El viaje afortunado de la palmera de Molokai

  • José María Rodríguez.

José María Rodríguez.

Las Palmas de Gran Canaria, 29 ago.- Sus genes son 100 % hawaianos, pero si pudiera hablar su acento sonaría canario. Es la Pritchardia munroi, una palmera de la que solo quedan dos ejemplares en su hábitat natural y que ahora está cerca de salvarse gracias a unas semillas enviadas a la desesperada hace 35 años a Gran Canaria.

La Munroi es una variedad de las palmeras loulú descubierta en 1920, cuya población silvestre se reduce hoy a un par de plantas localizadas en un barranco de la isla de Molokai, de acuerdo con el Centro para la Conservación de las Plantas, la red de jardines botánicos que reúne a 37 instituciones de Estados Unidos y Canadá dedicadas a la preservación de la flora originaria de Norteamérica.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) la incluye, de hecho, en su lista roja de especies amenazadas entre aquellas que padecen un riesgo "crítico", lo que en su escala equivale a estar a medio paso de la desaparición.

Sin embargo, esta palmera se ha adaptado sorprendentemente a otra isla al otro lado del planeta, Gran Canaria, cuyo Jardín Botánico Viera y Clavijo cuenta ya con cerca de 80 ejemplares de tres generaciones distintas y produce semillas que se envían al Arboretum de Waimea (Hawai), para ayudar a reintroducirla en su hábitat.

La historia del viaje de ida y vuelta de la Pritchardia munroi se remonta a 1978, a un congreso internacional celebrado en Londres donde varios botánicos hawaianos expresaron a sus colegas de otros países su temor por el futuro de esa palmera de Molokai, de la que solo tenían un puñado de semillas que no conseguían sacar adelante.

Entre los que escuchó su SOS estaba David Bramwell, el prestigioso botánico inglés que ha dirigido durante cuatro décadas el Viera y Clavijo, un jardín de casi 26 hectáreas situado en el barranco del Guiniguada, en Las Palmas de Gran Canaria, y consagrado al estudio y preservación de la flora endémica canaria.

"Les dije que me dieran algunas semillas, porque aquí tenemos un clima parecido al de Hawai y no contábamos en el jardín con ninguna otra palmera de ese grupo, de modo que no había peligro de que se produjera un híbrido", relata a Efe Bramwell.

Poco después, llegaron a Gran Canaria dos semillas. Con ellas, el Jardín Viera y Clavijo consiguió dos plantas que, pasados unos quince años, florecieron y empezaron a dar más semillas. Y de ellas germinó otra generación de palmeras que también está dando frutos.

El capataz del jardín, Miguel Ángel Alemán, ha cuidado del pequeño bosque de palmeras de Molokai desde sus inicios, cuando solo lo formaban los dos árboles de las semillas originales. Orgulloso de haber ayudado a salvar una especie, Alemán dice que la Munroi "no es una palmera exigente" ni expuesta a muchas plagas, sino que "solo es lenta" y depende mucho de los cuidados que recibe.

Tres décadas después de aquella petición de ayuda, este centro del Cabildo de Gran Canaria es el único botánico del mundo que está produciendo simiente de la Pritchardia munroi y la descendencia de aquellas dos de semillas ha regresado a su lugar de origen.

David Bramwell, que hoy dirige la Cátedra de Biodiversidad de la Unesco, subraya que salvar una palmera de la extinción no solo supone preservar un material genético irrepetible, sino también ayudar a que no desaparezca el patrimonio etnográfico ligado a ella.

"Esas palmeras significan mucho para los hawaianos. Son las plantas que se utilizaban en la cultura original de Hawai para tejer cestos, hacer techos... Forman parte de la cultura y el folclore de la isla, son cosas que, si no se conservan, con el turismo se pierden rápidamente, en un par de generaciones", advierte.

Pero Canarias no solo ha dado buenas noticias a la flora de Hawai; también algunos dolores de cabeza. De hecho, una especie propia los bosques canarios de laurisilva, la faya (Myrica faya) ha prosperado allí con tanto éxito, que la consideran planta invasora.

La solución, de nuevo, podría estar en Canarias, donde se busca algún control biológico para la faya aclimatada a los bosques hawaianos. Pero eso, por ahora, aún está lejos de conseguirse.

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