Centro de Mineo en Sicilia, ¿un modelo para la UE o un gueto para migrantes?

  • En el centro de Sicilia, unos guardas armados patrullan cerca de uno de los mayores centros de acogida de refugiados en Europa, que suscita un debate encendido sobre la utilidad de esos enormes campos para gestionar la llegada masiva de inmigrantes.

El asesinato de una pareja siciliana, por el que la policía detuvo a un joven marfileño del centro de acogida, provocó una oleada de protestas en las últimas semanas, en un país cansado de estar en primera fila ante la crisis migratoria.

El centro de Mineo, una antigua base militar con aspecto de suburbio estadounidense perdido entre campos de naranjos, acoge a más de 3.000 demandantes de asilo y llegó a albergar a casi 4.000.

"Resulta muy difícil controlarlos (...) El centro se convierte en una ciudad en sí misma y eso no ayuda a la integración", explica Anna Aloisi, alcaldesa de la ciudad de Mineo.

Tras una alambrada de tres metros de alto, los demandantes de asilo están repartidos por etnia y por religión en 403 casetas amarillas y rosas, donde comparten habitaciones en las que duermen en colchones tirados por el suelo.

Pueden entrar y salir libremente de ese campo perdido en medio de ninguna parte, en el que deben esperar hasta dos años para saber si Italia los acoge o no.

Disponen de 2,50 euros (2,80 dólares) diarios pero, según el Centro Italiano para los Refugiados (CIR), pocos tienen acceso a los servicios que el Estado les promete: clases de italiano, ayuda jurídica, cuidados médicos.

"Se habla de prostitución, de narcotráfico y está claro que hay mucho mercado negro", explica Angela Lupo, consejera jurídica del CIR, a la AFP.

"Los residente venden ropa, comida, cigarrillos, tarjetas telefónicas en bazares diseminados alrededor del centro. Hay incluso un restaurante clandestino y un servicio de taxi gestionado por los migrantes", asegura.

El director del centro, Sebastiano Maccarrone, de 51 años, que dirigió el centro de acogida de la isla de Lampedusa, afirma, sin embargo, que todo está bajo control.

Para Adawiah, un ghanés de 23 años que presentó una petición de asilo hace cerca de un año, esa espera en el limbo es insoportable. "Le decimos a Italia: 'tienen que hacer más y más rápido, por favor'".

Desde hace meses, las revelaciones sobre una infiltración del centro por bandas criminales pusieron en apuros al gobierno de centroizquierda de Matteo Renzi, y un ministro prometió esta semana que se está llevando a cabo una investigación y que se cerrará el campo si es necesario.

Varios países europeos abogan por crear grandes centros de acogida como este en Italia y en Grecia para identificar a los migrantes y distinguir a los candidatos al asilo de los migrantes económicos a los que Europa no quiere acoger.

Pero muchos defienden unas estructuras más pequeñas para garantizar un mejor seguimiento de los migrantes y, por tanto, una mejor integración.

"Mineo tiene 5.000 habitantes, muchas personas mayores y pocos jóvenes. Así que la llegada de esos migrantes de color, todos jóvenes, que callejean sin hacer nada, asusta a la gente", justifica la alcaldesa.

Maurizio Nalfo, empleado de los servicios forestales, dice que los habitantes no reprochan nada a los demandantes de asilo, pero se indignan con los políticos que "crean disparidades entre italianos y migrantes".

Un argumento que convence en un país que acaba de salir de una larga recesión y en el que el paro de los jóvenes supera el 40%.

"Los habitantes ven que se cuida de los migrantes, que tienen una comida caliente y un techo, mientras que ellos tienen problemas. Eso provoca envidia y cólera", explica Aloisi.

Al otro lado de la alambrada, la vida no es tan positiva. "No tenemos trabajo, no hacemos nada, nos quedamos todo el día en el campo", dice Bright Aghama, un nigeriano de 31 años, que se muestra, sin embargo, agradecido por tener al fin "un lugar en el que descansar la cabeza".

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