"Me ofrecieron dormir en una terraza"

Laura, estudiante: "Crucé una Europa en cuarentena sin tener que enseñar el DNI"

Laura, estudiante: "Crucé una Europa en cuarentena sin tener que enseñar el DNI"
Laura, estudiante: "Crucé una Europa en cuarentena sin tener que enseñar el DNI"

Un vistazo rápido a su pasaporte, en plena noche y sin tener que retirarse la mascarilla que le tapaba el rostro. Así describe Laura Couce, una estudiante de Medicina de la Universidad de Santiago, el único amago de las autoridades, en 3.000 kilómetros de travesía, por comprobar que ella era quien decía ser: "Crucé una Europa en cuarentena, de punta a punta, sin que nadie me pidiera el DNI". La crisis pilló a la universitaria en una estancia Erasmus en la ciudad polaca de Cracovia. "La aerolínea que se encargaba de conectar con España canceló el servicio cuando cerró el espacio aéreo", recuerda la joven gallega. Se decidió por el itinerario que le pareció menos surrealista: un autobús a Frankfurt (Alemania), un avión a Madrid y un tren a Santiago, donde se encontraría con su padre. En ninguna de estas escalas tuvo que mostrar su identificación.

Si la pandemia cogió a los gobiernos de todo el mundo por sorpresa, para los estudiantes de Erasmus fue como un jarro de agua fría... pero solo los primeros días. "Cuando esto empezó, la Embajada nos puso sobre la mesa todas las opciones", relata Laura en una llamada con La Información.  Las cifras todavía no anticipaban el cariz que tomaría la alerta sanitaria en el continente. Para unos jóvenes en viaje de estudios, una Polonia sin restricciones, con piso propio y las clases en pausa, se asemejaba más al comienzo de una estancia sabática que de un paréntesis en plena crisis mundial. "A muchos de los Erasmus se les empezó a ir la situación de las manos, organizaban fiestas multitudinarias, sin hacer caso a las advertencias", relata Laura. 

En los pocos vuelos de repatriación que fletó el Gobierno español, la Embajada priorizó el embarque de los nacionales que se encontraban de visita en la ciudad polaca ya que no tenían una residencia donde quedarse. Permanecer o partir era una "decisión personal": "Opté por quedarme porque me pareció lo más responsable de cara a la contención del virus". La cosa cambió cuando la situación se alargó más de lo previsto. "Hubo un problemilla en casa y entonces fui consciente: ya no iba a poder volver con mi familia cuando quisiera", cuenta la joven. La aerolínea LOT, que en principio se encargó de repatriar a los españoles, ya no cubría el trayecto Polonia-España. 

Laura, estudiante: "Crucé una Europa en cuarentena sin tener que enseñar el DNI"
Laura, en Cracovia durante la pandemia.

"Llamé de nuevo a la Embajada y me sugirieron que podía volver en coche". La idea, más de veinte horas al volante en un coche alquilado a través de un continente en plena pandemia, le pareció descabellada: "No era lógico, si lo que buscamos es que la Covid no se expanda, recorrer Europa en automóvil, parando de vez en cuando, no parecía lo más indicado". "Además, en un principio pensé que estaba sola", apunta Laura. Nada más lejos de la realidad, poco después se dio cuenta de que una decena de españoles también trataban de volver a casa desde la ciudad. 

"Las autoridades me dejaron claro que ya no habría más vuelos desde Polonia". En cuanto la universidad le confirmó que podría terminar el curso desde casa, la joven inició los trámites. "Compré un billete de avión Frankfurt-Barajas y uno de autobús Cracovia-Frankfurt". La alegría de saber que no viajaría sola -"los diez españoles que intentaban volver optaron por hacer el mismo recorrido"-, duró poco. La joven no tenía claro cómo proceder en Madrid. Llamó a la Embajada para preguntar si, una vez en Madrid, podría tomar el tren a Santiago y si tendría dificultad para hospedarse en la capital la noche que haría escala. "Me contestó un funcionario que debía tener un mal día porque, además de decirme que para cuestiones de España no era ese el número, me comentó que los aviones también dejaban a los españoles en tierra en el aeropuerto alemán".

