"Todo se limita a ir de casa a la fábrica"

El dilema de Euskadi: cierre total, sin vida social... y con los contagios al alza

La cuarta ola avanza sin control pese a las restricciones y el sistema sanitario desconoce el origen de los casos. Se habla de bares, reuniones familiares o colegios pero nadie pone el foco en los centros de trabajo.

EFE
El dilema de Euskadi: cierre total, sin vida social... y los contagios en aumento
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La cuarta ola de la pandemia avanza sin control en Euskadi. Y ello pese a que la Comunidad presidida por Íñigo Urkullu, el presidente autonómico que más presiona a Pedro Sánchez para prorrogar el estado de alarma más allá del 9 de mayo, es una de las que más restricciones ha impuesto a la población desde el pasado octubre, en plena segunda ola. La provincia de Gipuzkoa y decenas de municipios a lo largo y a lo ancho de todo el territorio están confinados perimetralmente; el lunes se sumará a esta lista San Sebastián, y la mayoría de 'instituciones' civiles vascas: los bares, las sidrerías, las sociedades gastronómicas, los polideportivos, las iglesias... Todo cerrado o con la actividad y el aforo muy restringidos.

Prácticamente solo quedan abiertas las fábricas. Y es que la industria vasca avanza con viento en popa y sus exportaciones aumentaron en febrero un 4,7% según cifras oficiales.  "Aquí llevamos muchos meses en los que nuestra vida se limita a ir de casa a la fábrica y de la fábrica a casa", cuenta Mikel, un trabajador de 50 años de ArcelorMittal que reside en la localidad guipuzcoana de Beasain (14.000 habitantes). Una localidad, la capital del Goierri industrial, que puede ser un paradigma de lo que está sucediendo en la Comunidad. Lleva meses en zona roja (incidencia en 14 días de más de 400 casos por 100.000 habitantes y actualmente con más de 700), con los bares cerrados desde octubre a marzo, "y parece que todas las olas se han instalado aquí y en todo el Goierri; estamos en una marejada perpetua", cuenta el trabajador de Arcelor.

La incidencia acumulada en Euskadi se sitúa en la actualidad en 358,93 casos por 100.000 habitantes, la cuarta mayor de España tras Navarra, Ceuta y Melilla y ligeramente por delante de Madrid. La diferencia radica en que el Gobierno de la CAM mantiene la capital 'abierta' mientras que Urkullu ha cerrado a cal y canto prácticamente todo en el País Vasco. Las sociedades gastronómicas están cerradas; los bares, restaurantes y sidrerías solo pueden atender en el interior de los establecimientos de 6.30 a 9.00 y de 13.30 a 16.00, al 50% de su capacidad, y deben cerrar a las 20.00 horas; los comercios, con un aforo limitado al 40%, cierran a las 21.00; las iglesias, límite de aforo al 35%; los municipios con más de 400 puntos de incidencia acumulada están confinados perimetralmente; prohibidas las reuniones familiares y de más de cuatro personas en la calle; toque de queda de 22.00 a 6.00... 

La cuarta ola ha provocado una situación especialmente preocupante en Gipuzkoa, donde la incidencia acumulada se ha disparado hasta los 556 casos, un porcentaje que no era tan alto desde el 7 de febrero. Mientras, Álava tiene una incidencia de 431 puntos y Bizkaia, de 382 -la media española apenas llega a los 202-. La comarca guipuzcoana del Goierri supone un ejemplo perfecto de lo que sucede en Euskadi, al igual que la del Alto Deba. Con unos 45.000 habitantes y sin apenas paro -en torno al 7,5%-, con una de las rentas medias por habitantes más altas de España -unos 30.000 euros- y con decenas de empresas que dan trabajo en el sector industrial a más de 15.000 personas -aquí están radicados 'trasatlánticos' como CAF, Irizar, ArcelorMittal o Indar-Ingeteam, que entre las cuatro emplean a más de 5.000 personas en la zona-, la economía del Goierri se basa en la industria (el 50%), los servicios (45%) y el sector primario (5%).

Se trata de una estructura económica que se reproduce en otras zonas del País Vasco, golpeadas también de forma especialmente virulenta por el SARS CoV-2, como las del Alto y Bajo Deba -Arrasate/Mondragón tiene una incidencia acumulada de 712 casos y Eibar, de 411-, Bilbao -que ya no será sede de la Eurocopa este verano debido a la pandemia- o toda la margen izquierda del Nervión. Esta misma semana, por ejemplo, se informaba de un brote del virus que ha afectado a más de 20 trabajadores de la factoría de Fagor Ederlan en Eskoriatza, muy cerca de Mondragón.

