En La Rioja

Los 10 de Villarroya: "Aquí el bicho no ha llegado... y esperemos que no entre"​

  • Salvador Pérez, alcalde desde 1973 de la localidad que más rápido vota de España, dice que pese a ser pocos, las calles están más desiertas que nunca
alcalde Villarroya
alcalde Villarroya

En la localidad de Villaroya hay menos personas confinadas que las necesarias para jugar un partido de fútbol. Son 10 y "porque a una familia les pilló aquí el estado de alarma", asegura su alcalde Salvador Pérez. Censados son solo ocho y cada vez que hay elecciones se convierten en la localidad que más rápido vota de España -30 segundos la última vez-. Las calles de la localidad "están más solitarias que nunca" porque pese a ser pocos y poder salir sin cruzarnos "cumplimos las normas a rajatabla" y no salimos excepto para lo imprescindible porque "aquí todavía no ha llegado el bicho y esperemos que no lo haga", asegura este alcalde del Partido Popular al que no le sale rival desde 1973 y que hace un mes repartió mascarillas y guantes entre sus vecinos "en cuanto llegaron a la farmacia del pueblo de al lado". 

A sus 73 años es uno de los que pregunta a los vecinos si necesitan comprar algo cada vez que se acerca con su coche al súper o la farmacia más cercanas, en Arnedo, a 14 kilómetros. Eso sí, "voy cada 15 días y vamos anotando lo que nos falta para luego traer todo". Como él, los vecinos que tienen coche se preocupan sobre todo por los dos que no conducen, José Luis y María, para que no les falte de nada, aunque su hija María acude con sus guantes y mascarilla para llevarles la compra y recordarles que no salgan para nada. Ella fue la que acercó los guantes y mascarillas. Las dejó en las puerta de cada casa dentro de una bolsa. Ella vive en Arnedo pero una de las 50 casas de Villarroya es suya y es "una casa rural que en cuanto se pueda empezaremos a renovarla para que esté a punto para la nueva temporada", asegura a este diario.

Alguna mañana los vecinos confinados también se han encontrado huevos en la puerta. Roberto y Mercedes, de unos 50 años, los dejan cuando van a recogerlos a su gallinero. Los dos son concejales del pueblo "como casi todos", asegura un alcalde que cuando tenía 27 años le propusieron serlo "y yo no quería ni loco", pero desde entonces no lo ha dejado "y ya han pasado 47 años", por lo que tiene un diploma que se lo entregaron en el Senado. Atrás queda esos años en los que en el pueblo había más de 400 habitantes (en los años 50)  y una escuela "a la que íbamos 72 muchachos" y ahora está en ruinas, pero arreglarla es "nuestro próximo reto para que sea un centro de interpretación de la zona", asegura Clara, secretaria del ayuntamiento. 

La del alcalde es la primera promoción que salió de esa escuela con un "certificado de estudios primarios". Ahora está jubilado y atrás quedan sus años como agricultor. Recuerda cómo el pueblo poco a poco ha ido teniendo más facilidades "y del pasado son ya esas calles llenas de zarzas o a las que no llegaba el agua" hasta que encontraron un pozo y con un depósito "del que siempre me preocupe que funione la bomba para que haya suministro, la canalizaron hasta todas las casas . No olvida el primer alumbrado que fundía alguna que otra bombilla "y cuando eran varias cogía la escalera y las cambiaba todas yo mismo". En sus planes de futuro también está que todas las luces sean led, "pero con esta pandemia el nuevo alumbrado ha tenido que frenarse".  Ahora un grupo de whatsapp con más de 150 personas une tanto a los vecinos que pasan ahí el confinamiento como a los que cada verano hacen que los habitantes se disparen a más de 100. ¿Todo en orden? Se lee casi todos los días del algún familiar. Ahí incluso cuelga la hoja parroquial el párroco de su iglesia, en perfecto estado, que "es el mismo que el de Igea y Comago".

Clara también es la secretaria de esa Asociación de Villarroya, clave para "seguir alimentado los estrechos lazos que los familiares de los que han vivido en el pueblo siguen teniendo con la localidad acudiendo muchos fines de semana y veranos". En ella se programan las actividades de la primavera cultural, los talleres -uno de ellos sobre cómo hacer pan en el horno municipal-, las excursiones y jornadas micológicas anuales (que llevan más de 20 años celebrándose), las diferentes fiestas que hace que no eches en falta que no haya un bar porque ya es tradición tomar el aperitivo en la plaza del pueblo "llevando cada uno lo que tiene" pero que ahora todo eso es imposible y supondrá un duro golpe "cuando llegue la desescalada", lamenta Clara, que habla de Villarroya como "un paraíso para los niños" que ya pueden disfrutar de una pista polideportiva nueva. 

