"Ha sido peor que el 11-M"

Los sillones de la muerte: "La Covid era una guerra... y no podíamos perderla"

Cuando las camas se agotaron, muchos pacientes vieron y escucharon el colapso, amontonados durante horas en los pasillos de los hospitales.

Hospital Infanta Leonor
Los sillones de la muerte: "La Covid era una guerra... y no podíamos perderla"
CSIF

"No podemos perder la guerra... pero fíjate cómo tenemos esto". Juan Manuel recuerda que se dirigió así a uno de los residentes que lo acompañaba por los pasillos del Hospital de Alcorcón, donde los pacientes se empezaron a amontonar en butacas, cuando las camas se agotaron. El sanitario lleva doce años en las Urgencias del Hospital de Alcorcón y asegura que nunca había visto nada como esta crisis: "Miraba a mi alrededor y me sentía como aquella escena de 'Lo que el viento se llevó', con infinitas hileras de heridos en la estación". Justo en ese momento, la protagonista entiende la magnitud de lo ocurrido. Lo mismo pasó en los hospitales: "Lo que se vivía en nuestro centro era la descripción de un colapso. Hubo pacientes que pasaron hasta 48 horas en un sillón en el pasillo. No podíamos paliar su soledad porque solo nos veían los ojos tras unas gafas de protección".

Como los protagonistas de la película, tampoco la plantilla lo vio venir. "Este virus ha atacado a todo el mundo, hemos tenido a gente muy joven y muy grave". Limitar la Medicina a la parte más mecánica de la profesión fue una de las peores partes para Juan Manuel: "El ruido incesante de la gente en los pasillos, el no poder arropar a un enfermo que está completamente solo... estos meses me han marcado con escenas que nunca pensé que tendría que vivir". En los momentos más duros, se convirtió en rutina llegar a casa, y, después de una ducha donde limpiar el sudor y el peso de aquellos a los que no pudieron salvar, hacer cualquier cosa con la que olvidar que a la mañana siguiente, tendrían que volver a esas trincheras abarrotadas de enfermos a los que no podrían reconfortar. "Todo esto nos ha dejado una cicatriz que el tiempo solo logrará atenuar"

"La gente se tendía a dormir en el suelo, personas mayores con oxígeno y todo"

La escena que golpeó a Isabel en su primera noche que pasó ingresada en las Urgencias del Hospital de Fuenlabrada dejó fuera de toda duda la gravedad de la crisis a la que se enfrentaba el país. "Cuando llegó la noche, vi a una  persona tenderse en el suelo a dormir". Fue el primero de otros muchos que la rodeaban". "Se me caía el alma a los pies al ver la situación, entre estas personas había gente mayor, con el oxígeno puesto y todo...". Isa prefirió recostarse en su butaca, donde los profesionales corrían detrás de las batas tratando de llegar antes que la muerte al pitido de su busca.

Hospitales en guerra, donde pacientes y sanitarios vivieron en primera persona el tsunami de una tragedia mundial. El doctor Adrián Cano Prous, especialista en Psiquiatría de la Clínica de la Universidad de Navarra, asegura a La Información que aún es pronto para aventurarse a hablar de las secuelas de lo vivido, pero afirma que, para profesionales y pacientes, "el punto de vista personal es que no lo vamos a olvidar, aunque el impacto va a ser diferente en cada persona". Sobre aquellos que pasaron horas viendo, escuchando y sintiendo desde los sillones, el doctor afirma: "En el paciente se multiplica la sensación de vulnerabilidad, de que no se le está atendiendo y de que se está ahogando".  

Cano también recurre al cine para explicar esos peores momentos: "Un paciente que está en una butaca en un pasillo puede tener de la sensación de estar viviendo en directo una de esas películas americanas, donde la vida se acelera en los corredores de un hospital". El golpe es aún mayor cuando se trata de un enfermo de edad avanzada. "Para ellos, vivir una situación como la que se describe rompe con esa idea de que, pasara lo que pasase, siempre iban a  ser atendidos... esto les hace mucho más vulnerables, pero también mucho más conscientes". De hecho, el propio especialista ha vivido cómo los ancianos se han convertido en la Policía de las nuevas restricciones: "Un día, ya finalizado el estado de alarma, estaba en un restaurante con más de diez personas y un hombre mayor se nos acercó para echarnos del local".  

"Un pensamiento me rondaba: no vamos a poder con esto"

"Inabarcable". Yolanda emplea el mismo adjetivo de Juan Manuel para comentar lo ocurrido. La mujer tiene 52 años y es anestesista, en ejercicio desde 1992. "La situación ha sido espantosa, no había visto las Urgencias así en mi vida. Se duplicaron habitaciones, pusimos camas en los gimnasios...". Trabaja en el Hospital de Getafe y, allí, como en el resto de hospitales del país, la función de los profesionales de Anestesia ha sido crucial: "Pocos sabemos intubar a un enfermo". Define la evolución del centro como "una invasión de Covid". La especialista explica que, en condiciones normales, su hospital cuenta con 380 camas abiertas, "llegamos a tener 490 pacientes solo de Covid... me los sé de memoria".

La especialista asegura que ha analizado lo ocurrido con sus compañeros, "a toro pasado"; antes no había tiempo. "Una intubación no puede esperar, había que dejarlo todo, vestirse rápido y hacerlo". De su equipo, hasta nueve profesionales pillaron el bicho. "Ahora coincidimos en que un pensamiento nos rondaba y es que creíamos que no íbamos a poder con esto". La frustración de las vidas no salvadas es otra de las secuelas que le quedan a Yolanda: "Todos los días se nos iba alguien. Cuando te esfuerzas tanto con cada paciente y lo pruebas todo y después se te muere... eso te machaca".

En la otra punta de Madrid, antes de que el país lograse doblegar el pico, Maribel fue uno de esos casos leves que no tuvo una cama a su llegada a la unidad de Urgencias del hospital Reina Sofía. Con sus 60 años, pasó varias horas sentada en una silla. "Miré a mi alrededor y vi hasta seis personas en la misma situación que yo", relata. Desde ahí les subieron a una ambulancia que les llevó al hospital temporal de Ifema. En esos momentos, no hacía falta aterrizar en un hospital de campaña para sentirse parte de una guerra. 

"Los profesionales de nuestro hospital pasamos de emitir un suspiro cada vez que escuchábamos noticias de un nuevo caso en Madrid, al colapso total. Apenas hubo tiempo para reaccionar, nos desbordó totalmente", recuerda Yolanda. Ahora, con el paso (y el peso) de los días, los sanitarios siguen con la misma atención de los primeros días cada noticia sobre un nuevo brote: "No podemos pasar por esto otra vez, estamos machacados", coinciden la anestesista y Juan Manuel. Si de febrero a marzo no hubo tiempo para reaccionar, ahora tenemos la información para evitar que vuelva a ocurrir. Y que las cicatrices cierren antes de volver al desgarro de observar a la muerte desde los pasillos.

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