En qué consiste la verdadera obligación moral de acoger a refugiados

    • Los refugiados requieren de nuestra atención, nuestros cuidados, nuestra tolerancia, pero también necesitan saber exactamente en dónde están. Se trata de un elemental deber de justicia.
    • Vivimos en países con una visión de las relaciones entre hombre y mujer muy distinta de la que impera en el norte de África, y con conceptos de la moral y el pudor diversos al suyo.

No nos engañemos ni les engañemos. Los inmigrantes que se juegan la vida en el Mediterráneo para poner un pie en Europa llegan a países en mejores condiciones que los suyos, pero con ciertas connotaciones que a algunos pueden resultarles insufribles.

Los refugiados requieren de nuestra atención, nuestros cuidados, nuestra tolerancia, pero también necesitan saber exactamente en dónde están. Me parece un elemental deber de justicia. Estamos en países donde los gobiernos no lo pueden todo. Existen los tribunales, que muchas veces tuercen la voluntad de los políticos. Existen los Parlamentos, que convierten en leyes de manera pacífica las distintas posturas y opiniones de la sociedad.

Han llegado a países donde las normas de hoy pueden modificarse mañana. Basta que una mayoría cambie de opinión y lo exprese en las urnas. Han llegado a países donde no todo el mundo está de acuerdo con las leyes que rigen, pero que deben ser acatadas y, si no gustan, luchar por los cauces adecuados para cambiarlas. ¿Cómo? Protestando, manifestándose, convenciendo a otros… ejerciendo una amplia libertad de expresión, solo con las restricciones que establece la ley.Prohibido el ojo por ojoHan llegado a países con una Justicia lenta, farragosa, garantista y, en ocasiones, valga la contradicción, muy poco justa. Pero en donde no por ello se permite el ojo por ojo. Nadie debe tomarse la justicia por su mano, ni siquiera contra el asesino de su hija. Al menos, no puede hacerlo sin correr el riesgo de acabar en la cárcel.

Vivimos en países donde el factor religioso pesa, y aunque a veces pesa mucho, no tiene rango de ley. Nadie está obligado a creer en Dios ni a dejar de hacerlo.

Vivimos en países con una visión de las relaciones entre hombre y mujer muy distinta de la que impera en el norte de África, y con conceptos de la moral y el pudor diversos al suyo. Lo mismo ocurre en lo que atañe a las relaciones entre personas del mismo sexo. De igual modo que a ninguna española o francesa se le ocurre pasearse en minifalda por La Meca, aquí no se permite tocar ciertas partes de su cuerpo si ella no quiere. Aunque esté semidesnuda en una playa o apretujada en un concierto de Nochevieja.

Quizá la mayoría de los inmigrantes tienen muy claro todo lo escrito arriba. Pero seríamos unos ingenuos de tomo y lomo si no admitimos que algunos no. Y que van a necesitar mucho tiempo para asumir cómo se vive en Occidente. Y que, quizá, no puedan o no quieran asumirlo nuca.

Me van a perdonar algunos, pero no me siento racista si digo que, a esos últimos, hay que identificarlos ponerlos de nuevo al otro lado de la frontera más pronto que tarde. Me parece una obligación moral no solo con los nativos, sino con la inmensa mayoría de foráneos que se esfuerzan por adaptarse.

Sigue @martinalgarra//

Mostrar comentarios