Fue el único control, sin preguntas y con la mascarilla puesta

Con los billetes comprados y sin más alternativa, la estudiante pasó la mañana pegada al teléfono: "Llamé a todas parte, incluso al consulado, y la respuesta fue clara: no había ningún problema con los vuelos alemanes". Laura se montó en el autobús pasadas las cuatro de la tarde y no se bajó hasta 15 horas después. "Cada vez que parábamos, nos pasaban lista, como en una excursión", cuenta, "Y, aunque en la embajada nos indicaron que llevásemos el billete de avión siempre a mano y nuestra documentación al alcance... nadie nos pidió nada al embarcar".

Laura, estudiante: "Crucé una Europa en cuarentena sin tener que enseñar el DNI"
Laura, en el autobús que le llevaría a Frankfurt.

A media noche, en la frontera entre Polonia y Alemania, la Policía hizo el primer chequeo del viaje: "Nos indicaron que bajásemos y nos colocamos en fila india, en plena oscuridad, el agente cogía los pasaportes y, sin apenas detenerse nos los devolvía". Fue el único reconocimiento de su epopeya: sin preguntas y con la mascarilla puesta. El grupo llegó a la base de Frankfurt con cerca de una hora de margen, "lo justo para embarcar". También para darse cuenta de que la vida se había detenido. "Lo que vi en la ciudad alemana me impactó", admite la joven, "Parecía que había llegado el Apocalipsis, el aeropuerto vacío, con mendigos durmiendo en el suelo". 

Llegó la hora de subirse al avión y "tampoco entonces me pidieron el DNI, solo enseñé el billete y adentro". La joven afirma que la situación se descontroló cuando tomaron altura. "Te das cuenta de que la gente trata de hacer lo correcto, pero hay desconocimiento y al final se da un despropósito tras otro". Asegura que no se dejó hueco alguno entre pasajero y pasajero. "Aunque todos íbamos con mascarillas, la aerolínea tuvo el detalle de traernos comida, pero, al hacerlo con todos a la vez, el avión entero se quitó la protección y empezó a comer al mismo tiempo". A su lado iba "un señor muy mayor", así que reservó su ración hasta pisar tierra firme.

"Me ofrecieron dormir en la terraza de un Airbnb ilegal"

Dos horas y media después, la joven pisó suelo español. Pasó la noche en el Hotel Goya 75, uno de los negocios que el Gobierno declaró en servicio de guardia mientras durase la pandemia. Aunque su primera opción fue buscar un Airbnb más cerca de Chamartín donde, al día siguiente, tenía que coger un tren. "El dueño de uno de los pisos me dijo que era ilegal acogerme, pero que podía dejarle mi número en un mensaje y que me podría quedar allí, 'de estrangis'", cuenta con sorpresa, "Aún me quedé más boquiabierta cuando me dio la opción de dormir en su terraza si no me fiaba de la higiene del piso".

"En el tren hacia Santiago, tanto el trato como la organización fue impecable", reconoce la universitaria, "Respetaron las distancias entre pasajeros y Renfe avisó de que algunos servicios, como la comida o los auriculares, se habían suspendido por precaución". 

Cuando la estudiante contesta a la llamada de este diario, lo hace desde el jardín de su casa en Valdoviño (A Coruña). Su odisea, que comenzó el sábado 9 y acabó el lunes 11, es una prueba de que el tiempo es oro: 60 euros del autobús, 180 del avión, 60 del hotel y otros 60 del tren. Cerca de 400 euros en los que Laura apenas se detiene. Sus padres se han mudado con sus tíos por precaución y allí se quedarán hasta dentro de 14 días. "Cuando bajé del tren y me encontré con mi padre fue tan extraño... llevábamos sin vernos desde diciembre y solo pudimos saludarnos chocando los codos". La normalidad queda lejos, pero el "Apocalipsis" se sufre de otra manera cuando una está en casa. 

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