El barón Thyssen pasa factura a sus ex

  • Carlos Mínguez.

Carlos Mínguez.

Madrid, 9 oct.- Antes de Tita, el gran amor de su vida, como no se cansa de repetir en las páginas del libro, cuatro fueron sus esposas, y a las cuatro -Teresa, Nina, Fiona y Denise- el barón Thyssen les pasa factura en unas memorias que ven ahora la luz, más de una década después de su muerte.

Unas memorias que su viuda se ha encargado de editar y que son un "minucioso autorretrato" -están escritas en primera persona- de quien fue uno de los hombres más ricos del mundo y, ante todo, uno de los más grandes coleccionistas de arte de todos los tiempos.

Un hombre contagiado por su padre con "esa bendita fiebre incurable del coleccionismo", a quien España debe una pinacoteca que para sí quisieron también alemanes, ingleses, franceses y norteamericanos, como la millonaria familia Getty.

Una colección con grandes maestros de la pintura de todos los tiempos, que finalmente, y a pesar de la firme oposición de sus tres hijos mayores -Georg, Francesca y Lorne-, para quienes también hay en el libro reproches y graves acusaciones, se quedó en Madrid, frente al Museo del Prado, gracias al empeño y la inteligencia de Tita.

Más de ochocientas joyas únicas que Sotheby's tasó en los años 80 del siglo pasado en unos 1.200 millones de dólares, según se dice en el libro, y por las que el Estado español pagó, confiesa el barón Thyssen, 350, cincuenta menos de los inicialmente apalabrados.

Hans Heinrich August Gábor Tasso Thyssen-Bornemisza de Kaszon, un "holandés errante con alma magiar" -nació en Scheveningen, un pequeño pueblo de pescadores holandés, de padre alemán y madre húngara- solo encontró el amor cuando dejó de buscarlo, tras cuatro matrimonios desastrosos que le costaron tantos disgustos como dinero.

"Cuando analizo mi vida sentimental, siempre llego a la misma conclusión: hasta que conocí a Tita, no tuve suerte en el amor. Todas me eran infieles". Es la confesión de un "romántico", de un hombre "tenaz y fiel" a sí mismo que no podía vivir solo, que necesitaba tener a su lado a "alguien a quien amar".

Y que estaba convencido de que "sólo son leales (las mujeres) cuando las cosas van bien".

La princesa Teresa de Lippe, madre de su primogénito Georg, fue su primera esposa. Una mujer "autoritaria y tiránica" que le ponía lo cuernos con su cuñado Ivy, casado con su hermana mayor, Margit. "Alta, atractiva y algo regordeta", se comportaba como "una emperatriz". Lo suyo "fue un matrimonio de conveniencia" que duró cuatro años.

A Georg, que con el tiempo dirigiría el imperio Thyssen, su padre le acusa de engaños, de deslealtad e, incluso, de intentar internarle en una clínica psiquiátrica en París. "Para él, el dinero es más importante que la virtud o el honor", escribe.

Nina Dyer, tan extraordinariamente bella como excéntrica, una famosa modelo británica del momento, fue la segunda esposa. "Hacer el amor con ella -reconoce- era maravilloso". Fue una mujer inestable -acabaría suicidándose- que llenó de inestabilidad su vida, si bien "bondadosa y generosa".

El matrimonio duró un año, el tiempo suficiente para que, entre otras muchas excentricidades, el barón aprendiese a pasear por el parisino bosque de Boulogne a las crías de pantera negra y leopardo que acompañaban a la pareja allá donde iban.

"Su reacción, cuando vio que nuestro matrimonio se acababa, fue -escribe- irse de tiendas". Un capricho de 2,4 millones de francos franceses gastados en tan sólo una tarde en el taller del gran Balenciaga.

Cupido volvió a tocar su corazón poco después, cuando conoció a Fiona Campbell, de familia angloescocesa, una mujer "muy poco inteligente". "Era tonta", afirma categórico. "Creía que lo sabía todo y en realidad no entendía nada", destaca de quien fue la madre de Francesa, la única hija del barón, y de Lorne, cuya paternidad siempre puso en duda.

"Uno de sus fallos -escribe de Fiona Campbell- fue el haberse tomado muy a pecho el papel de baronesa".

El cuarto "error" fue Denise Shorto, brasileña, con quien tuvo a su hijo Alexander, por el que siempre sintió, a diferencia de lo que ocurría con los tres anteriores, "una gran ternura".

"Creo que jamás llegué a importarle algo", escribe de su cuarta esposa, que le fue "infiel prácticamente siempre". Aunque tenía una virtud: "era tan clara que lo admitía, y hasta me lo contaba". Codiciosa, le acusó de adulterio con Tita.

Tita, Carmen Cervera, viuda entonces del actor Lex Baxter, a quien vio por vez primera en 1981. "La primera vez que la vi fue en Cerdeña -escribe el barón- y no hubo palabras: los ojos lo dijeron todo. Desbordaba vitalidad y belleza. Hubo una especie de magia en la que quedamos atrapados".

Y quien llegó a la vida del barón "en el momento justo" no se separó de él hasta su muerte, en abril de 2002, después de compartir vida y "pasión por el arte". "Estábamos hechos de la misma esencia", asegura el barón en sus memorias y confirma hoy, doce años después de separarse de él, su viuda.

Mostrar comentarios