El azote del coronavirus

La crisis que define una Presidencia: dos meses del primer caso positivo en España

Fotografía Pedro Sánchez, fotógrafos / EFE
Fotografía Pedro Sánchez, fotógrafos / EFE
Fotografía Pedro Sánchez, fotógrafos / EFE
Pedro Sánchez tras anunciar el primer paquete de medidas contra el 'coronavirus'. / EFE

Dos meses han pasado desde el primer caso de coronavirus en España y mucho más lejos parecen quedar los mensajes de tranquilidad que Pedro Sánchez enviaba entonces. La propagación del virus ha desbordado cualquier previsión y ha colocado al presidente al frente de la mayor crisis de la democracia.

Dos meses muy diferentes entre sí también, con un febrero con cifras aún bajas marcado por la confianza del Gobierno en que el Covid-19 no azotaría sobremanera a España y un marzo negro, con una propagación imposible de contener que se ha llevado por delante la vida de más de 7.000 personas.

Y sesenta días en los que Sánchez pasó de hacer contadas valoraciones sobre la epidemia a multiplicar sus comparecencias para explicar las medidas que se van tomando y estar casi omnipresente en los millones de hogares confinados que le escuchan, un día sí otro no, defender su gestión.

La tranquilidad de febrero

Pedro Sánchez asiste en Beja (Portugal) a la reunión de los países "amigos de la cohesión" que defienden estos fondos en el presupuesto europeo. Pocas horas antes, la noche del 31 de enero, se acababa de conocer el primer infectado en España, un turista alemán en la isla de La Gomera.

"Preocupar preocupa, pero tenemos un sistema nacional de salud fantástico", dijo entonces Sánchez, mientras pedía "confianza" en los expertos que seguían la evolución de la epidemia. Aquella frase resume la tónica del Gobierno durante casi todo ese mes. Sánchez vuelve a dar un mensaje parecido el 21 de febrero tras conocerse el primer muerto en Italia y cuatro días después, cuando preside la primera reunión de la Comisión Interministerial sobre el coronavirus, insiste en transmitir tranquilidad.

Los casos se sucedían con cuentagotas y el Gobierno insistía en que el riesgo no había aumentado para el país, del mismo modo en que rechazaba cualquier razón sanitaria en la suspensión del Mobile Congress de Barcelona que decretaron los organizadores tras la marcha de numerosas empresas. El último día del mes y con medio centenar de casos registrados, Sanidad descartaba tomar medidas adicionales para evitar la propagación.

Marzo fatal

Pedro Sánchez interviene en un mitin del PSE en Vitoria-todavía no se habían anulado las elecciones vascas y gallegas del 5 de abril-. Dice que ante el coronavirus "no cuentan ni la ideología ni las opiniones, sino la ciencia y el conocimiento", y reitera su confianza en el sistema público de salud.

Pero marzo empieza mal. Los casos aumentan a mayor velocidad y el día 3 se conoció el primer fallecido en España, un paciente que había muerto muchos días atrás, el 13 de febrero, en Valencia. Comienzan a saltar las alarmas, aunque en los días posteriores se mantiene la fase de contención y Sanidad insiste en que la incidencia es baja.

El 8 de marzo se celebraron en toda España las concentraciones y manifestaciones por el Día de la Mujer, con miles de asistentes, sobre todo en la de Madrid, la más multitudinaria. El mantenimiento de aquella cita ha sido uno de los principales frentes de ataque de la oposición al Gobierno tras estallar la pandemia en España.

Un día después empiezan a conocerse datos más preocupantes. Los casos se han multiplicado, superan el millar y hay 28 fallecidos. Pedro Sánchez vuelve a aparecer en escena, y preside por primera vez la Comisión de Seguimiento del coronavirus. En un acto posterior, anuncia un plan de choque con medidas para hacer frente a los efectos económicos de la epidemia. A partir de ese momento, todo se precipita.

Desconcierto, medidas y disputas

Palacio de La Moncloa, 10 de marzo. Pedro Sánchez comparece de forma extraordinaria y promete hacer "lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta" para superar la crisis. Tendrían que pasar aún cuatro días para que se decretase el estado de alarma. En esas cuatro jornadas hubo un Consejo de Ministros con las primeras medidas económicas y dos comparecencias del presidente.

El 12 de marzo, cuando el Consejo aprueba las primeras medidas económicas, se conocen los dos primeros casos de coronavirus en el Ejecutivo: Irene Montero y Carolina Darias. Sánchez pide a todos los ciudadanos "disciplina" y un día después desvela cómo se pondrá a prueba dicha disciplina: Anuncia el decreto de alarma y el obligado confinamiento.

