"Este año no desfilamos, nos manifestamos"

  • La marcha del Orgullo Gay ha vuelto a convertir las calles del centro de Madrid en una fiesta de colorido y ritmo, pero este año los asistentes, como Antonio, han echado mano del megáfono para gritar más alto: "No desfilamos, nos manifestamos" para reivindicar que "somos iguales en todo".

Belén Escudero

Madrid, 30 jun.- La marcha del Orgullo Gay ha vuelto a convertir las calles del centro de Madrid en una fiesta de colorido y ritmo, pero este año los asistentes, como Antonio, han echado mano del megáfono para gritar más alto: "No desfilamos, nos manifestamos" para reivindicar que "somos iguales en todo".

Eso lo ha dicho Antonio, pero lo han proclamado muchas de las miles de personas que han participado en esta marcha que ha comenzado a andar, como es habitual, tras el sonido de una gran traca y las declaraciones de políticos y sindicalistas, que este año se han volcado en la defensa del matrimonio homosexual y en las críticas al recurso del PP contra la ley que lo regula.

"Mucha gente asocia el orgullo con un desfile, pero antes hay una manifestación", insiste Antonio, quien asegura que la marcha "es un complemento para la reivindicación".

La voz de este joven se escucha con dificultad, porque en esta marcha han sonado mucho los tambores de numerosas bandas procedentes de distintos lugares de España, que han hecho menear el cuerpo a participantes y a curiosos que se han acercado para ver "este espectáculo".

"Es un espectáculo y no lo digo en sentido peyorativo. Vengo desde hace años. Soy amateur en esto de la fotografía y cada año veo cómo ha evolucionado este movimiento", comenta Manolo, mientras hace una instantánea a otro chico, Miguel, de 38 años, que por primera vez se ha querido disfrazar de un ángel con grandes alas.

"Me está aburriendo esto de las cámaras. Todo el mundo haciendo fotos, pero me imagino que me fotografiarán porque estoy bueno", se ríe este joven, que asegura que le ha "liado" un amigo para disfrazarse, aunque, eso sí, si era algo distinto a marinero o militar, que "está muy visto".

No obstante, Miguel viene hace doce años a la marcha y cada vez ve que es "más grande, que ya no es una fiesta de gays". "Esta demasiado masificado", añade.

Pero eso no lo cree, por ejemplo, Dori, que asiste con su mujer desde Almería a esta celebración: "Nos gusta el buen ambiente, el buen rollo que domina. No hay nunca ninguna pelea. El año pasado vinimos seis y este ya nueve. El boca a boca trae a gente, y además con nosotros no van a poder".

La pareja de Dori, mientras tanto, intenta captar la imagen de una joven rubia, vestida de novia, de la asociación Respeta, de Alcorcón (Madrid), en defensa de la igualdad.

"Cada uno se casa con quien quiere y no hay que poner nombre a las cosas. No tiene que ser tan importante", dice esta joven llamada Maca.

Mientras habla, prosiguen pasando pancartas reivindicativas con los lemas "Iguales en todo como Dios manda", "Iglesia embargada, España rescatada", "Amarse entre iguales no es tan diferente", "Matrimonio igualitario y constitucional" o "Un recurso amenaza nuestra vida".

El calor y el sol comienzan a apretar, y los "lateros" hacen su agosto vendiendo cervezas a un euro, y las carrozas comienzan a circular por la calle Alcalá con un sonido discotequero y pegadizo que invita a bailar a sus ocupantes y a los miles de personas que les miran desde ambos lados de la calzada.

"Les saco fotos porque me parece todo muy bien. En mi país no existe esto, aunque se acepta la homosexualidad", comenta una chilena que no para de disparar su cámara cada vez que pasan hombres convertidos en sugerentes y monumentales mujeres.

Todo esto lo observa con admiración un hombre que ha estado en el arranque de la marcha, pendiente a sus primeros pasos y que prefiere guardar su nombre en el anonimato.

Un hombre, ya con sus años, y que me dice: "¡Fijate cómo está la calle. En el 79, éramos sesenta persona de Neptuno a Cibeles. Yo estoy casado".

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