El precio ha bajado más de la mitad

El chalé de la madre de Asunta da "yuyu" a los compradores: imposible de vender

Imagen del estado de abandono de la vivienda en la que perdió la vida la niña Asunta Basterra
Imagen del estado de abandono de la vivienda en la que perdió la vida la niña Asunta Basterra
EFE

Desoladora es la imagen de la mansión en la que fue asesinada la niña Asunta Basterra, un crimen perpetrado por sus padres, que están entre rejas por ello. En esta casa, que ha sufrido al menos un robo, la maleza campa a sus anchas, el enorme jardín está descuidado y, paradójicamente, si bien sobre el cierre de piedra hay púas y cristales, algo que no está permitido, la puerta trasera no tiene protección alguna.

La propiedad se encuentra a la venta, sin éxito. Los vecinos ni se acercan por "yuyu". Uno de ellos sí desliza tímidamente que conoce bien la mansión, incluidas las obras de arte distribuidas en su interior, y que, si por él fuese, la compraría porque es "preciosa", pero su mujer no quiere ni siquiera que se mente ante ella tal posibilidad. Baja este hombre intencionadamente el tono cuando confiesa este detalle y vigila si su compañera sentimental está cerca. "Tendrán que aceptar lo que les den, si alguna vez apareciese un comprador", zanja en una conversación con Efe en la que por motivos evidentes prefiere preservar su anonimato.

Cuando sucedió el crimen de la pequeña de 12 años, el 21 de septiembre de 2013, el lugar empezó a llenarse de cámaras. Más tarde, de curiosos y, hoy, no hay nadie. Sí se escucha un bullicio cercano. Son ladridos de perros y voces de niños que juegan con sus familias en unos chalés pareados, próximos. Y la sensación de orfandad se acrecienta. "La morada está para llorar", cuenta a Efe el penalista coruñés José Luis Gutiérrez Aranguren, que defendió a la propietaria de este chalé, el número 44 de Pobra, lugar del municipio coruñés de Teo, en el mediático juicio que se cerró con 18 años de cárcel para Rosario Porto, abogada, y otros tantos para su otrora pareja y padre de la menor, el periodista Alfonso Basterra.

"Está todo tirado por el suelo", continúa este letrado, que cree que se pudo hacer más para investigar el saqueo tras el cual su patrocinada abandonó el penal para identificar y cuantificar lo sustraído. "Gestiones mínimas", reclama, y de su clienta indica que quebraderos de cabeza "tiene bastantes", y que después de que Prisiones le denegase el primer permiso de salida que solicitó, no "recupera". "La situación tiende a agravarse, más que otra cosa", desliza. Y aplica el mismo comentario a una residencia "difícil de colocar".

Igual dan los anuncios en portales especializados y la rebaja de su precio, de un millón de euros a 400.000. También la dotación: alumbrado, asfaltado, lavadero, terraza, cinco habitaciones dobles, otros tantos baños, cuatro salones, una bodega con una barra, un hermoso hórreo, una fantástica piscina, un inmueble para el servicio y una cruz de piedra capricho del reputado abogado Francisco Porto Mella y de su mujer, la profesora universitaria Socorro Ortega.

El matrimonio se la dejó en herencia a Charo, su única descendiente. Son 400 metros cuadrados útiles sobre una finca de diez mil, protegida por un amplio muro que salvaguarda robledales, cipreses, cedros y un sinfín de árboles frutales. El 17 de febrero de 2015, antes de la vista oral que comenzó el 30 de septiembre de ese año, Rosario Porto dejó temporalmente la prisión de Teixeiro, en A Coruña (ahora está en la pontevedresa de A Lama) para volver, esposada y custodiada, al hogar que mandaron construir sus progenitores. Tenía que recorrer todas las estancias y decir qué objetos echaba en falta, al tener constancia de un asalto perpetrado el día 5.

La Guardia Civil fue la que avisó del pillaje al administrador Juan Guillán, el primer abogado que representó a Charo y que renunció, tras lo cual entró en escena Gutiérrez Aranguren. Él, Guillán, habló entonces de dos saqueos y contó que una ventana de la planta baja estaba rota. Fue necesario reparar cerraduras. Aranguren, a su vez, piensa que "iban buscando algo en concreto". Sea como fuere, este techo, al que se accede por un camino y que fue el sueño de dos esposos, y fruto de su trabajo, está en la actualidad en situación de desamparo y lleva aparejada la huella indeleble de una atrocidad que nadie deja caer en el olvido a cinco kilómetros, en la pista forestal de Feros, donde Asunta apareció tendida y atada. La justicia probó que las dos personas que la adoptaron cuando era un bebé, en un plan conjunto, determinaron sedarla, para anular su voluntad y poder asfixiarla.

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