La Basílica de Santa Teresa en Alba (Salamanca), a medias después de 117 años

  • Roberto Jiménez.

Roberto Jiménez.

Valladolid, 19 ene.- Ni la fuerza de cinco centenarios entre los siglos XX y XXI, ni su nombramiento como Doctora de la Iglesia en 1970, han servido tras 117 años para finalizar las obras de la Basílica de santa Teresa, que acogerá desde abril en Alba de Tormes (Salamanca) una nueva exposición de Las Edades del Hombre.

Fue un empeño del Padre Cámara, entonces obispo de Salamanca, cuando en 1896 encargó al arquitecto Enrique María Repullés (1845-1922) la traza de una basílica iniciada en 1898 y que, a la vez que custodiase los restos de la santa, fallecida en Alba en 1582, proyectase su figura y acogiera a los numerosos peregrinos que visitaban la villa ducal y teresiana.

Repullés, el arquitecto del Palacio de la Bolsa en Madrid y de la Casa Consistorial de Valladolid, fue el elegido para la traza de este colosal santuario de tres naves, 76 metros de largo y 23 de ancho, cuyo ábside limita con la iglesia de la Concepción de las Madres Carmelitas, donde aún se encuentra el sepulcro teresiano.

El objetivo de Repullés, según consta en una pequeña memoria publicada en 1900, era el de que las monjas, sin abandonar su estricto régimen de observancia, pudieran pasar del templo conventual a la basílica donde se ubicarían los restos de la santa para continuar así con su secular misión de custodia en clausura.

Así se puede comprobar visualmente, pero también a través de documentos, durante la visita guiada que, con motivo del V Centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús (1515-1582), recorre los principales espacios del convento carmelita a través de un itinerario cultural y turístico que ha mitigado la clausura.

La idea era consagrar el templo en 1915, con ocasión del IV Centenario del Nacimiento de la madre reformadora, y así lo hicieron suyo tanto la Iglesia Católica como la monarquía -a través del patronazgo de la infanta María Teresa, hermana de Alfonso XIII- y también la aristocracia.

Las obras avanzaron con presteza en los primeros años, pero pronto toparon con la desmesura de una traza de proporciones catedralicias, prácticamente inabarcable por su coste, como intuyó el periodista del diario ABC cuando en la edición del 30 de octubre de 1903 escribió: "Es muy grande y muy hermosa la basílica para que sin recursos propios, que no existen, pueda terminarse, porque quien mucho abarca, poco aprieta".

Tres años más tarde, el 27 de enero de 1906, la revista Blanco y Negra, de la misma casa editorial que ABC, insuflaba ánimos: "Costosa será la edificación de la basílica, pero no han de suspenderse los trabajos emprendidos, dada la protección que dispensan a las obras damas tan magnánimas como la marquesa de Squilache, que triunfa siempre en sus levantados empeños piadosos".

Se equivocó el cronista de sociedad, y los trabajos entraron en una fase de retardo, primero, y de parálisis años después con el advenimiento de la II República. La mutua adhesión entre la Iglesia Católica y el régimen de Franco tampoco impulsó una construcción que entonces recordaba a la varada catedral de la Almudena, en Madrid.

El último gran impulso, entre 2008 y 2009, supuso una toma de conciencia de que el proyecto era inasumible al cubrirse y cerrar la bóveda principal y el presbiterio, unos mil metros cuadrados que acogerán la vigésima exposición de Las Edades del Hombre, dedicada a Santa Teresa, hoy presentada con el lema de "Maestra de Oración" y que compartirá protagonismo con otra sede en la ciudad de Ávila.

Desde el otro lado del puente que cruza el río Tormes, queda la imagen de un empeño parcialmente frustrado que no pudieron catapultar, en el siglo XX, la conmemoración del tercer centenario de su beatificación (1914) y canonización (1926); así como del cuarto centenario de su nacimiento (1915) y de su fallecimiento (1982).

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