El patriarca ortodoxo ruso Kirill, un aliado fiel del Kremlin

  • El patriarca Kirill, cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa desde 2009, ha sido siempre un aliado fiel del Kremlin, tanto en la época soviética como durante los mandatos de Vladimir Putin.

El Patriarca de Moscú y todas las Rusias se reunirá la próxima semana en Cuba con el papa Francisco, el primer encuentro de la historia entre los dos principales dirigentes de los cristianos de Oriente y Occidente, separados desde el cisma de 1054.

Su última declaración pública destacada remonta a enero, cuando Kirill defendió la intervención militar rusa en Siria. "Se trata de legítima defensa. Podemos decir, sin ninguna duda, que es un combate justo", aseguró.

En 2014, durante la anexión de la península ucraniana de Crimea a Rusia y el inicio del conflicto armado en el este de Ucrania, su respuesta consistió en denunciar la política "anti-rusa" de la Iglesia greco-católica (uniata), presente principalmente en el oeste nacionalista de Ucrania.

Esta Iglesia, que sigue el rito bizantino pero reconoce la autoridad del Papa, ha sido siempre un gran punto de fricción entre Moscú y el Vaticano.

Kirill y Francisco podrán reunirse "únicamente después de haber resuelto algunos temas, sobre todo los que conciernen a los uniatas en Ucrania", señaló a finales de diciembre Vladimir Legoida, portavoz del patriarca de Moscú.

Kirill comparte con el Kremlin su desconfianza de Occidente y su deseo de defender los "valores cristianos tradicionales", todo esto dentro de una corriente nacionalconservadora muy presente en Rusia, donde cerca del 70% de la población se declara ortodoxa.

"Seguimos siendo un país grande y poderoso, hemos conservado nuestro propio camino, no hemos perdido nuestra identidad, a diferencia de los grandes y poderosos países europeos", sostuvo Kirill en noviembre pasado.

Gracias a las buenas relaciones que mantiene con el Kremlin, siguió la política de su predecesor Alexis II, buscando reforzar la posición de la Iglesia en la sociedad.

Kirill manifestó su inclinación hacia la religión desde su más tierna infancia, en una familia donde su padre y su abuelo fueron sacerdotes.

En 1965, a los 19 años, Kirill -cuyo verdadero nombre es Vladimir Gundiayev- entró en el seminario de su ciudad natal, Leningrado (noroeste, actual San Petersburgo), justo después de un período de persecuciones contra la Iglesia.

En 1969 vistió los hábitos sacerdotales y en los años 70 aceleró su carrera: primero fue secretario personal del metropolita Nikodim de Leningrado y a partir de 1971 ocupó su primer cargo diplomático como representante del Patriarcado de Moscú ante el Consejo Mundial de las Iglesias.

En ese cargo acompañó regularmente al patriarca Pimen en sus viajes antes de ser nombrado jefe del departamento de Relaciones Exteriores en 1989.

El 25 de febrero de 1991 fue nombrado metropolita de Smolensk y Kaliningrado, antes de dirigir el departamento de Relaciones del Patriarcado de 1989 a 2009.

Por lo tanto, Kirill, quien estuvo durante varios años a la cabeza de la diplomacia del patriarcado, conoce bien las relaciones, a veces difíciles, que mantiene con las otras confesiones cristianas, sobre todo con el Vaticano.

Su histórico encuentro con el papa Francisco consolidará su autoridad en el mundo ortodoxo, y especialmente entre los 150 millones de fieles que cuenta en todo el mundo.

Pero este éxito diplomático no logrará hacer olvidar que su reputación se ha visto empañada en el pasado por varios casos.

En 2012 mantuvo su apoyo inquebrantable al Kremlin, sacudido por manifestaciones masivas de la oposición en Moscú, y secundó la candidatura de Vladimir Putin para un nuevo mandato presidencial, lo que levantó críticas entre algunos medios ortodoxos.

El mismo año se negó a pedir clemencia para las Pussy Riot, tres jóvenes que irrumpieron en una catedral de Moscú para "denunciar la colusión de la Iglesia y el Estado ruso". Dos de ellas fueron condenadas a dos años de campo de trabajo.

Medios rusos revelaron además que el patriarca es dueño de un lujoso apartamento en Moscú y lleva un reloj de más de 30.000 euros.

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