Siete años y 23 contratos

Enfermera pluriempleada: "Doblo turno por no irme a la calle si pierdo mi plaza"

Mónica lleva meses trabajando trece horas diarias en dos centros de la Sanidad Pública madrileña para sortear la precariedad de unos contratos que no ofrecen garantías más allá de diciembre. 

Enfermera pluriempleada: "Doblo turno por no irme a la calle si pierdo mi plaza"
Enfermera pluriempleada: "Doblo turno por no irme a la calle si pierdo mi plaza"
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"De un día para otro te dicen adiós y te quedas en la calle". Mónica tiene 46 años y lleva 13 trabajando para la Sanidad Pública madrileña. Desde julio, todos los días, dobla turno. Por la mañana asiste en un consultorio del SERMAS y por la tarde hace guardia en una residencia de mayores de la Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS). Trece horas al día tras una mascarilla para sortear la temporalidad de unos contratos que no dejan margen para hacer planes a largo plazo. "Si trabajo en dos centros es para tener un colchón", denuncia, "En el AMAS tengo un contrato temporal, que acaba en cuanto otra profesional se queda con la plaza. Puede pasar en cualquier momento y, cuando ocurre, no nos dan ni finiquito". 

Suena la alarma. "Desayuno rápido y me monto en el coche". Los semáforos van pasando de camino al centro de salud. "Ficho a las ocho y empieza la maratón". Llamadas, rastreo, consultas, urgencias, revisiones. Despedidas apresuradas. "Vete ya, Mónica, que son las dos y no llegas". Fuera el EPI y los zapatos. Otro atasco. Es hora punta y muchos madrileños acaban su jornada. Para Mónica el día acaba de empezar. Come deprisa sin perder de vista las manecillas del reloj. "Entre ir a casa y volver, apenas me queda media hora entre un turno y otro". A las tres ficha en la residencia.

"El coche es mi mejor amigo". Comprobar recetas, dispensar pastillas, transmitir cariño detrás de una pared de plástico. "Alguien dijo que las enfermeras debemos tener una vejiga de cinco litros y una memoria de elefante... no le faltaba razón". En lo que dura la llamada con La Información, la enfermera deja el teléfono sobre la mesa varias veces. La atención a los mayores es su prioridad. Su voz suena con eco de pasillo. "¡Si no le machacas la pastilla no se la toma!". Cuando sale de la residencia son las diez y media de la noche. "Convertí en tradición la caña de después de trabajar, pero con las últimas restricciones ya no llegamos a tiempo". 

Mónica aterrizó en España hace catorce años. Los últimos trece los ha pasado trabajando para la red asistencial de la capital. "Hace poco hice la cuenta. No he parado en todo este tiempo, pero acumulo solo siete años efectivos de trabajo... y he firmado 23 contratos". Más de la mitad tuvieron una duración inferior a quince días. "En estas condiciones no puedes tener certezas. De un momento a otro la Administración convoca un concurso de traslados, en el que se incluye mi puesto. Si alguien pide mi plaza, inmediatamente me voy a la calle". 

Antes de la llegada de la Covid, la enfermera se quedó en paro al finalizar uno de estos contratos por quincenas. "La Administración indicó por error que había sido yo la que no había querido renovar, así que tuve problemas para recibir la ayuda del SEPE". Fueron cuatro meses de angustia, la puntilla para decidirse a probar suerte en la sanidad privada. Era marzo. Su llegada a la residencia coincidió con la eclosión de la pandemia. "Apenas duré un mes. No podía soportarlo. Los ancianos morían sin que les derivase a un hospital. Lidiábamos con cadáveres de hacía días. Llamabas al SUMMA y solo podías sentarte a llorar cuando llegaban para llevarse a los residentes". El relato de Mónica pone voz a las noticias que pusieron la piel de gallina a todo un país. "Sabía que si continuaba así, el virus acabaría conmigo"

"Cuando te llaman tus antiguos jefes y te dicen que quieren que vuelvas, te das cuenta de que ser un buen profesional no te abre las puertas a un buen contrato". En plena temporada estival la Comunidad de Madrid empezó a denunciar una acuciante falta de sanitarios. "Pasé cuatro meses sin empleo antes de incorporarme a la residencia privada". Antes de la Covid, la falta de certezas urgía a las enfermeras del AMAS a buscar un plan B. "A principios de verano comprobamos que en todos los grupos de Whatsapp empezaban a pedir enfermeras". La segunda ola empezaba a revivir las semanas más oscuras de la pandemia. La sanitaria lo tuvo claro. "Decidí intentarlo en la Atención Primaria. Quería meter la cabeza, que me fueran conociendo". 

Con o sin pandemia, la temporalidad sigue siendo tendencia. Como muchas de sus compañeras, Mónica logró un contrato temporal -hasta el 31 de diciembre-en la Primaria madrileña. "Los centros de salud estaban al límite. A las que doblamos nos valoran mucho los compañeros. Llegamos cuando más se necesitaba". La enfermera relata que ha sellado tres suplencias desde julio. Algunas se alargaron más de lo previsto. La última le ha asegurado un contrato hasta final de año. La oportunidad de Mónica estuvo en Vallecas, uno de los distritos más azotados por la segunda ola. 

"He conseguido un piso a siete minutos en coche del centro de salud". El precio y los requisitos de la vivienda en la capital complican aún más la situación de las sanitarias que no cuentan con ese colchón a largo plazo. "Doblar es la única manera de encontrar un piso en una zona próxima al trabajo. La única manera de alquilar un apartamento sin compartir". Ahora vive sola y llega a tiempo gracias a "unos compañeros muy concienciados", que saben que las sanitarias pluriempleadas llegaron en el mejor momento. "Benditos vosotros que aparecisteis cuando más se os necesitaba", le asegura una plantilla con la que costó poco hacer piña.

"Es esa incertidumbre lo que más duele"

Una ducha y tres cuartos de hora para comer lo que ha preparado por la mañana es el respiro de una maratón constante. En la primera línea contra la Covid, las sanitarias siguen haciendo malabarismos a final de mes. "Con un solo contrato no podría estar en un piso como el que estoy ahora". Mónica sufre en su propia piel la brecha salarial entre las enfermeras que aplacan al virus en las residencias y las profesionales que plantan cara al 'bicho' en los centros de salud. También el abismo que separa las nóminas de la red pública frente a las de las residencias privadas.

"Ahora mismo, de forma excepcional por la pandemia, a los sanitarios nos dejan trabajar en dos puestos públicos sin atender a incompatibilidades". La excepcionalidad, como su contrato, vence el 31 diciembre. "Puede que entonces Hacienda nos quite un buen pellizco".  Después de Navidad, el futuro funde en negro. Al final de semana, llega el respiro. Una cerveza al acabar el turno se convirtió en el mayor consuelo. Para resetear en tiempo récord. Para volver a empezar cada lunes. "¿Qué está pasando aquí?". La pregunta de Mónica aglutina las dudas de toda una profesión que esta semana llenó de pancartas la Puerta del Sol: "La vocación no justifica la explotación", rezaban. 

"La precariedad laboral ni siquiera se explica. Están contratando a personal sin experiencia en la rama sociosanitaria, dejando escapar a enfermeras que ya dominamos el campo de juego, que hemos pulido esa mano que hay que tener para afrontar el trabajo en una residencia".  Más allá del agotamiento, la falta de respuestas ahoga a las profesionales como Mónica, que vivieron desde la trinchera los meses más duros de la curva. "La incertidumbre es lo que más duele".

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