La falta de lana obliga a cerrar los talleres en Siria

El sirio Abu Mohamad desplaza con destreza la lanzadera de su telar, devanando hilos de colores para fabricar un retazo de tapicería. Pero su taller, el último de la región de Ariha, vive sus últimas horas por la guerra.

"Esta profesión murió. Es nuestro último día de trabajo, no nos quedan más hilos", se lamenta Mohamad, en la cincuentena, sin dejar de accionar el pedal en su taller de Ariha, una ciudad conocida por su artesanía, situada a unos 70 km de Alepo (norte).

"Ya no podemos aprovisionarnos en la parte este de Alepo. Las carreteras están cortadas, la ciudad asediada, nadie puede enviarnos nada", deplora este contramaestre.

Como los dos trabajadores que supervisa, Mohamad empezó a tejer en su adolescencia, heredando la profesión de su padre y su abuelo.

"Esto es todo lo que nos queda", agrega, mostrando una caja con unas 10 bobinas de lana acrílica de color.

El traqueteo de los telares y el chirrido de los pedales envuelven el taller de paredes blancas y desnudas, especializado en tapicería árabe tradicional. Mohamad teje entonando un cántico melancólico. Luego hace una pausa y se sienta en un viejo sofá para compartir el té con sus empleados.

Antigua capital económica de Siria, Alepo era célebre incluso más allá de las fronteras del mundo árabe por su artesanía textil.

Hoy, dividida entre los sectores controlados por el régimen de Bashar al Asad y los barrios rebeldes asediados, la segunda ciudad del país está en ruinas. Y los talleres de Ariha ya no pueden procurarse la lana necesaria.

Antes de la guerra de 2011, "había más de 100 telares" en la región de Ariha. "Hoy, solo quedan los de este taller", afirma Mohamad mostrando cinco ejemplares, de los cuales solo tres siguen funcionando.

La localidad, situada en la provincia de Idlib, está controlada por Jaish al Fatah, una coalición que reagrupa a rebeldes islamistas y yihadistas de Fateh al Sham.

"Fabricamos todo lo necesario para la casa. Alfombras para las habitaciones, fundas para el Corán, fundas de cojín, tapicerías para paredes, sillas...", explica el contramaestre.

Mohamad todavía podría comprar hilos en los barrios de Alepo controlados por el régimen, pero las tarifas son mucho más caras que en los barrios del este.

"Antes de la guerra, era un negocio próspero", dice este artesano, que compraba sus hilos "por un trozo de pan en Alepo". Pero hoy el kilo de Dralon, una fibra sintética poliacrílica, cuesta unas 3.500 libras sirias (16 dólares) frente a 175 libras (0,82 dólares) antes de la guerra.

Con la crisis económica, su colega Abu Mustafá emprendió el exilio y subsistió con empleos precarios: "Fui a Líbano, donde trabajé en la construcción, y luego pasé muchos meses en Turquía", pero "no pude poner fin a mi profesión de tejedor", confía, moviendo su pie sobre el pedal.

Tras el inicio del conflicto, los artesanos todavía podían vender sus mercancías en las zonas controladas por el régimen, como en Damasco, y hasta exportarlas a Líbano y Arabia Saudita.

"Nuestra mercancía partía a las 10 de la mañana y llegaba a mediodía a Damasco", recuerda Mohamad.

Pero con la intensificación de los combates, se necesitan dos o tres meses para transportarla y los gastos son enormes.

"Podríamos hacer trabajar 100 telares si tuviéramos los hilos", agrega. "Es triste llegar a esto".

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