La realidad del paro en España: del "quiero trabajar en lo mío" al "me vale lo que sea"

    • Dos de cada tres parados se muestran ya dispuestos a aceptar el primer puesto que les ofrezcan.
    • Más de 2,3 millones de españoles trabajan en empleos que requieren una preparación inferior a la suya.

Un grupo de personas hace cola para entrar en una Oficina de Empleo.
Un grupo de personas hace cola para entrar en una Oficina de Empleo.
Bruno Pérez

Es curioso como el mercado laboral español ha sido capaz de acuñar frases emblemáticas que resumen con precisión las características más representativas de una determinada fase de su historia.

En los 70 fue el "Y tú, ¿en qué estás por la tardes?", que identificaba la España de los trabajos a media jornada y del pluriempleo entre los cabezas de familia; en los 80, aquel "sí, mi mujer ahora trabaja en...", que enmarcó el fenómeno de la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral.

Hace apenas unos años, la frase más habitual en las conversaciones sobre trabajo de los españoles, singularmente entre los jóvenes, era el mítico "yo quiero trabajar de lo mío", que resumía las ambiciones de lo que el ex presidente Zapatero dio en llamar "la generación de españoles mejor formada de la historia".

La crisis económica llegó entonces para llevarse por delante no sólo esas ambiciones sino la simple ilusión de encontrar un empleo.

La estadística, siempre tan sensible a la irrupción de nuevas tendencias de opinión, ha aflorado la que probablemente sea la frase que definirá estos tiempos grises en materia de empleo: "Me vale lo que sea".

Al elaborar la Encuesta de Población Activa, el Instituto Nacional de Estadística no mide únicamente el número de parados, ocupados y activos en el mercado laboral español, y su distribución geográfica, sino que realiza un análisis mucho más completo de las tendencias del mismo.

Una de las preguntas que formula a los parados es qué tipo de empleo están buscando.

Hace apenas cuatro años, en 2008, el 70% de los desempleados que respondían esta pregunta precisaban bastante sus deseos. O querían un empleo a tiempo completo (la mayoría) o uno a tiempo parcial, que les permitiera conciliar una actividad laboral con sus estudios o sus necesidades familiares.

Los tiempos han cambiado. La última EPA revela que, en la actualidad, dos de cada tres desempleados están dispuestos a trabajar en cualquier empleo que les ofrezcan, independientemente del tipo de jornada, del horario o de que se ajuste o no a su nivel de formación.

En 2008, el porcentaje de parados que declaraba tener esa disponibilidad era del 30%.

En total, 3.474.400 desempleados españoles declaran estar dispuestos a aceptar cualquier empleo. Hace cuatro años esa cifra no llegaba a los 700.000.

La información que ofrecen otros indicadores de la encuesta permiten concluir que no se trata de una simple realidad estadística, sino de una tendencia muy concreta.

Prueba número uno. El número de ocupados a tiempo parcial que han aceptado un empleo de jornada reducida únicamente por no haber encontrado uno a tiempo completo, no por otros motivos personales o profesionales, se ha más que duplicado desde 2008, de 700.000 a cerca de un millón y medio.

Prueba número dos. Hoy hay 200.000 personas más que hace cuatro años trabajando en empleos de menos de 30 horas semanales. El número de ocupados que hacen menos de nueve horas semanales ha crecido un 25%.

Prueba número tres. El porcentaje de trabajadores que desearían hacer más horas para mejorar sus ingresos ha pasado del 10% al 16%. Los que querrían hacer menos horas aún perdiendo dinero del 5,5% al 3%.

Prueba número cuatro. La EPA mide también el número de subempleados en el mercado laboral español, es decir, aquellos que están en un puesto de trabajo que exige una formación inferior a la que ellos tienen. El número de subempleados ha aumentado un 50% en los últimos años, de los 1.630.100 que había en 2008 a los 2.355.900 registrados en la última oleada de Estadística.

La dramática situación del mercado laboral ha acabado con los reparos. Y no sólo con los que podían poner los trabajadores o los parados a determinadas situaciones. Muchas personas que antes se declaraban inactivas porque entendían que sus circunstancias personales no les permitían trabajar ahora buscan activamente un empleo.

El incremento exponencial del desempleo entre las personas de referencia en los hogares españoles ha movilizado a 300.000 cónyuges y a 140.000 familiares de otro rango que antes no estaban dispuestos a trabajar.

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