Brigadas combaten el zika en barrios de jóvenes pandilleros de Honduras

  • "Colaboren con las brigadas para poder hacer la limpieza, el zika, el dengue y la chicungña pueden causar la muerte", advierte con un megáfono la enfermera Janeth Pavón, en una barriada del sur de la capital hondureña, observada por dos jóvenes de la Pandilla 18.

Los brigadistas del ministerio de Salud han salido a los barrios de la capital y otras ciudades de Honduras a convencer a la población para que se sume a la destrucción de los criaderos del mosquito aedes aegypti que, según cifras oficiales, deja ya en el país 10.000 enfermos de zika, 4.000 de dengue, con saldo de un muerto, y otros 4.000 de chicunguña.

Siguiendo una ola que llegó a Centroamérica desde el cono sur del continente, el gobierno hondureño decretó emergencia el pasado 2 de febrero cuando se registraban 3.600 casos de zika, una temible enfermedad provocada por el mosquito, que también causa dengue y chicunguña.

La directora general de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan, dijo que 46 países han reportado algún nivel de evidencia de infecciones por zika y que 130 países hospedan el mosquito vector, lo que implica que la expansión del virus puede ser enorme.

En Honduras en 2015 el dengue mató a cinco personas y contagió a más de 40.000, mientras que el chikungunya causó dos fallecimientos y afectó a unos 3.000 pacientes.

A raíz de la emergencia, numerosas cuadrillas gubernamentales se desplazaron por todo el país para fumigar casas y matar insectos en depósitos de agua en cementerios, patios, piletas y drenajes.

"Es importante que tome en cuenta las medidas que el personal de salud le está brindando para poder frenar la epidemia del dengue, el zika y el chicunguña, a todos los pobladores del sector les hacemos el llamado a que colaboren", sigue demandando la enfermera.

Janeth participaba con una veintena de brigadistas en la colonia Henry Merriam, en Comayaguela sur de la capital hondureña, desplazándose por callejones con casas de paredes de cemento y amuralladas con barrotes de hierro.

Otra enfermera, Jessica Corea, entró a una vivienda propiedad de Azucena Aguilar, de 82 años, a supervisar si había lavado una pila de cemento y nueve baldes donde había almacenado agua y depositar unas bolsitas de un químico que conocen como abate para neutralizar las larvas.

"A veces los vecinos no entienden, mire por ejemplo ese montón de basura que tienen allí", declaró a la AFP, Alba, de 49 años, hija de Azucena, mientras señala una vivienda contigua.

Explica que hace tres años una de sus dos hijas, de diez años, padeció de dengue no grave por la picadura de un mosquito posiblemente en la escuela.

De dos en dos, las enfermeras se han dividido para dispersarse en la barriada. Un par de brigadistas chocó con una vivienda abandonada donde había un cúmulo de basura, como ropa vieja, muebles de sala y comedor desvencijados y toda clase de desperdicios que amenazaba toda la vecindad.

"No limpiamos porque es mucho para nosotros", se queja un joven de 18 años vestido con una camisa de camuflage que se identificó con el nombre de Eugenio y miembro de la pandilla.

"Con que mandaran una volqueta, toda la gente colabora, entre todos aseamos allí", afirma el joven, a quien empieza a nacer la barba.

Junto otro compañero de la mismas edad, que se identificó como Ramón, solicitó a las enfermeras que lo acompañaran a ver la vivienda abandonada.

"Nos traen la volqueta y todos vamos a colaborar", promete Eugenio a las enfermeras sin saber ellas que estaban con miembros de la 18, una de las dos violentas pandillas que junto a la Mara Salvatrucha (MS-13) aterrizan en barrios de Honduras, Guatemala y El Salvador.

nl/ja

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