Fiestas en Villarroya
Fiestas en Villarroya / Cedida

La cobertura es otra de los frentes que tiene ahora mismo abierto un alcalde "que siempre he renunciado a tener un sueldo ni una dieta" en plena crisis por el coronavirus porque "desde la nieve de hace unos días ha empeorado y pese a que ha dado ya el aviso también toca esperar a que el coronavirus nos de un respiro". El ayuntamiento tiene servicio gratis de wifi, en la plaza y alrededores. De la cobertura depende la familia a la que pilló la noticia del confinamiento de fin de semana en su casa de Villarroya. "Todos estamos teletrabajando desde aquí". La casa en la que viven Pedro, P. y J. es una de las que está en la entrada de la localidad. Desde sus ventanas aseguran que "vemos pasar a los GAR de la Guardia Civil, a la UME o el retén de incendios para fumigar muy a menudo". 

Otro de los vecinos, Roberto, se cruzó también con los agentes una de las veces que sacó a pasear a su perro. "Me doy una vuelta y no suelo cruzarme con nadie, pero si lo hacemos nos separamos más de dos metros". Es uno de los vecinos más joven (50 años) y otro de los que no duda en preguntar desde la calle a todos cada vez que va a comprar, que ahora lo hace con el alcalde porque su coche lo dejó en un taller antes del confinamiento y allí sigue. "Me dejan la lista de la compra en la ventana de mi casa y así evitamos el contacto", asegura. "Aquí nos ayudamos todos los unos a los otros". 

Roberto es uno de los vecinos y tesorero del ayuntamiento
Roberto es uno de los vecinos y tesorero del ayuntamiento / Cedida

Roberto, tesorero del ayuntamiento, es uno de los habituales en la Asociación de Amigos de Villarroya. "Ahora cumplimos todo a rajatabla" y nadie va a un local que en alguna ocasión ha estado abierto con una lista de precios colgada y los vecinos iban, cogían una bebida, y dejaban en el mostrador el importe. Hoy sigue siendo un pueblo seguro, pero Roberto cada vez que sale a ver sus almendros u olivos o a pasear con el perro "vigilo por si veo a alguien que esté merodeando". Es consciente de que los habitantes son la población que más ha castigado el coronavirus "y no tenemos ningún caso y tiene que seguir así". Cada vez que acude a la compra utiliza la mascarilla y guantes "al igual que todos los que salimos del pueblo". 

De Salvador corrobora que es un alcalde "24 horas".  Todos los días se preocupa de que los vecinos estén bien y saber si necesitan algo. Y se encarga de que nadie se salte las medidas necesarias para que el pueblo siga teniendo el título de cero Covid-19. Otro de los títulos que tiene y que por ahora nadie le arrebata es el del pueblo que más rápido vota. El primer año no fueron ni conscientes pero ahora lo preparan. Todos los censados tienen que estar a las ocho de la mañana listos porque "el que no es presidente de mesa es vocal o suplente".

A las nueve de la mañana depositan el voto y a las nueve y un minuto están desayunando. Jesús (71 años) es el único al que se le complica un poco el día porque al ser el juez de paz "además de teniente alcalde" tiene que llevar los votos hasta Logroño. Este confinamiento "me ha cogido en Arnedo, donde está su mujer empadronada" y está también Pilar, que junto a Roberto, Mercedes, José Luis, María, Roberto A. y Jesús y Salvador forman el censo de ocho de un pueblo cuyo alcalde no tiene pensado dimitir... por ahora porque "ya que hemos llegado hasta aquí, vamos a por los 50 años en el ayuntamiento". Y así viven el confinamiento los diez de Villarroya (cuatro más que los ocho censados, de los que dos están fuera) un pueblo en el que ahora todos saben de todos por el móvil pero en el que siempre se ha arrimado el hombro y había alguien en casa de otro alguien para conversar sobre la última cosecha o la nueva camada del perro del alcalde o cuánto queda para que empiecen a llegar los nietos o simplemente pasar el tiempo. Por ahora "todo queda suspendido". 

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