Belén Rodríguez
Santa Cruz de Tenerife, 28 mar.- Los accidentes aéreos hacen que las personas que tienen fobia a volar se reafirmen en su miedo a subirse a un avión, ya que al leer las noticias sobre la catástrofe consideran que su aversión es "racional".
El catedrático de la Universidad de La Laguna (ULL) Juan Capafons ha explicado que a corto plazo la desaparición del avión malasio en el océano Índico afecta a aquellos que son incapaces de coger un avión, pues les hace consolidarse en sus planteamientos y ver que el transporte aéreo no es una alternativa.
Repercute más en los fóbicos que viven en islas limitando su calidad de vida, que en las zonas donde el avión es un medio más de transporte, ya que éste puede ser descartado con mayor facilidad.
Según el especialista, el sistema psicológico del fóbico reacciona ante una mala noticia diciendo: "lo ves, el avión es un medio de transporte peligrosísimo".
A largo plazo, una vez pasan dos o tres semanas desde que se produce el accidente, la catástrofe aérea ya no está en la mente de la mayoría de los fóbicos y la repercusión en su vida diaria es mínima.
Las formas de reaccionar ante la catástrofe puede ser antagónica, pues mientras unas personas reaccionan buscando más información sobre el asunto para ratificarse en sus miedos, otras se alejan y prefieren mantenerse al margen para no sufrir.
No obstante, en ningún caso pasa desapercibido el accidente aéreo, ha indicado el psicólogo, quien detalla que un 8 por ciento de la población adolescente y adulta tiene miedo a volar, una fobia que "obliga" a quienes la padecen a coger puestos de trabajo donde no tengan que utilizar un avión y a buscar las vacaciones donde puedan ir en coche, barco o tren.
Esta fobia es "muy generosa y muy democrática" y puede afectar a cualquiera, sin entender de niveles económicos, de culturas y de zonas geográficas, ya que en contra de lo que se pueda creer, en las islas no hay más fóbicos sino que su repercusión en la vida personal y laboral es mayor, ha dicho el especialista.
También puede desencadenarse en cualquier momento de la vida, a, ya sea por una mala experiencia en un vuelo, porque afecte de forma especial un accidente o porque alguien cuente una situación desagradable en un avión.
Ante esta situación, Capafons ha recomendado la terapia psicológica que podría estar acompañada de los cursillos que organizan las aerolíneas para perder el miedo a volar y en la que se da todo tipo de información acerca del avión y de lo que le envuelve.
La segunda fase del tratamiento es la exposición, ya que la única manera de resolver esta fobia es subiéndose a un avión, eso sí, desde la seguridad de que no va a ocurrir nada.
Respecto a la posibilidad de medicarse para poder viajar en avión, el psicólogo ha comentado que se trata de una medida paliativa que hace que la persona vuele de forma menos angustiosa, si bien como tratamiento resolutivo no funciona.
El objetivo de los especialistas es hacer ver a estos fóbicos que su miedo es totalmente irracional y que tener un accidente aéreo es solo una posibilidad, que también existe cuando se cruza una calle o se cocina.
"No está mal que se active el miedo, lo que está mal es que se active de forma desproporcionada ante un hecho que no debería provocar esa reacción", ha aseverado Capafons, quien ha considerado, no obstante, que el dolor y el miedo son dos centinelas de la supervivencia.
En este caso, el miedo sólo se entendería si el avión está destartalado, no tiene ninguna medida de seguridad y el piloto está borracho, ha asegurado el psicólogo, quien ha insistido en la necesidad de reeducar al cerebro para que no reaccione de forma irracional y desproporcionada.
"El mero hecho de vivir ya es peligroso", ha señalado, al tiempo que ha reflexionado sobre que nadie puede dar la garantía absoluta de algo, pero sí la probabilidad.
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