo" durante seis años consecutivos por la revista Forbes?

Merkel supo imponer su estilo atípico, que mezcla un gran conocimiento de las relaciones de poder, con un enorme pragmatismo --que suscita críticas sobre su supuesta falta de convicciones--, y una retórica muy sobria.

Los dirigentes que coincidieron con ella en la escena internacional, George W. Bush, Tony Blair, Jacques Chirac o Silvio Berlusconi ya no están en el poder, pero, a sus 62 años, ella sigue dirigiendo Alemania.

"Madre Angela", como la apodó la prensa alemana en referencia a la Madre Teresa de Calcuta, no tiene rivales en su país, aunque su popularidad cayó en los últimos tiempos tras la acogida de un millón de refugiados en territorio alemán.

Su decisión y su voluntad de defender esta política a pesar de las críticas sorprendieron a muchos. Antes, Merkel, nacida Angela Dorothea Kasner, había mostrado sobre todo una propensión a jamás contradecir la opinión pública.

Con sus manos cruzadas sobre el vientre, su poco interés por la moda o su falta de elocuencia, durante mucho tiempo la canciller dio la impresión de estar fuera de lugar.

Su padre se trasladó con toda su familia de Alemania Occidental a la República Democrática Alemana (RDA) para contribuir a la evangelización del Estado comunista, donde Angela Merkel tuvo una infancia austera.

En la actualidad, vive en un piso sin florituras en el centro de Berlín y sus pocas pasiones conocidas son la ópera y las excursiones por el Tirol con su segundo esposo, un científico alérgico a la vida pública, Joachim Sauer.

Se la puede ver con frecuencia en un supermercado barato de Berlín, comprando queso y vino blanco.

Su apariencia corriente y su sentido común han sido unos de los principales motivos del éxito de Merkel con su electorado.

En el ámbito político, entre su acceso al poder el 22 de noviembre de 2005 y la crisis de los refugiados, su estilo se definió sobre todo por su pragmatismo, que algunos de sus detractores califican de oportunismo.

Tiene tendencia "a esperar siempre mucho tiempo antes de pronunciar una opinión decisiva", explica a la AFP el politólogo Tilman Mayer, de la universidad de Bonn.

El sociólogo Ulrich Beck inventó el concepto de "Merkiavelo", juego de palabras construido con el nombre del pensador italiano Maquiavelo, para describir su forma de actuar: ora expectante, ora implacable.

Esta alumna aventajada disfrutaba de las matemáticas y el ruso en la escuela, y años después obtuvo un doctorado en Física. Esperó a la caída del Muro de Berlín, a finales de 1989, para entrar en política, primero como portavoz del último gobierno de la RDA y luego como miembro de la conservadora Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Helmut Kohl.

Es el entonces canciller, el "coloso", quien le da sus primeras responsabilidades ministeriales. En aquella época, Kohl la llama con un tono paternalista "la chiquilla".

Pero en el año 2000, aprovechando un escándalo financiero en el seno de su partido, elimina a su padre político y a todos sus rivales masculinos para alcanzar la presidencia de la CDU. Todos habían subestimado a esta mujer.

Cinco años después, es la primera mujer canciller en Alemania.

La placidez de la dirigente, que conservó el apellido de su primer marido, tan sólo es una apariencia. Se ha impuesto rápidamente en la escena internacional, y muchos la consideran ahora como un baluarte frente a los autoritarismos turco o ruso, la tentación aislacionista de Estados Unidos tras la victoria de Donald Trump y la crisis pos-Brexit en la Unión Europea.

La canciller puede ser sin embargo inflexible en temas como la deuda de Grecia, resucitando en Europa los viejos tópicos sobre el autoritarismo alemán.

Su firmeza gusta mucho en Alemania, hasta el punto de que sus seguidores no dudan en llamarla "Mutti" (mamá en alemán).

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