Japón aprueba elevar la gravedad del último vertido de agua de Fukushima

  • Japón elevó hoy al nivel 3 la gravedad de una reciente fuga de agua radiactiva en la planta de Fukushima, mientras el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) sugirió a las autoridades niponas que transmitan claramente lo que sucede en la central.

Andrés Sánchez Braun

Tokio, 28 ago.- Japón elevó hoy al nivel 3 la gravedad de una reciente fuga de agua radiactiva en la planta de Fukushima, mientras el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) sugirió a las autoridades niponas que transmitan claramente lo que sucede en la central.

Tras descubrirse la semana pasada la filtración de unas 300 toneladas de agua la Autoridad de Regulación Nuclear de Japón (NRA) clasificó el incidente en el nivel 1 de la Escala Internacional Nuclear y de Sucesos Radiológicos (INES), aunque después se propuso elevar su gravedad al 3 debido a la alta radiactividad del líquido.

Tras consultarlo con el OIEA, las autoridades niponas han decidido finalmente situar hoy la gravedad del accidente en ese nivel.

En todo caso, fue la primera vez que el regulador optó por emitir una calificación de la escala INES desde que en abril de 2011 decretara el grado 7 (el máximo) para el accidente en la planta, lo que teóricamente convierte el vertido de agua en el incidente más severo desde la fusión parcial de los reactores tras el tsunami.

La categoría 3 del INES, que incluye ocho niveles de gravedad (de 0 a 7), se define como un "incidente serio", mientras que la 1 se describe simplemente como una "anomalía".

A partir de los datos aportados por Tokyo Electric Power (TEPCO), la eléctrica que opera la planta, el regulador considera que la cantidad de sustancias radiactivas vertidas y absorbidas por el suelo equivale a varios miles de billones de becquereles.

Ese volumen no anda lejos con respecto a los 15.000 billones de becquereles de material radiactivo que se cree que TEPCO vertió al océano Pacífico durante el primer mes y medio después del accidente ocurrido el 11 de marzo de 2011.

La reciente fuga se produjo en uno de los casi mil tanques que la operadora de Fukushima se vio forzada a construir como medida de emergencia para almacenar el líquido que empezó a inyectar en los reactores después de que éstos perdieran sus sistemas de refrigeración al ser golpeados por el tsunami en marzo de 2011.

No obstante, la NRA consultó al OIEA sobre si era correcto usar la escala INES, ya que el suceso ocurrió en instalaciones nuevas construidas en una planta afectada por una crisis nuclear que, además de no estar solventada, ya fue calificada con el nivel máximo de gravedad.

El OIEA estimó en su respuesta que ya que "el evento tuvo lugar en una 'nueva' instalación diseñada con unos fines de seguridad radiológica específicos" Japón podía considerarlo "como independiente del accidente de Fukushima Daiichi" y utilizar el INES, según publicó hoy el regulador nipón.

Sin embargo, advirtió a la NRA de que anteriores fugas de agua similares "no fueron evaluadas en la escala INES" y sugirió a las autoridades niponas aclarar por qué decidieron calificar este suceso y no los anteriores.

Por ello, sugirió elaborar un plan de comunicación apropiado "para explicar la importancia en términos de seguridad de este tipo de incidentes", en vez de utilizar el INES "para clasificar cada suceso dentro de una serie de sucesos similares".

Esto, explicó, "evitaría enviar mensajes confusos a los medios de comunicación y al público" con respecto a estas fugas de agua durante el transcurso de las operaciones para garantizar la seguridad y el desmantelamiento de la planta.

La fuga descubierta la pasada semana en el contenedor se suma al problema de la acumulación de agua contaminada en los sótanos de los edificios de los reactores, que aumenta en cerca de 400 toneladas diarias y supone el principal desafío a la hora de solventar la crisis en la central.

Esa acumulación se produce porque el líquido utilizado para refrigerar los reactores se filtra en parte a los sótanos, al tiempo que las aguas naturales del subsuelo procedentes de las zonas colindantes penetran también en los edificios.

Debido a esto, se cree que la central vierte unas 300 toneladas diarias de agua radiactiva al océano Pacífico, lo que ha hecho que el Gobierno nipón decidiera este mes implicarse a nivel logístico y financiero de cara a solucionar la situación.

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