Los ciudadanos de Fukushima ya tienen su estigma

  • Los japoneses señalan con miedo a la zona, incluso a las poblaciones que tienen una radiación menor a la normal en Tokio. Sus frutas y verduras resultan casi imposibles de vender y las visitas turísticas a la región se han reducido hasta un 90 por ciento.
Los japoneses señalan con miedo a la zona, incluso a las poblaciones que tienen una radiación menor a la normal en Tokio.
Los japoneses señalan con miedo a la zona, incluso a las poblaciones que tienen una radiación menor a la normal en Tokio.
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Gavin Blair, Fukushima (Japón) | GlobalPost

Las ciudades de la prefectura japonesa de Fukushima luchan por sobrellevar el estigma que siempre acompaña a una crisis nuclear, como le ocurrió a Chernóbil. Incluso zonas que tienen lecturas de radiación menores que muchas de las grandes urbes del planeta se están enfrentando al rechazo de sus productos o de sus atractivos turísticos.

"Después del desastre estuve en Tokio, en casa de unos familiares. Un día, en el tren había un grupo de gente bromeando y diciendo que las personas de Fukushima deberían llevar señales que les identificasen", se lamenta Yuki Sato, que ahora vive con su hijo en el estadio deportivo Big Palette Fukushima, en la ciudad de Koriyama. "No podía creer que la gente de Japón pudiese llegar a decir algo como eso; es pura discriminación".

Sato trabajaba para una subcontrata de TEPCO en la planta de Fukushima Dai-ni, a unos cuantos kilómetros por la costa de las instalaciones en donde se produjo el desastre nuclear. Tanto su lugar de trabajo como su casa en Minami Soma están ahora dentro de la zona de evacuación obligatoria, por lo que ahora está esperando a que le adjudiquen una vivienda temporal en Koriyama.

Mientras tanto, su marido ha encontrado trabajo en la prefectura de Miyagi, construyendo viviendas temporales para aquellos cuyos hogares fueron barridos por el tsunami.

Antes del desastre Sato planeaba tener otro hijo, pero ahora no está segura de que sea una decisión segura. "Pregunté al personal sanitario del centro de evacuación que riesgos corría por las radiaciones. Me dijeron que 'debería de ser normal'. ¿Qué tipo de respuesta es 'debería de ser', cuando estamos hablando de tener un bebé?", denuncia.

Koriyama está a unos 60 kilómetros al oeste de la planta nuclear de Fukushima Dai-ichi. Unos 28.000 edificios, 2.472 tramos de carretera y 54 puentes de la ciudad han sufrido daños por el terremoto del 11 de marzo y las posteriores réplicas. Pero ese tan sólo fue el inicio de los problemas. Casi todos los aspectos de la vida de los ciudadanos se han visto afectados por el desastre nuclear.

"Se han detectado radiaciones por encima de los niveles de seguridad en las escuelas de la ciudad, así que hemos decidido remover la capa superior del suelo de los patios de recreo", explica un funcionario municipal. "No hay indicaciones a nivel nacional para este tipo de situación, así que nosotros mismos decidimos hacerlo. Desde entonces otras ciudades han hecho lo mismo", explica el funcionario, mostrando una tabla en la que se puede ver cómo están disminuyendo las lecturas de radiación en todos los colegios, aunque algunos de ellos todavía están por encima de los umbrales considerados seguros para los niños.

El arroz de Fukushima era considerado uno de los mejores de Japón hasta que estalló la crisis nuclear. Ahora muchos compradores ni siquiera se atreven a tocar las cosechas recogidas antes de marzo.

La venta de productos de alimentación de la zona de Koriyama, incluidos tomates, pepinillos y leche, fue paralizada por el Gobierno cuando se detectaron pequeños niveles de radiación en ellos.

"La prohibición fue levantada el 1 de junio, cuando los niveles de radiación volvieron a estar dentro de lo normal, pero los campesinos siguen teniendo problemas para vender cualquier cosa, incluso cuando los precios están tan rebajados que apenas ganan dinero", afirma Yoshio Matsui, responsable del departamento de Agricultura del ayuntamiento de Koriyama.

Koriyama está bien comunicada con autopistas y trenes de alta velocidad, y es una ciudad que solía acoger numerosas sedes regionales de empresas y reuniones de negocios. Ahora hay temor a que esos sectores también tengan problemas para sobrevivir.

"Empezó en cuanto saltó la noticia del accidente de Fukushima: las empresas en Tokio intentaban devolver los productos entregados antes del desastre", afirma Fumio Honda, jefe del área municipal de Industria. "Después de batallar con ellos, acordaron quedárselos, y ahora todos los productos que salen de la ciudad tienen que pasar controles de radiación".

"Todas las grandes empresas dicen en público que no se irán de Koriyama, pero nos llegan rumores de que muchas de ellas están planteándose reubicar sus oficinas lejos de Fukushima", afirma Honda.

Irónicamente, Koriyama alberga el mayor campo de energía eólica de Japón, con 33 molinos, en una montaña cerca de la ciudad. Pero al igual que todo el resto de la región, no recibe energía de las plantas nucleares de Fukushima, que se envía a Tokio para cubrir las vastas necesidades de la hambrienta megalópolis.

A 40 kilómetros al oeste de Koriyama está la tranquila ciudad histórica de Aizu-Wakamatsu. A casi 100 kilómetros de la planta de Fukushima Dai-ichi, y protegida por una cadena montañosa, los niveles de radiación allí son menores que la media que se registra en Tokio. Aún así, no se puede librar de la palabra Fukushima, que siguiendo el sistema postal japonés aparece en la primera línea de sus direcciones.

"Mire los niveles de radiación: aquí son menores que en Tokio", explica Ichiro Kanke, el alcalde de Aizu-Wakamatsu, señalando un contador Geiger en su escritorio.

"Debido al castillo y a la historia de la ciudad, aquí recibimos muchas visitas escolares. Pero este año entre el 80 y el 90 por ciento de los viajes han sido cancelados, y también la mayoría de las excursiones regulares de grupos de turistas", afirma. "Todo Japón está sufriendo por las historias negativas que publican los medios extranjeros, pero Fukushima está sufriendo discriminación dentro del propio Japón".

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