La otra cara de la polémica

Cinco jóvenes ante la Covid: "¿Quién nos va a devolver los años perdidos?"

Más allá de la controversia generada por los brotes y los botellones, varios estudios señalan los grandes estragos que la incertidumbre, la enfermedad y el confinamiento han provocado al colectivo joven.

Ibiza
Cinco jóvenes ante la Covid: "¿Quién nos va a devolver los años perdidos?".
Europa Press

Más allá de la polémica generada por los brotes y los botellones, varios estudios señalan los grandes estragos que la incertidumbre, la enfermedad y el confinamiento han provocado al colectivo joven. Datos extraídos de una encuesta del CIS en marzo de este año revelan que los chicos y chicas de entre 18 y 24 años son el grupo que se ha sentido más "estresado" y "agobiado" por la pandemia de entre los demás grupos de edad: un 33,7%. Este mismo grupo también ha encabezado otros dos indicadores: el que "ha tenido más ganas de llorar" por la crisis de la Covid, un 42,8% , y el que más ha temido contagiar un familiar, 77,9%. La capacidad para regular las emociones es uno de los principales factores para afrontar una situación difícil. Por eso, los psicólogos apuntan que la edad puede afectar a la estrategia de tal mecanismo de resolución. Además, en el caso de los jóvenes se suma una variante determinante: el futuro. 

Y el futuro está íntimamente relacionado con el trabajo. Según la encuesta sobre el impacto de la Covid-19 en los jóvenes publicado en 2020 por el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), la juventud es el colectivo que más dificultades económicas derivadas de la pandemia ha tenido, sobre todo por el empeoramiento de las condiciones: reducción de ingresos y pérdida laboral. El estudio también refleja que los jóvenes son los que más han necesitado ayuda económica de sus familiares y los que más se han planteado ir a trabajar a otro país a raíz de la pandemia. La experiencia de la frustración, la espera "sin fin", el miedo y el aislamiento generados por la crisis de la Covid en una época donde se 'ponen los cimientos' de la vida, como puede ser empezar una relación o un trabajo, es lo que han contado a La Información cinco jóvenes: una enfermera, una profesora, una graduada en Turismo y Dirección Hotelera, un psicólogo y una consultora social.

Aunque las experiencias varían también según el grupo de edad. El estudio del CEO determinaba que las personas de entre 25 a 34 han estado potencialmente "más afectadas" en sus recursos por la pandemia debido que, de los que trabajaban, "una cuarta parte se ha ido al paro o al ERTE". Es decir,  ya teniendo un trabajo, han tenido que deshacerse de su autonomía y perspectiva de futuro. En cuanto al grupo de entre 16 a 24 años, el estudio revela que también ha sido un colectivo muy afectado "en tanto que población dependiente, no autónoma". Este último grupo es el que ha estado más adicto a las tecnologías según las conclusiones de un estudio con estudiantes de una media de 20 años realizado por la Universidad de Cádiz: el confinamiento provocó "un uso problemático general de las TIC (Tecnologías de la información y la comunicación) salvo en los videojuegos, aumentando estas percepciones" durante el estado de alarma. 

Paula, 25 años: "Es la sensación de que te roban la juventud"

"A veces pienso que soy otra persona", explica Paula, graduada en Turismo. La pandemia le pilló de lleno acabando la carrera y, cuando quiso buscar trabajo, ya no había nada que encontrar. "Todo mi currículum estaba enfocado al turismo: había trabajado en reservas y en el departamento de calidad en Ibiza. En Mayo me encontré habiendo terminado la carrera y no había nada. Pero decidí que en vez de fustigarme, iba a hacer un máster", explica con ánimo. Digerir el golpe del confinamiento y el 'mazazo' al sector turístico para su círculo más íntimo tampoco fue nada fácil. 

Después de estar tantos meses de brazos cruzados, Paula y sus amigos decidieron empezar a trabajar como rastreadores de Covid: "Necesitábamos trabajar de lo que fuera". A nivel psicológico, la frustración, la impotencia y la incertidumbre le ha sumido en un estado de "espera" constante. Es "un bucle sin fin", explica. "Este fin de semana tenía planes, por fin, para bailar en Barcelona. Y han vuelto a cerrar todo". La queja no es genérica, Paula entiende y respeta las medidas. El tono de su nostalgia va en otro sentido: "El tiempo pasa, y ¿quién me va a devolver los años perdidos? Con 35 años ya no querré hacer las mismas cosas que con 25". Finalmente, tras acabar el máster de Marketing digital dirigido a turismo, Paula consiguió trabajo hace un mes en una empresa inmobiliaria. "Estoy contenta, pero todo en general ha sido duro".

Rocío, 28 años: "Me ha afectado mucho el que no haya un final"

Los profesores han sido altamente requeridos en la pandemia.  Rocío tuvo la suerte de acabar el máster de profesorado y el 9 de marzo, cuando se anunciaba el fin de las clases presenciales en la Comunidad de Madrid, fue contratada en un instituto. El primer trabajo de su vida 'online' y con constantes adaptaciones, a distancia, con los compañeros y alumnado. Explica que la Covid le ha afectado mucho a nivel personal: "Soy una persona muy sociable y me gusta mucho viajar. En medio año he llegado a coger 14 aviones. Ahora hace dos años que no cojo uno", detalla. El 'viaje interior' que ha emprendido ha sido forzado y explica que su intención principal antes de que estallara la pandemia era independizarse, pero no pudo. A eso se sumó un enamoramiento que, con la distancia y el inmovilismo, no llegó a ningún lado: "Es un gran lastre pensar qué hubiera pasado", comenta. 

