Clérigo rigorista suní asegura que no tiene intención de saltar a la política

  • El clérigo rigorista libanés Ahmad el Asir, que se ha convertido en los últimos meses en una de las principales figuras de la comunidad suní en su país, asegura que no busca un papel político, pese a que muchos observan su ascenso con desconfianza.

Katy Saleme

Sidón (Líbano), 31 mar.- El clérigo rigorista libanés Ahmad el Asir, que se ha convertido en los últimos meses en una de las principales figuras de la comunidad suní en su país, asegura que no busca un papel político, pese a que muchos observan su ascenso con desconfianza.

La popularidad del jeque se ha disparado después de que saliera de su mezquita en los arrabales de la ciudad de Sidón, 30 kilómetros al sur de Beirut, y viajara a la capital libanesa para manifestarse contra el régimen del presidente sirio, Bachar el Asad.

En una entrevista con Efe, el religioso suní recalcó que no busca "el liderazgo político ni suplantar a nadie. Solo abogo por los derechos humanos y por el bien del pueblo".

Sin embargo, analistas y observadores en el Líbano consideran que el jeque Asir está asumiendo el papel del exprimer ministro Saad Hariri como líder de la comunidad suní, después de que este último abandonase el país por las amenazas contra su seguridad.

El Estado libanés se sostiene sobre un precario equilibrio confesional, en el que el poder está repartido entre las tres principales confesiones.

Según la Constitución, fundamentada en un controvertido censo de 1932, la presidencia nacional siempre debe recaer en un cristiano maronita, la jefatura del Gobierno en un musulmán suní y la presidencia del Parlamento en un representante de la comunidad chií.

No obstante, desde las elecciones de 2009, el control del Gobierno pertenece al grupo chií Hizbulá, que mantiene una alianza estratégica con uno de los muchos partidos cristianos del país, el que encabeza el general Michel Aoun.

En el pequeño estado, que vivió una cruenta guerra civil entre 1975 y 1990 que todavía mantiene algunas cicatrices blandas, también vive una amplia comunidad de drusos y cerca de medio millón de refugiados palestinos, que viven en diversos campos donde el salafismo ha arraigado.

Al Asir no solo ha organizado manifestaciones en Beirut, sino también en varias regiones del país, especialmente en el este del Líbano, lo que ha provocado cierta inquietud en Occidente, donde se está convencido de que cuenta con un fuerte apoyo de países extranjeros.

Según pudo saber Efe, embajadores europeos comentaron la cuestión recientemente al exprimer ministro Fuad Siniora, dirigente de la Corriente Futuro (vinculada con la familia Hariri), quien minimizó el problema y aseguró que su partido es el mayor interesado en combatir a los fundamentalistas.

Aunque en Beirut el jeque escogió un discurso moderado, en sus prédicas anteriores en Sidón se presentaba como el campeón del islam riguroso y triunfante en el plano político.

"No soy salafista", aseguró, aunque matizó que considera a este grupo como "hermanos en la religión. El islam no hace diferencias entre religión y política".

"Hay diferentes tipos de salafismo, pero se debe saber juzgar qué es bueno y qué no. Matar a un niño, por ejemplo, es malo y erróneo", dijo, en alusión a los recientes crímenes cometidos por el francés Mohamad Merah en Toulouse (Francia).

"No hay dudas de que algunos musulmanes cometen errores que recaen sobre el resto de miembros de la comunidad, aunque nosotros no los apoyamos", insistió.

Respecto a las manifestaciones en apoyo a la revuelta siria, afirmó que su objetivo es "respaldar al pueblo, que está siendo sacrificado. Las manifestaciones en Siria nada tienen que ver con la religión, aunque la mayoría de la población sea suní".

"El criminal Bachar el Asad está poniendo veneno en su país para que el problema se transforme en un conflicto confesional", añadió, al tiempo que descartó que haya una guerra civil en Siria.

Siria es una de las cuestiones más delicadas de la política libanesa, ya que este país se involucró en la guerra civil y mantuvo tropas, policías y agentes secretos en suelo libanés hasta que en 2005 multitudinarias manifestaciones le obligaron a replegar sus fuerzas.

En los casi treinta años que permaneció el país, el régimen de Damasco, dirigido por Hafez al-Asad, padre de Bachar, interfirió en los asuntos internos libaneses y forjó alianzas con los diversos grupos, en particular con Hizbulá, los chiíes de Amal y la propia familia Hariri.

Durante la entrevista, Asir negó que en su país haya un conflicto entre suníes y chiíes, porque "ninguno de los dos nos beneficiaríamos", pero consideró también que "Irán se está aprovechando la situación actual, por eso, insto a Hizbulá a no seguirlo".

Hizbula nació en la convulsa década de los pasados ochenta, gracias a la ayuda logística y financiera de Irán, y se ganó el respeto de todos los libaneses por su lucha para expulsar a Israel del sur del Líbano.

El Ejército israelí se vio obligado a retirarse de manera definitiva en mayo de 2000, tras cerca de 18 años de ocupación.

Finalmente, calificó como "despertar islámico" el proceso de cambios que vive el mundo árabe, y que ha contribuido a transformar el panorama regional.

"La gente, por primera vez, está respirando la libertad y esa es la primera etapa para construir el futuro", resaltó.

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