El cruce de Allenby, un calvario para miles de palestinos

  • Jerusalén.- El verano convierte en un infierno el cruce fronterizo de Allenby, entre Cisjordania y Jordania, donde cada día miles de palestinos sufren aglomeraciones, calor, esperas interminables y un trato que muchos consideran denigrante.

El cruce de Allenby, un calvario para miles de palestinos
El cruce de Allenby, un calvario para miles de palestinos

Jerusalén.- El verano convierte en un infierno el cruce fronterizo de Allenby, entre Cisjordania y Jordania, donde cada día miles de palestinos sufren aglomeraciones, calor, esperas interminables y un trato que muchos consideran denigrante.

La celebración del mes sagrado musulmán del ramadán y los viajes de peregrinación a la Meca triplican en estas fechas el tráfico en esta frontera, haciendo aún más angustioso de lo habitual el reto de atravesarla.

Unos siete mil palestinos hacen cada día un trayecto de más de doce horas para viajar de Ramala a Ammán, un recorrido que se haría en hora y media sin el cruce, explican desde la organización palestina "Karama" (Dignidad), que trabaja para que los viajeros sean tratados con respeto en lo que consideran "un punto de humillación para el pueblo palestino".

Allenby, que del lado jordano recibe el nombre de Rey Hussein, está en su parte cisjordana bajo el control del Ejército israelí, que ocupa los territorios palestinos desde 1967.

Es la puerta de salida al mundo para más de dos millones y medio de palestinos, a los que no se les permite abandonar Cisjordania por ningún otro punto.

El trayecto desde cualquier ciudad palestina hasta Ammán "parece una carrera de obstáculos", dice a Efe Hazen Kawasmi, director de Karama.

Durante el recorrido, de algo más cien kilómetros, los palestinos tienen que cambiar seis veces de autobús, pasar por media docena de puestos de control y ser continuamente cacheados, explica.

Sus equipajes atraviesan varias máquinas de seguridad y son arrojados al suelo al aire libre, aunque llueva.

Decenas de hombres, mujeres y niños hacen largas colas en una terminal donde el calor y la escasez de servicios y asientos hacen la espera interminable.

Además, la experiencia no es precisamente barata.

"Cuesta más de cien dólares llegar a Ammán -casi todo por el pago de tasas-, mientras que trayectos más largos como ir a Jordania desde Siria, Arabia Saudí o incluso Egipto no valen más de diez o quince dólares", asegura Kawasmi.

Para las familias cisjordanas, con una media de cinco hijos, el coste final es enorme.

La mayoría de palestinos no viaja a Jordania por placer, sino por negocios, estudios, para recibir atención médica o ver a sus familiares, ya que unos dos millones de refugiados palestinos viven en ese país, donde son un tercio de la población.

Cada año, cerca de millón y medio de personas atraviesa esta frontera, el 99 por ciento de ellos palestinos y el uno por ciento restante turistas o trabajadores internacionales (los israelíes no pueden emplearlo).

Antes de la ocupación israelí de Cisjordania en 1967, los palestinos podían hacer el recorrido en coche, pero ahora sólo los israelíes y extranjeros pueden entrar en Jordania con sus vehículos, aunque a través de los cruces de Río Jordán/Sheij Husein, en el norte, e Isaac Rabín/Aqaba, en el sur.

Según Karama, las dificultades para los palestinos comienzan en la ciudad de Jericó, donde hay instaladas tres estaciones (Istiraha, Naader y Al Alami) que los viajeros deben atravesar antes de dirigirse a Allenby, donde continuarán con los empujones, aglomeraciones e intentos de conseguir todos los papeles y entregarlos a los pocos oficiales que operan el puesto.

Sobre las tres de la madrugada los autobuses cargados con pasajeros hacia Jordania empiezan a llegar a Jericó porque saben que, si no van con tiempo de sobra, no cruzarán, a pesar de que desde el año pasado Allenby abre hasta las doce de la noche.

La peor parte suele tener lugar en el viaje de regreso, que incluye esperas de varias horas dentro de un viejo autobús que aguarda su turno en tierra de nadie entre el lado jordano y el cisjordano.

"Es horrible. Esperamos hasta cuatro horas metidos en un autobús. Y en la terminal, más de una vez, después de seis o siete horas de espera los israelíes nos han cerrado la puerta en las narices y nos han dicho que volvamos mañana", dijo a Efe Abu Imad, residente de Ramala.

Según Kawasmi, "la espera dentro el autobús, que no tiene aire acondicionado o funciona mal, puede llegar a seis horas, durante las que no se puede salir a comprar agua o comida, ni ir al baño. Son horas encerrados, con niños llorando y ancianos y enfermos sofocándose. Si el soldado israelí tiene un buen día, deja pasar al autobús pronto y si no, hay que aguantarse".

Preguntadas por Efe, las autoridades palestinas y las israelíes no ofrecieron su visión sobre la situación del paso.

Karama considera que la situación "no es aceptable en el siglo XXI" y pide que Allenby "abra 24 horas y tenga unas condiciones humanas adecuadas como el aeropuerto (israelí) de Ben Gurión".

Mientras, opina Kawasmi, "cruzar esa frontera seguirá suponiendo un día entero de humillación para el pueblo palestino".

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