A sus 28 años, su vocación por ser profesora y aportar valores a los adolescentes es grande, pero ha chocado de frente con la realidad logística de enfrentarse a tal sueño. Le gustaría educar en el sistema público, pero opositar, si ya es solitario, con pandemia lo es más: "He sido opositora durante dos años y el proceso mental es una eternidad, porque se cancelaban las oposiciones y han tardado un año en reponerlas. Eso desgasta".

María, 25: "Los sanitarios tenemos una presión doble"

"Intentamos no pensarlo demasiado", responde María, una joven enfermera de urgencias de un hospital de la zona alta de Barcelona. Cuando se abrió la campaña de vacunación no se lo pensó dos veces y se apuntó como voluntaria para vacunar y "acabar con esto cuanto antes". Ahora, con una incidencia por las nubes en Cataluña, su hospital ya ha habilitado una planta Covid y a diario llegan jóvenes quejándose de fiebre a Urgencias. "Lo que me ha acabado de desmotivar es ver que hay vacunados que también han vuelto a dar positivo, y con síntomas", explica. Aún así, explica que los casos ingresados no son tan graves como en la primera ola, ya que en su mayoría son jóvenes a los que simplemente se les hace seguimiento. 

Lo más difícil, dada su edad y profesión es verse 'entre dos aguas': "Por un lado quiero salir y desconectar mentalmente. Irme de fiesta. Pero tu moral no te lo permite. Porque voy a trabajar y veo cómo están los contagios. Es una doble presión, la del trabajo y la del ambiente". El verano pasado trabajó 'fresca', aunque fue muy duro, puso todas sus ganas cuidando a los ingresados y también los aplausos y el apoyo social la respaldaban. Este año el grito es desesperado: "Necesitamos vacaciones. Tiempo de calidad". Explica que, en comparación con el año pasado, muchos compañeros suyos, jóvenes, se han dado de baja "por ansiedad".

India, 23: "El teletrabajo me ha quemado"

"Para mí ha sido fundamental estar conectada con mis amigos", explica India graduada en ADE y Relaciones Internacionales. Mientras acababa la carrera el año pasado también hacía el TFG y y empezó de becaria en una empresa. Fueron meses en los que iba presencialmente a la oficina pero, con el confinamiento, el teletrabajo en casa se acabó haciendo duro: "Trabajaba más que antes y además no tenía vacaciones. Al estar 'online' parecía que no tenias limite de horario y siempre estabas disponible, y eso, a la larga, me daba ansiedad en algunos momentos". 

Residiendo en Madrid, esos meses de verano pasado teletrabajó en el norte con amigos pero, en septiembre, volvió a la rutina del teletrabajo intensivo en casa. "Con la excusa de la compra salía a pasear y escuchaba mucha música. Pero con la rutina empecé a estar cada vez más fatigada y con menos ganas de hacer cosas". Finalmente, tras un año intensivo de teletrabajo, decidió dejar el trabajo hace apenas una semana porque la saturación ya le estaba afectando demasiado. "No tenía 'plan B' pero sabía que no quería vivir así", sentencia. 

Ignasi, 24: "La soledad mata"

Ignasi es psicólogo y explica su opinión sobre la grave afectación de la pandemia en los más jóvenes, aunque él también lo es: "Los adolescentes buscan referentes porque a su edad sus 'espejos' empiezan a ser sus iguales. El grupo de amigos. Es muy confuso en una cuarentena el tener que desligarse con esa comunidad porque es la época en que se construye la identidad". En cuanto a él, el confinamiento ha sido una dura prueba de convivencia doméstica, en la que ha tenido que saber ver "lo mejor" dentro de las adversidades. Cree que la pandemia representa 'la gota que colma el vaso': "Nuestra generación ya pensaba que estaba en la mierda. Tenemos una enorme responsabilidad por generar un cambio. Pienso en las pensiones, en el tema ecológico y la política... y ahora con la pandemia ha sido como 'si las cosas ya estaban mal, ahora peor', afirma. 

Cómo psicólogo argumenta que el peor mal de la crisis del Covid es la soledad, al no poder contar tanto presencialmente con un grupo de amigos o la comunidad. "El estar aislado tanto tiempo puede derivar incluso en una apatía que acaba deshumanizando. Puede llegar incluso a ir cambiando el sistema de valores. Para mucha gente ha supuesto un 'estar con uno mismo', pero hay cosas que a veces no queremos mirar de nosotros mismos por miedo', explica. "La soledad", sentencia, "mata".  Como joven, describe cómo vivía de repartidor durante la cuarentena, cuando no había trabajo y se había resignado a la precariedad: "Cobraba 300 euros, y no había otra cosa. Al final acabas aceptando condiciones no dignas por la precariedad existente. Mi situación no era la peor, pero en ese ambiente tenía compañeros que sí la tenían. Y ese vivir con miedo e incertidumbre por los ingresos es horrible".

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