Jóvenes de distintas etnias conviven por un futuro de paz en Burundi

  • Cada día 3.000 burundeses de distintas etnias y religiones acuden al centro juvenil de Kamenge, uno de los barrios más marginales de la capital, donde entre clases de informática, partidos de fútbol y debates de política aprenden a convivir en paz, conscientes de que son la "fuerza" del país.

Sol Carreras

Buyumbura (Burundi), 28 jun.- Cada día 3.000 burundeses de distintas etnias y religiones acuden al centro juvenil de Kamenge, uno de los barrios más marginales de la capital, donde entre clases de informática, partidos de fútbol y debates de política aprenden a convivir en paz, conscientes de que son la "fuerza" del país.

Decenas de banderas con los colores del arcoiris y la palabra paz escrita en francés dan la bienvenida al centro de jóvenes de Kamenge, creado hace 22 años, poco antes de que comenzara la guerra civil que enfrentó a hutus y tutsis en esta antigua colonia belga y que se prolongó durante doce años, hasta 2005.

Chicos de entre 16 y 30 años de las dos principales etnias del país y diferentes religiones se entremezclan en este lugar, gestionado por los misioneros javerianos y financiado por Manos Unidas, en el que además de clases y actividades comparten la ilusión de construir un futuro unidos y enterrar definitivamente la violencia que les marcó de niños.

"Si estamos juntos y tenemos las ideas claras podremos ayudar al país", afirma con convicción Alphonse Nibishaka, de 30 años.

Empezó a venir al centro nada más acabar la guerra y ahora este joven, licenciado en Empresariales, colabora como animador en el proyecto de paz y reconciliación, que organiza actividades deportivas y culturales para motivar a otros chicos de su edad que, en su opinión, son la "fuerza" de Burundi.

La actividad no cesa en el centro de Kamenge. En la entrada, un grupo de jóvenes charla en el pasillo mientras decenas de estudiantes hojean libros y revistas en la biblioteca, una de las más grandes del país, con más de 20.000 volúmenes, situada al lado contrario del cuarto de juegos, lleno de futbolines y mesas de ping pong.

En una de las salas del piso superior un grupo de jóvenes aprende informática y, a pocos metros, otros tantos disfrutan de una sesión de cine en una habitación a oscuras, sentados en sillas de plástico frente al televisor.

Fuera, los más deportistas practican baloncesto y voleibol. En el campo de fútbol, en cambio, tan sólo hay un puñado de espectadores en las gradas donde cada día se proyectan en una pantalla gigante los partidos del Mundial.

"Yo voy con Holanda", comenta un chico con entusiasmo.

En la actualidad, 42.600 jóvenes están inscritos en el centro de Kamenge, que ofrece a los socios todas estas actividades de forma gratuita en un lugar de encuentro que se ha convertido en "territorio de todos", según su responsable, el padre javeriano Claudio Marano.

"No hay tensión, saben que aceptan venir junto a otros jóvenes", explica.

El ambiente que se respira en este particular oasis de paz, donde los planes se suceden de forma serena y ordenada, contrasta con el bullicio de las calles de los seis barrios de alrededor a los que da servicio, al norte de la capital, con una población de más de 200.000 habitantes que viven en unas condiciones muy precarias.

Lejos de permanecer aislado de su entorno, el centro organiza actividades con los vecinos de estas comunidades, como conciertos y charlas de prevención contra el SIDA, uno de los principales problemas que afecta a esta zona, junto con el analfabetismo.

Además, en verano los jóvenes que acuden a Kamenge tiene la oportunidad de aprender el oficio de albañil en los campos de trabajo con los que construyen cada año alrededor de 180 casas para las familias de estos barrios.

"Estoy muy contento de estar aquí y poder ayudar a los vecinos", comenta Igomokelo Michel, de 17 años, que junto con un grupo de chicos ha empezado a poner los cimientos de una futura vivienda rodeado de decenas de niños que los observan con curiosidad.

Desde hace dos semanas el centro de Kamenge cuenta con un nuevo proyecto: una emisora de radio que alterna minutos musicales con debates y espacios infantiles y humorísticos, y que sale adelante gracias a la ayuda de dos técnicos y 21 animadores.

Se trata de un intento más de normalizar el día a día de los habitantes de Buyumbura, en especial de sus jóvenes, que no ocultan su inquietud ante la celebración de las elecciones generales en 2015, aunque confían en que si logran fomentar la convivencia y el espíritu crítico, el conflicto no volverá a repetirse.

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