La paradoja de Greta: proteger el planeta y pedir a los pobres que no coman carne

  • El aumento de su consumo y de los viajes en avión se debe a una buena noticia: los pobres dejan de ser pobres. Y lo que defiende Greta es muy serio.
Greta Thunberg
Greta Thunberg
EP

Greta Thunberg, la niña sueca que está movilizando a medio mundo en una campaña para salvar el planeta, dará un discurso en la ONU el próximo septiembre. Como quiere ser coherente, no irá en avión a Nueva York sino en un velero ecológico no contaminante.

Greta se hizo famosa cuando todos los viernes se apostó a la salida del parlamento sueco con un cartel que decía “Huelga escolar contra el clima”. La prensa se fijó en esta chica terca a la que se le ha diagnosticado autismo (Asperger), trastorno obsesivo compulsivo y trastorno de déficit de atención. Y también se fijaron cientos de miles de jóvenes de todo el mundo que los viernes comenzaron a hacer manifestaciones en sus países para luchar contra el cambio climático.

Greta quiere ser consecuente y por eso no toma aviones, porque el transporte aéreo, junto con el terrestre también genera el 14% de los gases por culpa del consumo de combustibles fósiles. En su país amadrina el movimiento Flyskam, miedo a volar, para que sus compatriotas usen menos el transporte aéreo. Y también se declara vegana. Vegana porque el consumo de carne genera alrededor del 18% de los gases de efecto invernadero debido a, entre otras cosas, la flatulencia animal.

Está aumentando en todo el mundo la movilización contra el uso de transporte aéreo y el consumo de carne. Alemania está estudiando limitar los vuelos por persona y año. Francia quiere sustituir los trayectos cortos en avión por viajes terrestres. La ONU emitió un informe donde afirma que el consumo de carne es muy contaminante. “Si las vacas formaran un país, sería el tercero en emisiones de gases de efecto invernadero”, dice el informe.

Sin embargo, los aumentos en ambos consumos no proceden de una conspiración de la maquinaria alimentaria para destrozar el planeta. Proceden de una de las mejores noticias que ha podido escuchar la humanidad: los pobres están dejando de ser pobres.

Resulta que un indicador de la mejora de la economía de un país es el consumo de carne. A medida que nos hacemos más ricos, comemos más carne. “Es una fuente de proteínas, hierro, vitaminas B, así como elementos importantes para la construcción de tejidos sanos”, decía en 2015 una revista científica polaca para demostrar que Polonia era cada vez más rica. Además, la carne “promueve el crecimiento y desarrollo adecuados en los niños y garantiza el bienestar y la salud de adultos y personas mayores”.

Tomemos el caso de China. Entre 1961 y 2013, la media de consumo de carne por persona ha pasado de 4 kilos a 62 kilos. “La mitad del cerdo del mundo se lo comen los chinos”, decía un reportaje reciente de The Economist. La razón, explica la revista, es muy sencilla: los chinos son más ricos.

Los culpables de que estemos contaminando más el planeta son los pobres que están dejando de serlo. Mientras en los países ricos ser vegano es una tendencia de moda, en los pobres, ser carnívoro es la moda. Bueno, más que eso: es una necesidad.

Pero el ascenso de los pobres está produciendo más amenazas. Una de ellas es el turismo de las masas.

Desertización. Sequía. Ola de calor. Cambio climático
 Cambio climático / GREENPEACE - Archivo

A medida que las clases más modestas se pueden dar el lujo en ir en avión, no dudan en aprovecharlo. Los billetes asequibles y el turismo barato han impulsado a la industria de las aerolíneas y por supuesto la venta de aviones. Cada año se baten récords de puesta en servicio de aviones comerciales. Según la consultora Capa, en 2017 ya había más de 31.000 aviones comerciales surcando los cielos y transportando millones de pasajeros, y hay 17.000 que se entregarán en los próximos años.

La mayor parte son Boeing y Airbus. Se estima que de aquí al año 2037 se multiplicará el número de pasajeros en el mundo y que de los 4.000 millones de hoy se llegue a mover una cifra de más de 8.000 millones de personas al año. Hay en los cielos unos 31.000 aviones comerciales, según la firma de analistas CAPA.

Pero ahora viajar en avión es malo porque es una de las principales fuentes de CO2. Gran parte de esos pasajeros son personas que hasta hace poco tiempo no habían viajado en avión, y que han escalado socialmente. Pero ahora que pueden viajar, están cometiendo el delito de que sus viajes significan miles de motores consumiendo querosenos y contaminando el planeta.

Ahora que podían visitar Venecia, la Sagrada Familia o la Torre Eiffel, se acusa a las masas de neo-turistas de estar degradando el planeta. “Turista, vuelve a tu casa”, “Gaudí te odia”, “Dejad de destrozar nuestras vidas”, les gritan en Barcelona.

De modo que la movilización mundial por el clima se encuentra en su camino con otra movilización: la de los pobres que quieren ser ricos. Este choque produce algunas imágenes grotescas. Uno de los países donde ha calado el movimiento de Greta Thunberg ha sido, por increíble que parezca, Afganistán. Está considerado uno de los más pobres del mundo. Las mujeres mueren de anemia y por falta de hierro, lo cual, según los especialistas, se cura comiendo carne.

Para un afgano pobre que quiera mejorar su nivel de vida, incluir más carne de cordero es una meta proteínica y vitamínica. Pero un grupo de jóvenes inspirados por Greta les dicen por las calles que eso contamina el planeta.

Es difícil dudar de los planteamientos ecologistas. La amenaza climática es seria, y los signos son patentes año en año. Veranos hipercalurosos, capas de hielo que se derriten a toda velocidad, sequías, inundaciones, aumento de temperatura del planeta. No. No es un invento.

Greta puede caer bien o mal, pero lo que defiende es muy serio. Los viernes de Greta se convertirán el próximo 27 de septiembre en una Huelga Mundial contra el Clima que promete tener éxito. Miles de organizaciones tratarán de movilizar a jóvenes y estudiantes de todo el mundo.

Pero al mismo tiempo, millones de pobres mirarán las imágenes con escepticismo porque, ahora que pueden comer carne y viajar en avión, los ricos les dicen que sean vegetarianos, y que viajen en los techos de los trenes, pues lo importante no son ellos sino el planeta.

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