El silencioso hartazgo de los musulmanes estadounidenses en plena campaña electoral

  • Durante mucho tiempo, el imán de Cedar Rapids consideró que su misión era hacer un trabajo de sensibilización sobre el islam. Pero cuando los republicanos empezaron a debatir sobre Donald Trump y la yihad, Hassan Selim querría poder concentrarse en rezar.

"Llegas a un punto en que te hartas de tener que dar explicaciones", dice el imán de 28 años sentado en su escritorio en el centro islámico, un edificio blanco del año 1971 ubicado en la segunda ciudad del estado de Iowa (centro), del que se eleva un minarete (torre) con techo azul.

Hassan Selim nació en Egipto, donde estudió en el Instituto Al Azhar antes de llegar en 2012 a Iowa y transformarse en el jefe espiritual de una de las comunidades musulmanas más viejas de Estados Unidos.

"Quisiera practicar mi religión, y hablar con la gente, explicarles lo que es el islam, en vez de lo que no es el islam", explica.

Los domingos, día de clases, el centro islámico se llena de niños. Nueve clases de árabe y de estudios islámicos se dan al mismo tiempo. Algunos de los niños vienen de familias que viven en Estados Unidos desde hace varias generaciones, otros acaban de inmigrar al país. Son sirios, pakistaníes, marroquíes, afganos, sudafricanos...

Desde que ocurrieron los atentados en San Bernardino, California (oeste), algo cambió. Los periodistas vienen más a menudo. El imán se esfuerza para encontrarse con los medios, con estudiantes, vecinos, responsables públicos, con quienes mantiene una excelente relación. Pero la presión que siente lo termina afectando.

La propuesta de Donald Trump de cerrar las fronteras a los musulmanes lo vivió como un golpe duro. Él mismo es ciudadano estadounidense desde que se casó, y sus dos hijas nacieron allí. Selim teme que no puedan criarse en paz en su país.

Muestra todas las cartas de apoyo que ha recibido la mezquita pero, por primera vez, se siente observado cuando entra a un restaurante.

Los primeros árabes que se establecieron en Estados Unidos llegaron al estado de Iowa provenientes de lo que hoy es Siria y Líbano, en los años 1880. Estos campesinos cristianos y musulmanes se dedicaron a cultivar la tierra fértil y algunos se transformaron en vendedores ambulantes.

En 1934, la comunidad construyó la primera mezquita del país, que todavía existe, en un barrio residencial de Cedar Rapids. La "Mezquita madre" de madera es blanca y tiene una cúpula verde, pero carece de minarete (torre). Desde 1971 los fieles rezan en el nuevo centro islámico y la mezquita, que ha sido renovada, sirve de centro histórico y cultural.

En una foto de la inauguración de la vieja mezquita aparecen unos cien hombres, mujeres y niños vistiendo sus mejores ropas. "Eran todos inmigrantes", explica Taha Tawil, el imán de la mezquita. Era en plena Gran Depresión y "griegos, sirios, polacos, todo el mundo intentaba sobrevivir".

Esta mezcla de nacionalidades en nada se parece a la situación de Europa, sostiene Tawil. "En Europa hay un problema de derechos civiles, hay guetos, y menos servicios para la gente que vive ahí. Pero en Estados Unidos no tenemos la sensación de ser ciudadanos de segunda clase".

Al imán Taha Tawil, un palestino que inmigró en 1983, le encanta recibir a visitas en la mezquita. El otro día le hizo una visita guiada a un grupo de 25 motociclistas. "Salieron cambiados de aquí, y me decían: 'ah, no sabíamos que ustedes creen en Jesús'".

Hasta ha invitado a Donald Trump, que hace campaña en la región para las elecciones primarias.

Cada vez que Brittanie Shah se cruza con una nueva persona, también se encuentra con un breve silencio. Ella es blanca, nacida en el estado de Indiana en el seno de una familia baptista y, desde su conversión, usa un pañuelo que le cubre el pelo. A parte de ese silencio, nunca tuvo ningún problema.

Pero últimamente ha notado una cierta incomodidad en algunas personas: la gente se disculpa, "como si yo estuviera de duelo".

Para proteger a sus hijos, esta maestra ha optado por apagar el sonido de la televisión cuando los noticieros hablan de yihadistas.

"Mi hijo jamás ha escuchado las palabras radical, combatiente e islam en la misma frase", afirma Brittanie Shah, voluntaria del centro islámico.

Ella sabe por qué las propuestas antimusulmanes de Donald Trump encuentran apoyo: por la falta de educación y la ignorancia sobre su religión. Y toma a su propia familia como ejemplo.

Por supuesto, explica, apoya a Hillary Clinton, a quien fue a ver en un acto político el domingo pasado.

"Me encantaría poder ir a votar y tener dos alternativas viables", lamenta. "Pero es imposible cuando miro estos spot publicitarios republicanos. Estas elecciones son peores que las otras. Lo único que oímos es musulmán, musulmán, musulmán", dice.

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