El 14 de marzo se reúne de nuevo el Consejo para aprobar el estado de alarma y salen a la luz las fuertes fricciones en la coalición de Gobierno sobre las medidas económicas que hay que tomar.

Divisiones internas que no han cesado desde entonces con más o menos ruido, con los ministros de Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, reclamando y presumiendo de impulsar las medidas más valientes y los socialistas molestos, por entender que no es este, precisamente, el momento de atizar una crisis interna.

De leal oposición a crítica incesante

Y no ha faltado tampoco, la convulsión política general. Los partidos de la oposición se han movido entre la supuesta lealtad al Gobierno en esta batalla y la dura crítica a Sánchez y sus ministros por no haber visto venir la catástrofe, tomar las medidas tarde o decidirlas sin consensos ni discusiones previas.

El líder del PP, Pablo Casado, ha pasado de asegurar a Sánchez que "no está solo" en esta lucha a advertirle de que no apoyará los dos últimos grandes decretos -incluido el del cese de actividad- si no los cambia.

Vox se ha mantenido en su línea implacable con todo tipo de acusaciones mientras Ciudadanos ha optado por presentarse como partido de Estado con una crítica mucho más tenue al Gobierno. Pero si algo le puede complicar a Sánchez las cosas, no sólo ahora sino también en el futuro, es la posición de quienes hasta ahora le han apoyado parlamentariamente.

Porque ERC y el PNV se han plantado. Esquerra ha endurecido sus críticas por la gestión y no apoyó -se abstuvo- la prórroga de la alarma y los nacionalistas vascos, que se consideran "ignorados" por Sánchez, aseguran que la confianza en el Gobierno se ha resentido.

También se ha perdido -si es que la hubo en algún momento- la prometida unidad entre administraciones, en un momento en que el Gobierno tiene que coordinar con las comunidades y al mismo tiempo tiene más potestad que nunca sobre ellas.

Los presidentes autonómicos subrayaron su lealtad y disposición al Ejecutivo en la primera videoconferencia con Sánchez, en la que sólo 'desentonaron' Quim Torra e Íñigo Urkullu.

No así en la segunda reunión, con todos urgiendo a Sánchez a enviar el material de protección sanitaria que no termina de llegar en la medida en que se necesita. Ni en la tercera, con fuerte divisiones ante el cese de actividad y la exigencia de algunos de medidas diferenciadas por territorios.

Y tampoco cuenta ya Sánchez con el apoyo incondicional de todos los agentes económicos. La patronal lleva días reprochándole el cese de toda la actividad no esencial y avisa que esta decisión puede abocar a una recesión mucho más profunda de la que se prevé.

Semanas sin tregua, con Sánchez omnipresente

Desde su comparecencia extraordinaria en La Moncloa la noche del 10 de marzo, Pedro Sánchez ha tenido nueve intervenciones públicas -siete ante los medios y dos en el Congreso- en las que ha defendido su gestión, las medidas adoptadas y el momento en que se decidió tomarlas.

Una estrategia política y de comunicación con la que ha querido dejar claro que está al frente de esta crisis. Para bien o para mal. Siempre con semblante muy serio, a veces con aspecto cansado, Sánchez ha defendido que todas y cada una de las medidas tomadas por su Gobierno responden a la recomendación científica, de los expertos epidemiológicos y sanitarios.

Apenas ha dejado espacio a la autocrítica. El 18 de marzo, cuando defendió el estado de alarma en el Congreso admitía que tras la crisis habrá que revisar el sistema sanitario para corregir sus fallos. Pero insistía, entonces y después, en defender su gestión, subrayaba que la pandemia es global y que ha sobrepasado a todos los países, no solo a España.

Y aunque la maquinaria del Gobierno no ha parado de tomar medidas -decretos, órdenes ministeriales, compras (incluidas las fallidas) de material y despliegue de las fuerzas y cuerpos de seguridad- a mucha mayor velocidad ha ido la propagación del virus, que hasta el lunes había provocado 7.340 muertes.

"Ningún responsable público está dotado de poderes sobrehumanos", decía Sánchez el pasado miércoles en el Congreso cuando defendió la ampliación del estado de alarma. E insistía en que no piensa gastar "ni un gramo" de energía en responder a las críticas mientras dure la crisis.

Ya se defenderá después. Porque habrá un después, cuando todo esto acabe. Es difícil imaginar que el debate político vuelva a las cuestiones que antes lo copaban, pero está claro que el balance de esta crisis, la rendición de cuentas o la petición de responsabilidades centrarán la discusión más inmediata. Y también las futuras batallas por los votos.

Y el coronavirus no será sólo lo que defina esta legislatura o este periodo del Gobierno de Pedro Sánchez. Definirá toda su Presidencia.

Patricia de Arce/EFE

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