La madre de Asunta se ahorca en su celda

Rosario dejó de estar vigilada porque empezó a integrarse con las internas

Los funcionarios la vieron con vida en el recuento de las ocho de la mañana pero la echaron en falta en el desayuno. Al llegar a su celda descubrieron que se había quitado la vida. 

Rosario Porto
Rosario Porto durante el juicio por la muerte de su hija Asunta. 
EFE

"Yo no maté a mi hija". Son las declaraciones entre lágrimas de Rosario Porto durante el juicio en el que fue condenada a 18 años de prisión en el año 2015 por el asesinato de su hija Asunta Basterra. Cuando llevaba cumplidos siete años de condena ayer decidió ahorcarse en su celda en la prisión de Brieva (Ávila) poco después del recuento de las ocho de la mañana. Hacía tiempo que ya no tenía una presa 'sombra' a su lado. Los informes diarios de los psicólogos de prisión empezaban a ser favorables. Se integraba más en el centro, seguía la medicación y su comportamiento hizo que se levantara el protocolo antisuicidios que hasta en seis ocasiones se le había aplicado. 

Con su muerte se pierde uno de los testimonios que podría arrojar luz sobre el crimen de la niña de doce años. Rosario nunca admitió su participación en su muerte, ni la de su exmarido, Alfonso Basterra, quien según ha podido saber La Información llegó a decir en prisión que "solo saben quien ha matado a mi hija el asesino y ella". Ambos estaban a la espera de solicitar su primer permiso para salir de prisión después de ser declarados culpables de un suceso que empezó con el hallazgo del cuerpo de una menor en una pista forestal de Teo, próxima a una casa propiedad de la mujer y que el pasado mes de octubre se incendió causando importantes daños. A eso hay que sumar que su venta por un millón de euros era casi imposible, ni incluso rebajando el inmueble a la mitad de precio. 

Mientras, parece que Rosario Porto dejaba de ser esa presa que no dudaba en ejercer de abogada para reclamar sus derechos ante los funcionarios los primeros días de prisión para después  intentar quitarse la vida en dos ocasiones. La interna fue trasladada hasta en tres ocasiones de prisión hasta llegar al centro de Ávila. Primero estuvo en Texeiro, donde sí se rodeó de un grupo de presas que al principio seguían sus consejos y a continuación en A Lama, donde ya intentó suicidarse en la ducha con el cordón de una prenda de ropa. En esa ocasión avisó a una interna. A finales de 2019 su abogado, José Luís Gutiérrez Aranguren, aseguraba por aquel entonces que arrastraba "una profunda depresión desde hace años". Al llegar a su nuevo destino el pasado mes de marzo parece que su actitud cambió, según ha podido conocer este diario, y por ello decidieron que abandonara el régimen de antisuicidio que la obligaba a estar en enfermería y constantemente vigilada

Porto volvía a ejercer una "cierta ascendencia" hacia el resto de reclusas por su condición de abogada. También dio muestras de mejoría porque se cuidaba físicamente y pedía cremas y otros productos de belleza, haciendo vida normal en el módulo ordinario que compartía con otras presas. Pero es el doctor Cabrera, en declaraciones a La Sexta, el que puntualiza que "muchas personas suicidas, y más en mujeres, hay una forma de mejoría para luego pasar a la acción. "Tomó la decisión cuando se relajó la institución", puntualiza. 

Cuando los funcionarios la echaron de menos en el desayuno y corrieron a buscarla a su celda se encontraron su cuerpo con una especie de soga de tela al cuello colgado de la ventana. En bolsas, todas sus pertenencias que previamente ella había metido. Por ahora no se ha encontrado ninguna nota ni carta de despedida. Hasta ayer, la presa ya había protagonizado otro episodio suicida además del cordón en la ducha como la ingesta de pastillas que había ido guardando de la medicación diaria. Todo se interpretó internamente  como una llamada de atención, ante la imposibilidad de quitarse la vida por ejemplo con dichos cordones. 

Su abogado le insistía en solicitar permisos para intentar salir de prisión y empezar a animarse. "Ella no quiere saber absolutamente nada de libertad", aseguraba. En ese estado entró en prisión después de que su hija fuera encontrada sin vida el 21 de septiembre de 2013. A ese día le siguieron unos frenéticos meses de incógnitas sobre la desaparición de la niña de origen asiático aunque, desde el principio, la investigación se centró en los padres adoptivos que fueron detenidos dos y tres días después del suceso.

Las incongruencias testificales de Rosario Porto y Alfonso Basterra, y sus teorías imposibles de probar, desencadenaron muy pronto las sospechas, lo que provocó sus detenciones por homicidio. La instrucción seguida desde el juzgado compostelano pasó por diferentes fases ya que en un primer momento, Rosario Porto se negó a colaborar en las diligencias y, luego, expuso hasta tres versiones diferentes sobre los pasos que ella y su niña habían dado en la jornada de los hechos. Su versión siempre fue la misma: Asunta era lo que más querían en el mundo y su asesino estaba fuera. 

Sin embargo, las declaraciones de los condenados no convencieron ni al juez ni al jurado popular que, por unanimidad, los declaró culpables de la muerte violenta de la pequeña después de que los análisis toxicológicos determinaran que Asunta había sido sedada con benzodiacepinas desde varios meses antes de su muerte. Según los forenses, el día de su fallecimiento, jornada en la que la pequeña había comido con ambos padres, Asunta habría ingerido al menos 27 pastillas de Orfidal.

El que sí tiene ahora el protocolo de antisuicidio activado es su exmarido, Alfonso Basterra. Pocas veces le han escuchado hablar de que su mujer sufriera una depresión. Los que le conocen en prisión hablan de un hombre que va con pies de plomo pero que ante los funcionarios no duda en recordar sus derechos cuando lo necesita. Más tranquilo que Rosario, ahora está en su mano arrojar luz al crimen de su hija. 

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