Donna Leon vuelve a Brunetti y plantea su trama más negra y terrible

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 19 may.- No para de "asesinar" gente pero Donna Leon odia la violencia. Aún así en la última entrega, y van 22, del comisario Brunetti incluye una escena tan terrible como la historia que cuenta, las más negra de las que se le han ocurrido porque el "crimen" que se comete "es casi legal".

Leon (Nueva Jersey, 1942), una veneciana de adopción desde que hace 32 años cayera fulminada por su belleza y decidiera que ya tenía bastante de su patria, Estados Unidos, ha recalado en Madrid en su gira europea de presentación de su última novela, "El huevo de oro", que mañana y pasado firmará en la Feria del Libro.

Sigue empeñada en no permitir la traducción al italiano de sus libros porque, asegura en una entrevista con Efe, Venecia es un lugar terrible para tener esa fama que "enloquece a los fans, empeñados en ser tus amigos, en que les quieras".

Quizá también influya en su deseo de anonimato que en sus novelas nunca se ahorra críticas al sistema político, cuyo control, asegura, está en manos de la Mafia, en creciente "simbiosis" con los partidos, aunque ella sostiene que los italianos que leen, en otro idioma, claro, sus libros le dicen que todo lo que cuenta es "verdad".

Fiel a su disciplina de "un libro por año", ya tiene acabado el que hará el número 23, y en el que pondrá a Brunetti a investigar un caso inspirado en el de la Biblioteca Girolamini de Nápoles.

"El director fue nombrado por Berlusconi hace 15 años y durante ese tiempo ha robado al menos 4.000 libros y vendido un Códice de Galileo y una primera edición de Utopía de Francis Beacon. Dos de los ejemplares han aparecido en casa de Marcello Dell'Utri, el abogado de Berlusconi, un escándalo increíble, más que su 'bunga bunga' de abuelo con viagra", se despacha.

Aún con todo, promete, nunca meterá al ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi en una de sus tramas porque ella, insiste, no escribe "pornografía".

A sus 70 años, Leon sigue sin decidirse por "criogenizar" o dejar que envejezca "su" Brunetti: "una vez escribí 240 páginas sobre alguien a quien describía como una excelente persona y de repente se convirtió en un mentiroso, un ladrón, un chantajista. ¿De dónde vino eso?. No lo sé y por eso no sé qué va a pasar con él", se ríe.

"El huevo de oro", explica, se basa, como el resto de sus aventuras, en cosas que ha vivido o leído y que de alguna forma le han impresionado.

En este caso, ha sido el hecho de descubrir, preguntando aquí y allá como "buena cotilla", que alguien que ella creía que era de una forma era justo de la contraria y de la lectura de un libro sobre la importancia del aprendizaje del lenguaje antes de la pubertad.

De ahí nace la trama que protagoniza de nuevo el "cachazudo", intelectual y sólido Guido Brunetti a partir de la noticia de que ha aparecido muerto por una sobredosis de pastillas un hombre sordo y retrasado que trabaja en una tintorería del vecindario y del que no hay rastro administrativo alguno.

Si el "misterio" es ese, mezclado, como es habitual, con otro más "leve" que vuelve a poner en solfa a los políticos italianos y su forma de "gobernar", el debate que plantea es que hay "cosas terribles que, sin embargo, son legales o muy ligeramente ilegales".

"¿Es ese el crimen perfecto?. (El siete veces primer ministro de Italia) Giulio Andreotti cometió el crimen perfecto y tuvo funeral de Estado. Qué maravillosamente enigmática he estado", se ríe de nuevo la autora, traducida a 26 idiomas.

En el que ya es el segundo libro más vendido en Alemania, incluye una escena violenta, algo absolutamente inusual en sus textos porque, siguiendo las enseñanzas de Aristóteles, es partidaria de presentarla "tras el escenario" y se pregunta de dónde sale el placer por ver el sufrimiento de otros.

"La novela negra prolifera como los "funghi" (setas). No sé por qué pasa esto. Me parece muy extraño que la forma de entretenerse sea ver sufrir a nuestra especie", se asombra.

Venecia, ha dicho poco antes en una rueda de prensa, es el "escenario perfecto" para un crimen por su "belleza sin par": "muestra que los delitos ocurren en todas partes".

Si se decidiera por un lugar que no fuera Venecia, el único sitio del mundo por el que ha sentido una "conexión especial", "quizá y solo quizá" se iría a Nápoles, porque, bromea, "siendo un caos total, como es, son muy simpáticos, cálidos y humanos".

España no le tienta en absoluto porque "aunque haya crimen y corrupción, como en todas partes", solo es capaz de sentir "feeling" con Venecia.

"Vivimos unos tiempos muy corruptos. Los políticos roban en todas partes y parece que no pasa nada. Será porque ellos hacen las leyes", sugiere.

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