En Alicante

Así planta cara al virus la residencia con cero contagios que se adelantó a Sanidad

Residencia
Residencia

El coronavirus azota sin piedad las residencias de ancianos pero en medio de esta crueldad existen algunos centros en los que el Covid-19 todavía no ha dejado su huella. Es el caso una residencia en Almoradi (Alicante), donde la dirección del centro tomó la decisión el pasado 9 de marzo de aislar a sus 134 residentes prohibiendo las visitas de los familiares, días antes de que el Gobierno decretara el confinamiento. Desde esa fecha se pusieron en marcha unas medidas que a día de hoy dan su fruto, sabedores de que en cualquier momento la estadística se puede revertir porque este virus que ya ha dejado en España al menos 13.798 muertos puede 'entrar' de cualquier forma.

Los residentes saben a lo que se están enfrentando y aceptaron -"como jabatos"- la decisión de no poder ver a sus familiares. Ahora, el centro les ha proporcionado un móvil y una tablet para que dos veces a la semana puedan hablar, mediante videoconferencia y ayudados por el personal, con unos hijos o nietos que al principio no entendieron la decisión tan drástica de no poder ver a sus seres queridos pero que ahora no paran de enviar cartas y mensajes de agradecimiento a la dirección de este Centro Casaverde Almoradí.

Su director, François Iacopino, lleva once años al frente y cada día que pasa no es uno más, sino "uno menos". Como él, otros 80 trabajadores siguen estrictas medidas de seguridad tanto dentro como fuera del centro. En la residencia se planteó la idea de que se quedaran aislados con los ancianos pero, "como no sabíamos los días que había por delante", se decidió extremar la precaución: cada día se les toma la temperatura nada más llegar y al salir "y se va anotando". Cualquier que tenga el menor síntoma deberá ponerlo en conocimiento de la dirección. 

Desde ese 9 de marzo se impusieron medidas para plantar cara a la pandemia en el día a día. La primera fue que los residentes salieran lo menos posible de sus habitaciones. Para ello había que llevar toda su rutina a sus cuartos. No les falta su cita con su médico, fisioterapeuta, psicólogo, terapeuta ocupacional o trabajador social. Y eso sí, todos vestidos, "nada de quedarnos en pijama". Este equipo interdisciplinar también está dividido para evitar un contagio masivo. "Si sucediera intentamos aislar al máximo el foco de contagio", explica Iacopino. Divididos en tres 'batallones', se evita que coincidan en esas salas de paso, en las que el personal de limpieza no deja rincón sin desinfectar. "Se decidió contratar más personas para que los suelos, pasadores, zonas de contacto con la mano, paredes, salas comunes, la de deambulación, las puertas, tiradores.. estén totalmente desinfectados". Además, por la noche llega una empresa a la residencia para volver a desinfectar.

El uniforme de los trabajadores tampoco sale del centro, donde cada día es sometido al proceso de limpieza. Todos han recibido instrucciones para el manejo de los traje EPI de los que disponen. Estos días, los guantes y mascarillas están más a la orden del día que cualquier otro  teniendo siempre en cuenta la racionalización del material "por si la situación se complica". Y, a sabiendas de que un esfuerzo prolongado del personal puede generar cansancio y estrés, tienen a su disposición un equipo de psicólogos en los que buscar el apoyo necesario para combatir esta pandemia que les impide abrazar a sus familiares nada más llegar a casa.

Este centro, que es privado y concertado, no acepta nuevos residentes desde principios de marzo "porque llegaban de un entorno que no teníamos controlado". Y entre sus residentes, una paciente de 104 años que, como el resto, cada mañana se despierta ayudada por una auxiliar y realiza su videollamada a los familiares, a los que cada semana el grupo envía una comunicación para informarles de la situación tanto de su familiar como de la residencia en general, que por ahora son buenas noticias, nota discordante con una realidad que ha llevado al Gobierno a obligar a las comunidades autónomas a revelar los fallecidos en sus residencias cada semana tras las numerosas víctimas.

El presidente del grupo Casaverde, Alberto Giménez, cruza los dedos para que el número de contagios siga como hasta la fecha. Este centro de Alicante no es el único que está 'a cero', en una zona donde el virus ha castigado a otras residencias y el número de fallecidos en la provincia supera las 269 personas. En total, en el grupo se atiende a 1.200 pacientes y en otros centros sí se contabiliza algún caso, pero "pocos". También se han enfrentado a la peor cara de la pandemia: la muerte.  En todos, para luchar contra el estado de ansiedad e inquietud que supone para los familiares no poder ver a sus seres queridos se puso en marcha esas videollamadas donde por ejemplo Mª Luisa de Grandes, de 95 años, relata como si fuera un cuento cómo está pasando estos días. Y como si de un cuento inacabado se tratara su mensaje "Hubo una vez un virus" se convierte en el lema de unos días en los que el efecto del confinamiento parecen arrojar datos positivos en general y cualquier error o paso atrás puede dar espacio al coronavirus del que ya se han curado más de 43.000 personas. 

Testimonio residencia
"Érase una vez un virus"
Mostrar comentarios