Otros héroes sin capa

Alicia, farmacéutica: "Nos tosen en la cara... y dicen que no tienen el bicho"

Fotografía medicamentos en una farmacia / EFE
Fotografía medicamentos en una farmacia / EFE

Los farmacéuticos son a los primeros que acuden los posibles pacientes de coronavirus. Muchos llegan pidiendo un jarabe para la tos y al ser preguntados por el resto de síntomas lo primero que dicen es "yo no tengo el bicho". Sus primeras dudas las resuelven estos profesionales que desde que escucharon a Fernando Simón asegurar que el riesgo que corren es el propio de su profesión han querido dejar claro su  malestar sumándose a una carta en las redes sociales en las que dejan claro que no es ningún riesgo propio de su profesión que les tosan en la cara pacientes que pueden tener una enfermedad causante de una pandemia. 

Ellos seguirán en primera línea para sus clientes que estos días, presas del pánico, corren a por todas las medicinas que disponen en su tarjeta sanitaria "aunque no las necesiten" y están dejando vacíos los estantes de paracetamol. Por los guantes y mascarillas ya ni preguntan "porque ni nosotros los tenemos puestos en algunas ocasiones porque no llegan" y llama la atención la cantidad de aloe vera que están vendiendo en estas fechas "porque han aprendido a hacer el gel desinfectante casero", cuenta Alicia a La Información desde una farmacia madrileña. 

Esta profesional suscribe todos los puntos de esta carta que todo el sector está compartiendo haciéndola viral. En uno de sus puntos se dirigen al director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad poniendo en valor el riesgo que corren porque "por si usted no lo sabe, algunos de los pacientes que han fallecido, o están en la UCI actualmente, han pasado antes por mi farmacia, han tosido aquí, y han pedido ayuda porque su médico estaba de baja o su centro de salud cerrado o el teléfono colapsado". Esta es la primera traba que encuentran unos pacientes que acaban confiando en su farmacéutico de toda la vida para resolver todas las dudas que está generando esta saturación de la Sanidad en España, más concretamente en Madrid donde el coronavirus ha dejado ya más de 1.800 muertes y casi 15.000 contagiados.

"Dudas hay muchas" asegura Alicia. Relata como en el día a día en una farmacia acuden los pacientes con tratamientos crónicos recetados porque han intentado ponerse en contacto con el ambulatorio pero "el teléfono comunica" y en unos días les cumple el plazo de las recetas. No saben a quién preguntar cómo poder renovar esas medicinas o cuándo ir a por la dosis que le corresponda. "Ahora es todo mucho más ágil y nosotros mismos podemos hacerlo sin incluso tener la tarjeta delante facilitándoles una fecha si nos llaman por teléfono de cuándo pueden venir a por las medicinas". 

Junto a estos pacientes están otros muchos que acuden a por medicinas para un familiar con el que conviven y que está infectado de coronavirus. "No entienden que ellos también pueden tenerlo", asegura Alicia. El virus se manifiesta de distintas formas según qué personas pero en la farmacia escuchan eso de "no, el coronavirus seguro que no lo tengo".  Los días previos a que se decretara el estado de alarma fue "terrorífico" porque todo el mundo acudía a las farmacias y no todas tenían las mamparas que poco a poco van instalando cada una. Allí "nos tosían en la cara", sin tener mucha idea de lo que iba a suceder.

Como en otros sectores a los que se les ha bautizado como los héroes sin capa de esta crisis, en la farmacia desde hace semanas el ritmo de trabajo en las farmacias es frenético, "y solo ahora parece que son conscientes de que hay que evitar salir de casa". En tantas visitas a comprar lo que está empezando a escasear son los aerosoles, paracetamol de un gramo y un medicamento que muchos pacientes crónicos de artritis lo deben tomar pero se está destinando ahora para combatir el coronavirus porque puede ayudar contra la replicación del Covid-19.

Y todos estos problemas mientras muchos clientes siguen prefiriendo  tomarse la tensión en su farmacia en lugar de cruzar las puertas del centro de salud, siguen apelotonándose en la fila sin guardar la distancia de seguridad o tocando todos los productos expuestos hasta que les toca. "Ya se han concienciado mucho más", asegura Alicia. 

Como en la farmacia en la que ella trabaja en otras muchas se han instalado las mamparas para proteger a los trabajadores, así como líneas en el suelo que indican desde donde no se puede pasar. Pero el sector sigue demandando más atención ya que ni ellos mismos pueden disponer de mascarillas o geles para desinfectarse las manos. El caso de Jaime, uno de los dueños de estos puntos de venta, que se encuentra aislado en su domicilio no es excepcional. En declaraciones a este medio relataba como empezó "con fiebre alta y me tuve que quedar en el sótano, sin contacto con mi familia". El suyo no es un caso excepcional. En total, 14 farmacias han tenido que cerrar después de que el virus se haya colado tras el mostrador.

"Nos quedan cuatro geles, para ocho trabajadores"

La demanda es unánime: sin equipos de protección será difícil mantener el servicio. Marian es la propietaria de otra de las oficinas de Madrid. Cuenta con ocho trabajadores y solo les quedan cuatro geles desinfectantes con los que, cada mañana, rocían las mascarillas que reutilizan a diario pues, "tras el cerrojazo del Gobierno, nos hemos quedado sin acceso a los distribuidores". La farmacia de Marian se encarga de suministrar a las residencias de la comunidad: "Si nosotros caemos malos... habrá que improvisar", lamenta. 

La profesional asegura que, con China como precedente, se apresuró a comprar mascarillas, guantes y geles para su equipo. "No hicimos acopio, compramos para unos diez días... pero no nos imaginábamos que con el estado de alarma nos sería imposible adquirir más protecciones". Como ella, el conjunto de los farmacéuticos madrileños se han convertido en el primer punto de referencia para los ciudadanos, tras el cierre de centros de salud y hospitales que ya no atienden consultas en general. "Antes de caer contagiado, recibí a una madre que llegó a la farmacia asustada porque su hijo de 20 años tenía tos y no sabía qué hacer... el teléfono habilitado por la Comunidad tardó una hora en cogerme el teléfono", recordaba Jaime. 

Marian asegura que, los que no fueron previsores como ella, se vieron de un día para otro sin acceso a sus propios distribuidores. Sin armadura frente al virus. "Tuve la suerte de pedir que me fabricasen las pantallas de plástico un día antes de que se declarase el estado de alarma", relata la profesional, "Me las hicieron fuera de hora, pero llegaron". Cuando los geles desinfectantes volaron, en su oficina los cambiaron por alcohol rebajado y glicerina, una mezcla  con la que se embadurnan las manos a pesar de no estar, ni de lejos, dermatológicamente testada. "Hace quince días que ya no hay ni glicerina". Las cerca de 22.000 farmacias que hay en España cumplen una función asistencial que descongestiona un sistema sanitario próximo al colapso. En Madrid ya se han perdido 14 aliadas. Sin protección para su personal, el cierre masivo de oficinas amenaza con ahogar a unos sanitarios que ya trabajan  con el agua al cuello.

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