La lucha diaria contra el ébola en Sierra Leona: una carrera por la vida o la muerte

    • Allison Criado Pérez, una enfermera de Médicos sin Frontera cuenta el día a día contra el ébola en Sierra Leona.
    • Podemos brindarles un poco de dignidad, tanto en vida como, con demasiada frecuencia, en la muerte. Cada fallecimiento es una desgracia.
La OMS avisa de la aparición del 'síndrome post-ébola', especialmente en mujeres y niños huérfanos
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Una oportunidad de sobrevivir... eso es lo que escribí que estábamos ofreciendo a los afectados con el ébola en esta zona rural de Sierra Leona cuando abrimos nuestro centro de tratamiento hace unas semanas. Así comienza a describir la enfermera de Médicos Sin Fronteras, Allison Criado Pérez, su día a día en Sierra Leona.

Decenas de personas han pasado por nuestras puertas desde su apertura. Muchos han llegado por su cuenta, preocupados al tener síntomas sospechosos; muchos más han venido en ambulancia, referidos de otros centros. Para algunos, los análisis ya han confirmado que padecen ébola; al resto se les están practicando pruebas.

Aquellos que cumplen con los criterios clínicos han sido admitidos como casos sospechosos mientras esperan que el laboratorio realice el análisis de su muestra de sangre.

Con capacidad para facilitar resultados en solo unas escasas horas, el laboratorio canadiense de Winnipeg --ubicado dentro del centro-- ahorra días de incertidumbre y preocupación a aquellos afortunados que pueden caminar hacia la libertad.

Libres de esta terrible enfermedad, llevando consigo un certificado que demuestra que nunca tuvieron ébola; libres, también, del triste estigma que los supervivientes llevan consigo.

Muchos de nuestros pacientes llegan al centro cuando la enfermedad ya ha avanzado demasiado para que seamos capaces de salvarlos. Les podemos ofrecer alivio para su dolor, en el caso de que puedan comer se les da una buena nutrición y rehidratación si no pueden deglutir.

Podemos proporcionar tratamiento preventivo de otras enfermedades como la malaria. También les facilitamos apoyo psicológico a través de nuestro equipo de salud mental, que junto con nuestro equipo de promoción de la salud, hará todo lo posible para localizar a los miembros de su familia.Un poco de dignidad

Y podemos brindarles un poco de dignidad, tanto en vida como, con demasiada frecuencia, en la muerte. Cada fallecimiento es una desgracia; pero aquella que más me golpeó fue la de Asata, una joven de 18 años de edad.

Una tarde, cuando estaba de guardia, Puk, el responsable de nuestro equipo de salud mental, me avisó: "Asata, consciente de que se estaba muriendo está diciendo adiós a su madre", me dijo. Asata, su madre y uno de sus hermanos estaban juntos en la misma tienda de casos confirmados. Su padre ya había fallecido. Esta enfermedad está destruyendo familias enteras.

A la mañana siguiente, durante mi turno, vi que Fatmata, la madre de Asata, parecía cansada, apagada. "Asata ha muerto esta noche", me dijo. Fatmata debía de estar preguntándose si su hijo sería el próximo o si ella misma iba a sucumbir. Hasta ahora parecen fuertes. Ojalá podamos ayudar a que sigan así.

Pero todos nuestros esfuerzos no sirvieron para salvar a Mabinty o Ibrahim. Ayer, por primera vez desde hace muchos años, hice mi primer turno nocturno de 12 horas. Pensé que iba a ser duro, que iba a tener que luchar por permanecer despierta.

A pesar del frío, nos sentamos fuera de las tiendas de la zona de alto riesgo alternando rondas a las zonas de aislamiento en las que, entonces sí, usamos nuestros equipos de protección para supervisar el estado de los pacientes y asistirles.Esfuerzo emocional

Pero la parte física fue fácil en comparación con el esfuerzo emocional. Mabinty e Ibrahim murieron en las primeras horas de la noche, con solo un par de horas de diferencia. Después de más de una década como enfermera, he visto morir a mucha gente y siempre, por supuesto, me ha embargado una gran tristeza. Pero estas muertes por ébola son especialmente terribles.

