Ha pensado en quitarse la vida

De cobrar 1.600 euros a las colas del hambre: "Yo no como, es lamentable"

Fulgencio es un camarero que durante 30 años ha puesto miles de cafés y cañas en la Plaza Mayor de Madrid, ahora desierta de turistas. "Hoy sé que mi niña de dos años y mi mujer tienen un yogur para comer".

Colas del hambre
Entrevista a Kiko en Espejo Público. 
Antena 3

Los casos de coronavirus en España siguen descendiendo, pero según advierte Fernando Simón "muy despacito ya". El temor a la cuarta ola hace que desde casi todas las Comunidades Autónomas se apueste por tomar medidas drásticas esta Semana Santa con cierres perimetrales, adelanto del toque de queda y restringir el número de personas que puedan reunirse a cuatro. Madrid no acepta mientras Canarias y Baleares se lo piensan. Detrás de esas cifras, casos reales como el de un camarero que cuenta entre lágrimas a las cámaras de Antena 3 que ha pasado de cobrar 1.600 euros al mes a estar en las colas del hambre: "Yo no como, se lo doy a mi mujer, es muy lamentable". 

Llevamos un año viendo como la pandemia deja historias personales muy duras. Es el caso de Fulgencio, que ha pasado de tener un trabajo estable a tener que pedir comida. Durante 30 años ha puesto miles de cafés y cañas en la Plaza Mayor de Madrid que ahora está vacía de turistas. La pandemia se llevó por delante a los clientes y el trabajo de este camarero que se siente como "una persona que no vale para nada con 53 años". 

La nueva situación que le ha tocado vivir le lleva hasta las colas del hambre, algo que "me da mucha vergüenza porque ponerse aquí es muy duro", cuenta a la periodista. "Y hay veces que tienes para venir pero hoy estoy aquí porque el responsable me ha metido 25 euros". Recoge comida para su hija de dos años y su mujer enferma y eso "me tranquiliza por lo menos para hoy". A Kiko, como le conocen, le han sacado parcialmente del ERTE en el que se vio cuando llegó el coronavirus y ha tenido que abandonar el piso en el que vivía porque "no soy un okupa, no lo comparto". Durante seis meses la casera le dejó pagar la mitad de lo que ingresaba del ERTE, 790 euros y "durante seis meses lo aceptó pero no pudo más". ahora paga un alquiler de algo más de 600 euros y pagando "luz y agua me quedan 30 euros y no puedes tirar con eso". 

"Yo vivía bien, con ilusiones". Tiene una niña de dos años y una mujer con una invalidez del 60%. A la pequeña se le rompieron dos dientes de leche y en el dentista le pidieron 110 euros para arreglarlos y "20 euros del ERTE que me quedó y otros tantos que me dio mi madre y un anillo que vendí de mi mujer por 60 euros... lo pagué". Ahora espera y "pido a dios que mejore para que el empresario, mi jefe, levante cabeza y me pueda dar un sueldo sin el ERTE decente porque en esta situación no puede". Ahora se considera un privilegiado porque "me ha podido rescatar para trabajar cuatro horas". Pero entiende que con la caja que se hace "no se puede seguir". 

"Estoy vivo de milagro"

"Si estoy vivo es por mi hija de dos años y mi mujer porque me han entrado ganas de quitarme la vida". Relata en Espejo Público que "hay días que he estado todo el día buscando trabajo pero me ven viejo. No sé hacer otr acosa, si encontrara algo para limpiar calles...".  E insiste: "Todo el mundo te da de lado y no soy yo solo porque hay mucha gente así".  Y lamenta que el último mes no no le pagaron el ERTE. "Hoy estoy un poquito más tranquilo porque tiene la despensa con algo de comida". 

Hace meses en La Información se conoció la historia de Saturnino, que lleva desde los 19 años siendo un topo de tierra y ahora acepta lo que hay. Es la primera vez que tiene que acudir a un comedor social, el de las Hijas de la Caridad, donde, desde el mes de marzo, recoge su bolsa de 'picnic' a las 13:00h. Recuerda que de abril a agosto la cola del comedor de Martínez Campos daba la vuelta a la manzana. "Voy haciendo, a veces me llaman para revisar contadores o calderas. Se me acabó el paro en marzo y tuve que engancharme a la ayuda para mayores de 55 años", explicaba este técnico del gas. 

Hasta el 6,4% de la población reconoce que en el último año, desde el comienzo de la pandemia hasta ahora, ha necesitado ayuda de un profesional debido a algún problema psicológico, y hasta el 5,8% afirma que le han prescrito algún psicofármaco para afrontar esos problemas, según señala el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el primero que se realiza sobre la salud mental de los españoles durante la pandemia. A punto de cumplirse el primer aniversario del confinamiento decretado por el Gobierno con el Estado de Alarma el CIS observa cómo afectó, cómo se ha vivido y en qué situación se encuentra la salud mental de los españoles, uno de los daños colaterales menos reconocidos de la Covid-19. Respecto a cuál fue o fueron los problemas más mencionados que les llevaron a acudir al psicólogo o psiquiatra durante la pandemia, el 43,7% de los que buscaron ayuda hizo referencia a un trastorno ansioso, el 35,5% o a un trastorno depresivo y un 5,1% a un trastorno de conducta.

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