El Tungurahua cubre con un manto de ceniza a sus vecinos y va más allá

  • El volcán ecuatoriano Tungurahua cubrió con un manto de ceniza a los habitantes que alberga en sus cercanías, pero fue más allá y lanzó ese polvo blanquecino a cientos de kilómetros de distancia, hasta casi rozar la frontera de su país con Perú.

San Juan de Pillate (Ecuador), 2 feb.- El volcán ecuatoriano Tungurahua cubrió con un manto de ceniza a los habitantes que alberga en sus cercanías, pero fue más allá y lanzó ese polvo blanquecino a cientos de kilómetros de distancia, hasta casi rozar la frontera de su país con Perú.

El pasado sábado y casi sin aviso, el coloso que se erige en el centro de los Andes de Ecuador generó uno de sus habituales pulsos explosivos, esos que suele hacer desde hace más de catorce años cuando inició su actual proceso eruptivo.

Una explosión de gran magnitud lanzó al aire miles de toneladas de ceniza que, por efecto de los vientos, llegó a cinco provincias, incluida la de Loja, fronteriza con Perú, así como su vecina Azuay, ambas alejadas y ajenas hasta ahora a las rabietas del Tungurahua.

Su huella, sin embargo, quedó otra vez impregnada en las zonas del flanco sur de la montaña, donde la ceniza cubrió toda la agreste geografía y bañó cultivos, caseríos y bosques.

Una estela de polvo blanquecino movilizado por el viento tiñó los valles y montes aledaños del Tungurahua, mientras la explosión que generó todo este desbarajuste, también causó algo de temor en algunos de los campesinos que han convivido con ella desde hace casi quince años.

Rogelio es un labriego de la zona de Cotaló y recuerda que la explosión de este sábado fue especial. "Vino como una nube, rápido, no dio oportunidad de nada. El ruido también fue fuerte... Pumm hizo... Sí dio un poco de miedo, pero ya pasó", comentó.

El campesino aseguró que nunca había visto algo igual, pero dijo que "así es ella, como toda Mama (madre en quechua)" pues al coloso se lo conoce también como mama Tungurahua.

Con una sonrisa, Rogelio sube por un campo del cerro Cotaló en busca de una de sus vacas, aunque mira de reojo al Tungurahua que se yergue desafiante frente a él.

Mucho más cerca se encuentra Bilbao, un pequeño poblado que se levanta al pie occidental del coloso y que ha sido una de las zonas más castigadas durante el proceso eruptivo del Tungurahua.

Gerardo Ruiz tiene un cultivo de frutales en esa zona y el sábado, luego de la gran explosión, supo que no podría regresar a su casa en la localidad de Penipe, en el extremo del flanco sur de la montaña, donde vuelve cada noche después de acudir a Bilbao para cuidar su plantación.

"Otros también se quedaron, pero la mayoría fue evacuada", señaló Ruiz a Efe al contar que un autobús escoltado por policías llegó al pueblo tras la explosión para llevarse a los habitantes de Bilbao. "Algunos que teníamos que ir a Penipe nos quedamos, porque la explosión cortó el paso por la quebrada de Chontapamba", agregó.

"Siempre quedan algunos para cuidar las pertenencias", añadió el campesino y remarcó: "Aquí hemos nacido y aquí hemos construido nuestra vida. Ya hemos aprendido a vivir con el volcán", añadió Ruiz, mientras esperaba durante la mañana que los que fueron evacuados regresen al pueblo para continuar con la vida.

Nélson Guerrero atiende un puesto de comida en Palitahua, cerca a Penipe y al Tungurahua, una zona que fue parcialmente devastada durante una violenta erupción en agosto de 2006.

Con su vecino, Fernando, recuerda que, a veces, cuando van a excavar papas (patatas) en la zona alta de la montaña, en los mismos dominios del Tungurahua, creen escuchar como el magma recorre las entrañas del coloso.

"Es como si la lava pasara por una tubería que pasara por debajo y que sube hasta el cráter y a veces luego baja. Se siente clarito, es un pequeño temblor que recorre por abajo y va hacia arriba, pasan pocos minutos y pumm, viene la explosión", añadió.

Nelson Guerrero también cree que las comunidades que han soportado quince años las rabietas del coloso han aprendido a convivir con él y, aunque sabe el peligro que supone estar junto a un volcán, afirma: "aquí es nuestra casa, y el Tungurahua es nuestra mama".

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