La estremecedora historia de un cristiano sirio que llegó a España huyendo del ISIS

    • Decidió huir de Siria para ir a España cuando los miembros del Estado Islámico violaron y crucificaron a su vecina cristiana de 7 años.
    • Actualmente está esperando a que las autoridades se pronuncien sobre la petición de asilo que presentó a principios de año. En menos de un mes sabrá si puede residir legalmente en España.

Irak denuncia que Estado Islámico vende órganos de los cadáveres de sus víctimas
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Samir (nombre ficticio) tiene poco más de 40 años, pero su rostro releva el cansancio del que ya no tiene motivos para vivir. Los últimos cuatro años de su vida, explica, han sido un infierno que no le desea ni a los responsables de su sufrimiento. Pese a estar a salvo, el miedo domina su día a día. Siente pánico de que los siervos del califa vengan a por él.

Samir nació en Al Raqqa en el seno de una familia cristiana. "No había muchos cristianos en la zona, seis o siete familias. Sin embargo, no teníamos problemas. Convivíamos en paz. Luego, todo cambió", cuenta. Viudo y con un hijo, vivió con preocupación el estallido de la Guerra civil en Siria. "Al principio lo vimos con ilusión. Pensamos que nos escucharían, que iba a ser un cambio democrático. Pronto se vio que el Gobierno no iba a ceder y la violencia empezó a crecer. Yo trabajaba de camionero y tuvo que dejarlo porque era peligroso. Muchos controles de carretera con hombres armados, así que comencé a trabajar ayudando a mis suegros en una pequeña tienda de ultramarinos", relata.Su hijo murió en la guerra de Siria

Su hijo, que tenía 19 años, movido, según su padre, por el "idealismo irresponsable" de la juventud, se alistó junto a las milicias kurdas para luchar contra Assad. "Decía que la situación para los cristianos se haría insostenible, que tenía que luchar para garantizar la libertad. No se equivocaba, pero ¿de qué ha servido? Un día me dijeron que le habían matado, pero a mí jamás me devolvieron el cuerpo. Ni siquiera he podido enterrarle con dignidad", se lamenta.

Pese al horror de la guerra, Samir todavía podía vivir con relativa calma. Hasta que en 2013 Al Raqqa fue tomada por el Estado Islámico. "Comenzaron a aplicar leyes en contra de cualquiera que no fuera como ellos, especialmente de los cristianos. O te convertías o pagabas, pero ni siquiera pagar te garantizaba nada. Marcaron las puertas con la letra Nun, de Nazareno. Veías atrocidades todos los días. Más de uno perdió la mano acusado por un robo que no cometió, a las mujeres les propinaban palizas a la menor excusa. A mí me dieron una paliza y me reventaron el bazo por mirar a los ojos a uno de sus secuaces. Mi vecino, cristiano como yo, se negó a seguir sus órdenes. Violaron a su mujer y a su hija de 7 años. Después, cortaron el cuello a la madre y a la niña la crucificaron. Mientras lo hacían, se reían y blasfemaban contra Jesucristo. Obligaron al padre a presenciarlo, no le permitieron ni apartar la vista. Se volvió loco, pero, ¿quién le culpa?", recuerda.

Tras ese suceso, en noviembre de 2014, decidió que debía huir. Se acordó de su periodo en España en los años 80, cuando vino con un programa de estudios impulsado por ambos Gobiernos. "Quería ir a Europa, a un país seguro. Hablaba bastante bien el idioma y un primo segundo mío que es médico y que fue a España conmigo, se había quedado a vivir allí. Tenía claro el destino. Lo difícil que era salir de Siria, porque los del Estado Islámico controlan gran parte de las fronteras", asegura. Trazó un plan. Se puso en contacto con antiguos compañeros de las milicias kurdas en las que había servido su hijo. Pese a las reticencias iniciales, le prometieron ayudarle a cambio de dejarles usar su casa cuando se marchara. "Me pusieron en contacto con un grupo de mercenarios. Me pidieron, al cambio, unos 6.000 euros para ayudarme a cruzar la frontera, aunque me lo dejaron en 4.000. Sé que me cobraron más que al resto, porque yo soy cristiano. Malvendí el camión y una noche vinieron a buscarme a casa. Me escondieron entre unas cajas de mortadela y verduras y partimos hacia la frontera. Tardamos tres días ya que hubo que dar varios rodeos. Durante todo ese tiempo no podía salir del camión. No podíamos correr riesgos. Comía embutido de las cajas y hacía mis necesidades en un bote vacío de pepinillos. Dentro hacía muchísimo calor y no tenía apenas agua, bebía el líquido de las conservas. Finalmente, conseguimos cruzar a Turquía", rememora.De Turquía a España

Al llegar allí, buscó a un antiguo vecino, que había huido al poco de empezar la guerra. Pasó unos meses en Turquía, reuniendo dinero para poder llegar a España. Trabajó de camarero en un lugar turístico de venta de Kebabs . Mientras ahorraba, dormía en el sótano lleno de humedad de su amigo, que se lo alquiló por 30 euros al mes. Finalmente, a principios de 2015 fijó la fecha de su partida a España. "Pensaba que iba a ser más difícil, pensaba que no me dejarían salir tan fácilmente del país, pero no hubo problema. Los mercenarios falsificaron un sello de entrada en mi pasaporte, así que lo único que tenía que hacer era salir. A todos los efectos, yo no había entrado ilegalmente en Turquía", cuenta.

Sin embargo, tenía miedo. Miedo a que le confundieran con un terrorista, miedo a que le deportaran de vuelta a Siria… "No pasó nada de eso. Entré sin problema, aunque estoy seguro de que levanté sospechas. Me hicieron muchas preguntas en el aeropuerto, pero yo no les dije nada. Les convencí de que solo venía de visita. En ese momento no sabía qué hacer. Mi primo me estaba esperando en Barajas. Me dijo que tenía que pedir asilo, que me lo iban a dar. Dormí en el sofá de su casa y al día siguiente me acompañó a una comisaría. Los policías fueron muy amables. Parecían entender. Me pidieron mi documentación, rellenar muchos papeles, me tomaron las huellas, tuve que decir dónde vivía mi primo... Me dieron un papel en el que explica que he pedido el asilo y me explicaron que en 6 meses me contestarían. Así que ya queda poco. Cuando lo tenga, ya podré trabajar. Ahora soy una carga para mi primo, aunque hago las labores de casa, cocino… Dicen que con el papel que me han dado no me pueden expulsar, pero salgo poco, sigo teniendo miedo. Están regresando combatientes del Estado Islámico a España y algunos de los detenidos últimamente estuvieron en Al Raqqa. Tengo miedo de que me reconozcan y me maten", se sincera.

Dice que cuando acabe quiere montar un restaurante de comida Siria, que le gustaría estudiar idiomas. Pero lo que más desea, concluye, es vivir en paz.

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