Difícil vuelta a los centros que enseñan coexistencia tras la guerra en Gaza

  • Septiembre suele entrañar cierto grado de nerviosismo, algo de ilusión y un difícil regreso a la rutina, pero para los alumnos y profesores de centros que apuestan por la coexistencia entre árabes y judíos, la reciente guerra en Gaza está haciendo la vuelta al colegio más cuesta arriba que nunca.

Daniela Brik

Jerusalén, 10 sep.- Septiembre suele entrañar cierto grado de nerviosismo, algo de ilusión y un difícil regreso a la rutina, pero para los alumnos y profesores de centros que apuestan por la coexistencia entre árabes y judíos, la reciente guerra en Gaza está haciendo la vuelta al colegio más cuesta arriba que nunca.

Tras un verano en el que los niños de ambas comunidades han vivido rodeados por un ambiente bélico y muchos apenas pisaron la calle por el temor de sus padres, el regreso al colegio se convierte más que nunca en una forma de recuperar la rutina además de un alivio después de interminables horas muertas frente al televisor.

Ante la inseguridad de espacios abiertos como playas y piscinas, las familias israelíes han pasado el verano en refugios, centros comerciales y espacios considerados seguros frente a la amenaza de los cohetes disparados desde Gaza por las milicias palestinas, en conflicto con Israel, que entre los pasados 8 de julio y 26 de agosto emprendió en la Franja la operación "Margen protector".

Para los niños árabes, en particular de Jerusalén y otras localidades con poblaciones mixtas, jugar fuera de casa tampoco ha estado garantizado.

Y es que tras el asesinato del adolescente palestino Muhamad Abu Jedeir de Jerusalén Este a principios de julio por extremistas judíos, en venganza por el asesinato de tres estudiantes de un seminario rabínico, las agresiones, insultos y pintadas contra la población árabe se han multiplicado de manera exponencial.

El instituto Amal de Jerusalén oriental, donde estudiaba el menor, que fue quemado vivo, sigue el currículo israelí y era el único en el que los estudiantes palestinos visitaban cada año los campos de concentración nazis que se conservan en Polonia, como Auschwitz, pero este curso el viaje no se realizará.

Su director, Fawzi Abu Ghosh, cuyo lema siempre ha sido "una persona debe ser decente con otro pueblo", reconoce que, tras la muerte del menor y la detención de otros dos alumnos por fuerzas israelíes, en esta ocasión la visita es inviable.

La ofensiva israelí en Gaza, que concluyó el 26 de agosto y en la que han muerto más de 2.000 palestinos y 67 israelíes, ha supuesto el catalizador de los sentimientos más enconados y ha terminado por sacudir los mismos cimientos de la enseñanza en los colegios donde el bilingüismo y la coexistencia pacífica son la piedra angular.

Así, en el colegio "Yad ve Yad" (Mano a Mano) de Jerusalén, los servicios municipales de limpieza han tenido que borrar una pintada en la que se leía "muerte a los árabes", y que ahora ha sido reemplazada por un gran cartel que da la bienvenida a los alumnos que comienzan el curso.

"Para los adultos enseñar coexistencia es más difícil ahora; para los niños es igual aprenderla. Sabemos que debemos permanecer juntos y que no formamos parte del consenso, no somos algo obvio", explicó a Efe Shuli Dichter, el director de la organización que engloba a este y otros cuatro centros educativos repartidos por el país.

Desde Jerusalén, donde cuentan con 624 alumnos que cursan de preescolar hasta duodécimo grado, pasando por Haifa o la región septentrional de Galilea, en total 1.200 estudiantes siguen un programa educativo que incluye de forma simultánea por clase a dos docentes, uno árabe y otro judío, y dos lenguas, hebreo y árabe.

Antes de su incorporación al curso, los profesores participaron en una reunión en Nazaret para analizar cómo encarar el año.

"Tratamos de anticiparnos a la reacción de los niños y sus emociones tras el verano", manifestó Dichter, que señaló que ya en los campamentos de verano se abordó cómo trabajar con las comunidades en torno a los centros para reforzar la idea de que "árabes y judíos rechazan ser enemigos".

También son conocidas iniciativas educativas como la del kibutz Nevé Shalom, a mitad de camino entre Tel Aviv y Jerusalén, o las guarderías de la asociación de jóvenes cristianos YMCA, que aboga por el bilingüismo y acoge a niños de diferentes credos.

Además, más de 600 niños israelíes y palestinos toman parte durante el año lectivo en actividades con el fútbol como herramienta para construir lazos patrocinadas por el Centro Peres de la Paz.

Para Alexandra Klein-Franke, directora de la guardería Erna y Henry Leir del YMCA de Jerusalén, en la que están inscritos 105 niños, la situación de conflicto no ha dificultado el regreso a las aulas.

Durante la guerra el centro celebró un "iftar" con el que rompieron el ayuno del mes de Ramadán y en el que -apunta- muchos padres y niños manifestaron un sentimiento de liberación: "Dentro de esta locura pudimos mantener esta isla de lucidez".

Klein-Franke defiende que cuando vienen a recoger a sus niños, los padres "no están pendientes de la política, la justicia histórica o las noticias, sino de lo que compartimos a diario".

"Esto ofrece a la gente la posibilidad de vivir el sueño de lo que podría ser", concluye.

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