La firma de "buscaherederos" Coutot-Roehrig busca hacerse un hueco en España

  • La crisis económica ha reducido ingresos y ha multiplicado la competencia en la mayoría de sectores, pero todavía hay negocios en España casi vírgenes y sin competencia, como el de buscar a herederos de personas que mueren sin dejar testamento.

Javier Díaz

Barcelona, 15 ago.- La crisis económica ha reducido ingresos y ha multiplicado la competencia en la mayoría de sectores, pero todavía hay negocios en España casi vírgenes y sin competencia, como el de buscar a herederos de personas que mueren sin dejar testamento.

Coutot-Roehrig (C&R), el líder europeo en genealogía sucesoria, lleva 18 años operando en España por encargo, pero ahora ha decidido instalarse en el país para intentar hacerse un hueco en este negocio, para lo que abrió una oficina el pasado mes de enero en Barcelona y tiene previsto abrir otra en Madrid el próximo año.

Puede parecer una actividad de resultados inciertos, pero C&R calcula que unos 100 millones de euros de herencias de españoles instalados en el país o bien en el extranjero se quedan sin adjudicar en España y acaban en manos de las administraciones o de los bancos, y C&R se propone facturar en España "entre tres y cinco millones" de euros dentro de tres años.

El director de la sucursal de C&R en España, Marco Lamberti, explica a Efe que su profesión tiene "algo de detective", aunque esta firma no acepta búsquedas a ciegas.

"C&R solo parte de un dato cierto, y nada es más cierto que la muerte", asegura Lamberti, quien añade que una vez verificado un fallecimiento sin dejar testamento se comprueba si el difunto tenía más bienes que deudas; es decir, si puede haber dinero a repartir.

Un notario o un abogado que se enteran de que una persona ha muerto sin testamento pueden solicitar sus servicios y dar origen a una investigación genealógica; si se halla un heredero, ellos también se acabarán beneficiando, al tramitar la herencia.

Aunque C&R también trabaja "a menudo" a petición de cónsules de países extranjeros, cuando muere un compatriota asentado en España y no hay constancia de herederos.

En contra de lo que se podría pensar, la mayoría de casos no son de grandes fortunas, porque las familias potentadas suelen tener muy claro su árbol genealógico, sino que el caso típico es de una persona que muere sin dejar herederos con un patrimonio en metálico y algún piso.

Lamberti calcula que la herencia media de los casos que abordan en España suma un valor bruto de unos 350.000 euros, una cantidad que incluye el importe obtenido de la venta de un inmueble, al que hay que descontar luego cargas o impuestos.

C&R, con un "95 %" de éxito en sus indagaciones, se acaba llevando al final del proceso una comisión de entre "un 20 y un 30 %", asegura Lamberti, que subraya que la mayor parte de la herencia va para su legítimo beneficiario.

Actualmente, C&R lleva unos 265 casos en España, la mayoría de ellos en Cataluña y en la Comunidad de Madrid, aunque gestiona investigaciones en muchas otras comunidades.

Los genealogistas de C&R se valen de las fuentes habituales de información, como los registros civiles o los archivos de las parroquias, pero "los certificados te conducen hasta un cierto punto y luego la pista desaparece", concluye.

La clave del éxito, pues, está tanto en el método usado por C&R, cuyas características elude revelar, como en sus canales propios de información, entre ellos una base de datos inmensa, a lo que hay que sumar una gran dosis de paciencia, ya que un caso rápido puede tardar al menos 5 meses y otros pueden demorarse durante años.

En la actual época digital, los cinco genealogistas que trabajan para C&R en España combinan el trabajo con el ordenador con el análisis de toda una montaña de documentos, y a todo ello hay que añadirle muchísimo trabajo de campo.

Por ello, los genealogistas tienen que conocer "tanto la técnica como a la gente", aunque Lamberti matiza que usan el testimonio de vecinos simplemente para comprobar sospechas.

Y es que los empleados de C&R se encuentran generalmente con la "desconfianza" de los vecinos o bien con el desconocimiento de su labor, aunque a veces tienen la suerte de toparse con un vecino octogenario lúcido y dispuesto a conversar.

La desconfianza se palpa también en el primer contacto con el heredero. Al principio, el familiar es un "muro", se muestra esquivo o responde al genealogista que ya sabe todo lo que le está explicando.

"Pero entonces le preguntas si sabía que la hermana pequeña de su abuela se había casado en segundas nupcias y te dice que no, y a partir de ahí se deshace el nudo", explica Lamberti.

Suele haber pocos casos de renombre, pero explica que, antes de abrir la oficina de Barcelona, desde donde se da cobertura a toda España, se topó con un expediente iniciado en Francia con un beneficiario español: un agricultor de un pueblo del Pirineo aragonés con apenas tres casas que heredó un piso en el centro de París valorado en 600.000 euros.

Así que, ya lo sabe, si un genealogista llama a su puerta, no le dé un portazo a la primera de cambio.

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