Cuando Ibrahim comenzó a sangrar hace un par de días, le pregunté a un compañero con mucha experiencia en ébola si la gente se recupera una vez que la hemorragia comienza. "Casi nunca", me respondió. Así que sabía que el final estaba bastante cerca. Había que ayudarle para que pudiera beber agua de una manera un poco más agradable

Hoy sus ojos estaban distantes, su expresión lejana; ese contacto que tuvimos el día que le ayudamos a beber ya se había perdido. Mi mente estaba más o menos preparada ante la inevitabilidad de su muerte, pero certificarla unas horas más tarde fue muy doloroso.

Lo mismo le ocurrió a Mabinty, cuya muerte confirmé también un poco más tarde; cuando entré con el equipo para proporcionarle los medicamentos la encontré desplomada hacia adelante en el mismo lugar en el que la habíamos dejado. Mabinty también había tenido una hemorragia y se esforzaba por respirar.

Con aquellos que están en una fase terminal, esto es todo lo que podemos hacer. Murió sola, sin familia a su lado. Espero que sintiese algo de alivio en sus últimos momentos, a pesar de ser tratada por desconocidos vestidos con trajes espaciales amarillos.También hay momentos alegres

No quiero que estas líneas hablen sólo sobre muerte. Hay momentos alegres también, como el inesperado reencuentro entre dos hermanos. Con siete años de edad, Alie había ingresado en la tienda de casos sospechosos junto con su tío. Cuando llegué a la mañana siguiente, Alie estaba solo. "Su tío murió anoche", me dijeron.

Entonces Abdulia, un niño de unos once años que estaba sentado fuera al lado de la puerta de los casos confirmados, vio a Alie: "¡Ese es mi hermano!", exclamó con asombro. Y comenzaron a charlar. Cuando Abdulia tuvo envidia de la radio grande y brillante que el equipo de salud mental había dado a su hermano pequeño le dieron una a él también.

Ahora solo nos queda esperar que la prueba de Alie sea negativa, y que podamos ayudar a Abdulia a vencer al virus.

Tenemos una tienda de campaña casi al límite de su capacidad con pacientes convalecientes, que no padecen hemorragia y están definitivamente mejorando. "Me gustaría pasar a la otra tienda", me dijo Mohamed esta mañana. "¿Por qué?", le pregunté, pensando que era porque estaba en la sala junto a Ibrahim y Mabinty cuando murieron. "Porque estoy mejorando", me aseguró. Ojalá podamos trasladarle hoy.

El único aspecto positivo de que Mabinty e Ibrahim fallecieran en nuestro centro es que muchos miembros de su familia, que hubiesen sido sus cuidadores, se han salvado del contacto con una persona con mucha carga viral, muy contagiosa, y, por lo tanto, de convertirse en víctimas a su vez.

Y es probable que también evitemos prácticas funerarias no seguras, evitando enterramientos tradicionales que son peligrosos y que pueden provocar contagios y decenas de muertes. Éste un mensaje de salud pública que nos esforzamos por hacer llegar a las comunidades. Hacemos todo lo posible para que las familias conozcan la ubicación de las tumbas, para que así puedan visitarlos y presentar sus respetos.

Poco después de escribir este texto fue dada de alta nuestra primera paciente. Había ingresado el día de la apertura del centro. Su análisis de sangre mostraba una alta carga viral. Catorce días después, la prueba resultó negativa y está lista para volver con su familia y amigos a su comunidad. ¡Todos celebramos esta noticia en el centro de tratamiento de pacientes con ébola en Magburaka!

(Todos los nombres de los pacientes han sido modificados para proteger su confidencialidad)


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