Mikel, el trabajador de ArcelorMittal en Beasain, recuerda cómo en marzo y abril de 2020, cuando se cerró a cal y canto toda "actividad no esencial", la planta donde trabaja siguió fundiendo acero "sin descanso y a todo trapo" en el horno de la fundición. "Abría la nevera de mi casa y me encontraba con un trozo de hierro", dice con sorna, "porque el hierro es un producto esencial para la vida".

Mikel describe gráficamente cómo la pandemia ha cambiado la vida de los vascos: "Ya no puedo ir a la sociedad a comer o cenar con la familia o los amigos los fines de semana, ni casi tomarme un 'pote' en un bar antes de irme a casa después de salir del trabajo, ni prácticamente ir al polideportivo a hacer deporte como hacía antes, ni ir a ver un partido de pelota al frontón. Por no poder no puedo ni ir al monte porque te pasas del límite municipal y como estamos confinados perimetralmente... La vida social se ha acabado en Euskadi. La mía, por lo menos, y la de muchos, casi se reduce a ir todos los días del trabajo a casa y de casa al trabajo y a hacer la compra para mi familia más cercana y para mi madre, que vive a 300 metros de mi casa", se resigna. "Pero los contagios siguen al alza. No sabemos qué está pasando en Euskadi", concluye.

"La vida social se ha acabado en Euskadi. La mía se reduce a ir todos los días del trabajo a casa y de casa al trabajo... Pero los contagios siguen al alza. No sabemos qué está pasando"

Lo cierto es que Euskadi se muestra impotente para frenar la cuarta ola y, lo que es peor, la sanidad vasca, Osakidetza, desconoce el origen de los contagios ya que su índice de trazabilidad (dónde se inicia el contagio y cómo y hacia dónde se propaga) apenas se acerca al 50%, uno de los porcentajes más bajos de España -la media nacional es del 68% según el Instituto de Salud Carlos III-. De hecho, el Gobierno vasco es el Ejecutivo autonómico que menos datos aporta -en realidad no lo hace- sobre el escenario de los contagios. Se habla de bares, reuniones familiares, centros sanitarios, colegios, antes de las residencias de ancianos, pero nadie, tampoco el Gobierno de Urkullu, pone el foco en el transporte público y en las fábricas o centros de trabajo.

Los expertos epidemiológicos vascos consideran que "un año después de comenzar la pandemia seguimos yendo detrás del virus, en lugar de intentar adelantarnos y cortar las cadenas de transmisión". Ugo Mayor, uno de los principales expertos de la Comunidad, doctor en Biología de la Universidad del País Vasco (UPV) e investigador de Ikerbasque, advertía esta semana que "no sabemos si hay ámbitos y situaciones en los que se producen más infecciones, sencillamente porque no se analizan". Así, "damos por hecho que en algunos sitios como el transporte o las fábricas y oficinas no se producen contagios, ya que el protocolo dice que si se lleva puesta la mascarilla no te contagias. Por ello, no se considera contacto estrecho a un compañero de trabajo que ha estado en tu mismo espacio, junto a ti, codo con codo, durante 8 horas porque se supone que te has contagiado fuera y por ello, a tu compañero de trabajo no le hacen una PCR a no ser que que tenga síntomas de la enfermedad".

Mientras tanto, el 'lehendakari' Urkullu y el Comité Asesor Técnico del LABI (Plan de Protección Civil Vasco) meditan sobre si endurecen las restricciones o no para frenar el avance de la pandemia en Euskadi. De momento, aunque la situación es "grave y preocupante", según admitió el propio Urkullu, las medidas en vigor bastarán para combatir al virus "si realmente se cumplen". No obstante, el portavoz del Gobierno vasco, Bingen Zupiría, avisa: "Esto va durar semanas y meses y habrá que seguir con restricciones porque la situación sanitaria es muy preocupante. Que la gente no piense que el 10 de mayo va a poder comprar un billete e irse de vacaciones a Mallorca". De momento, Urkullu ya anunciaba a principios de esta semana que "este verano habrá más restricciones sanitarias que el pasado". Los vascos ya se han quedado sin bares, restaurantes, sociedades, frontones, sin Eurocopa en Bilbao, probablemente sin festivales en verano... ¿Tampoco habrá posibilidad de bañarse en la playa de La Concha? Definitivamente, el coronavirus y el 'lehendakari' han modificado el modo de vida de los vascos. Solo queda la fábrica.

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