Un cambio radical aprobado sin consenso

El aprendizaje por competencias: la revolución (finlandesa) en la educación

Se asemeja a todas las reformas anteriores, porque ha sido aprobada sin consenso. Pero la Ley Celaá traerá consigo un cambio radical en la manera de enseñar y aprender en la escuela española.

Efe
El aprendizaje por competencias: la revolución (finlandesa) en la educación
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LOECE, LODE, LOGSE, LOPEG, LOCE, LOE, LOMCE... y LOMLOE. Ésta última, la llamada ‘ley Celaá’, aprobada en diciembre de 2020, podría ser una más de las ocho leyes educativas que los sucesivos gobiernos de la democracia han aprobado en los últimos 40 años en España. En cierto modo se asemeja a todas las anteriores, porque ha sido aprobada sin consenso. Ni de la oposición ni de la comunidad educativa. Pero la LOMLOE, aparte de otras consideraciones, trae consigo una revolución: la escuela española pasará de la evaluación y el aprendizaje memorístico al aprendizaje por competencias. Del qué al cómo. Del saber qué es al saber hacer.

Los alumnos españoles de la enseñanza obligatoria (infantil, primaria y secundaria) a partir del curso 2022-2023 no deberán de saberse al pie de la letra, por ejemplo, la crítica de la razón pura de Kant, sino saber defender una idea en un debate. También importará menos que el Ebro, con sus 930 kilómetros de longitud, nazca en Reinosa, en la cordillera Cantábrica, y desemboque en Tortosa en el mar Mediterráneo, que cómo solucionar las recurrentes inundaciones que produce el río cada año por sus grandes avenidas en las riberas de Navarra y Aragón. Es el método finlandés, adoptado hace unos años también con éxito por Portugal, y que ahora pretende introducir España a su realidad educativa.

Una realidad educativa que son diecisiete pues las competencias están en manos de las Comunidades Autónomas, aunque el Gobierno central se reserva la labor de coordinación y de dictar las normas generales. Y una realidad que habla de 10 millones de alumnos, de Infantil a la Universidad; un gasto total educativo público de 53.052,7 millones de euros en 2019 según el Ministerio de Educación, el 4,26% del PIB. En términos absolutos, la cifra más alta de inversión desde el año 2009, pero muy lejos del peso relativo de la educación sobre el PIB que había entonces, que era del 5,04%, y que en la última década no ha hecho más que bajar año a año de forma mantenida.

Sobre las diecisiete ‘realidades’ educativas que existen en España, un grupo de más de 80 docentes en activo elabora la parte correspondiente al Gobierno central de este nuevo currículo por competencias -el 50% en las comunidades sin lengua propia y el 40% en las que sí lo tienen-, que pretende el Ministerio que esté listo en junio, el de Primaria, y julio, el de Secundaria, para poder ser promulgados en otoño y entrar en vigor, en los primeros cursos de cada ciclo, en septiembre de 2022.

La ‘revolución’ que plantea el Ministerio de Educación contará para su implementación -eso ‘vende’ el Ejecutivo Sánchez- con la ayuda de los fondos europeos y será una de las prioridades del Plan de Recuperación, Transformación y Resilencia, con una financiación, solo para Educación, de más de 4.500 millones de euros procedentes de los fondos europeos. 1.900 millones para la modernización de la Formación Profesional, 1.496 millones en digitalización y 1.118 millones a prevenir el abandono escolar temprano y mejorar los resultados educativos.

El ‘método finlandés’ nos “homologará con los estándares educativos europeos”, según ha prometido la ministra Isabel Celaá, y plantea también dejar atrás la división por asignaturas y sustituirla por el aprendizaje de ciertas competencias para resolver problemas de la vida real. Un currículo que en vez de filosofía, historia, matemáticas... Propondrá ocho competencias básicas: lingüística, plurilingüe, matemática y STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), digital, aprender a aprender, ciudadana, emprendedora y cultura.

Bien es cierto que en algunos centros españoles ya se está dando este cambio que ahora será ‘radical’ y vendrá impuesto desde arriba. A.E.M, una joven de 14 años que estudia segundo de la ESO en un colegio concertado del centro de Madrid, tiene que hacer un trabajo de Geografía e Historia -"que supondrá la mayor parte de la nota final de la asignatura"-. Uno podría pensar que el mismo consiste en diseñar un mapa en el que colocar los países o los reinos españoles del medievo. Nada más lejos de la realidad. "Tengo que hacer un trabajo en el que yo soy una guía turística y llevo a un grupo de 8 personas a visitar el monasterio de San Salvador de Leyre (Navarra). Tengo que decidir el itinerario y el medio de transporte en el que vamos a ir desde Madrid y por qué elijo ese y no otro; el lugar en el que vamos a pernoctar; los restaurantes donde vamos a comer, cenar, desayunar; el precio que tiene el viaje y explicar también lo que voy a contar al grupo sobre la importancia del monasterio en el románico español, por qué es un lugar tan importante para el Reino de Navarra,” (en su cripta están enterrados los reyes del viejo reino) “contar algunas cosas sobre el reino de Navarra, etcétera”, explica A.E.M. Así es el aprendizaje por competencias.

La vieja ausencia de consenso

Como es lógico, ante semejante cambio y siguiendo con la tradición española, no hay consenso ante esta nueva reforma. Así, por ejemplo, el Comité Español de Matemáticas (CEMat), teme que las Matemáticas, asignatura ahora troncal y vital en nuestro sistema, se “diluya” y pierda importancia en el nuevo currículo.

Para Xabier Massó, presidente de la Fundación Episteme, la Ley Celaá redundará en una merma de la calidad educativa y de la preparación de los estudiantes y es una vuelta “a los métodos más salvajes de la LOGSE”, la del ‘progresa adecuadamente’ o ‘necesita mejorar’, mientras que César Coll, Catedrático emérito de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona, uno de los ochenta elegidos por el Ministerio de Educación para elaborar el nuevo currículo educativo y que hace 30 años en la elaboración y desarrollo de la LOGSE, considera que el cambio que se propone “no supone bajar contenidos o que el alumnado va a aprender menos sino que aprenderá de manera diferente y aquellas cosas que le sirvan y le sean necesarias para afrontar los retos del mundo actual”.

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