Los inmigrantes se sienten excluidos del éxito tailandés contra el sida

  • Canela Bangkok, 30 nov.- Los inmigrantes, sobre todo los indocumentados, aún sufren serias dificultades para acceder a los tratamientos contra el VIH en Tailandia, que mañana se suma a la celebración mundial del Día Internacional contra el sida.

Gaspar Ruiz-Canela

Bangkok, 30 nov.- Los inmigrantes, sobre todo los indocumentados, aún sufren serias dificultades para acceder a los tratamientos contra el VIH en Tailandia, que mañana se suma a la celebración mundial del Día Internacional contra el sida.

A pesar de las protestas antigubernamentales en las calles de Bangkok, las autoridades han lanzado una campaña para promover los métodos de prevención, principalmente entre las comunidades más vulnerables al sida como los homosexuales o drogadictos.

En los años 90, Tailandia dirigió una de las iniciativas con más éxito en el mundo para frenar la expansión del sida mediante la promoción del uso del preservativo, principalmente entre las prostitutas, así como en centros educativos y sanitarios.

Sin embargo, miles de inmigrantes se encuentra en situación de explotación y continúan teniendo dificultades para acceder a los servicios sanitarios, incluidos los programas contra el sida.

Nan Kya Saeng, una inmigrante birmana en el norte de Tailandia, relata a Efe que le diagnosticaron el VIH durante un chequeo en un colegio para inmigrantes en Tailandia, donde llegó hace 22 años procedente del Estado Shan (Birmania).

"El principio no tomé medicación porque la enfermedad empieza a manifestarse tras varios años", dice Saeng, de 38 años y actualmente empleada en la Fundación Migrang Action Programme (MAP) en Chiang Mai, en el norte de Tailandia.

La birmana explicó que al principio no acudía a las clínicas de salud porque no tenía papeles y tenía miedo a que la deportaran, pero luego recibió el apoyo de MAP y se convirtió ella misma en activista.

"Estoy orgullosa de la oportunidad que tengo de trabajar para mí y otras personas. Es muy difícil para ellos (inmigrantes) porque las medicinas son muy caras", manifiesta la activista, quien recibe tratamiento para combatir la enfermedad.

El pasado septiembre, el Gobierno de Tailandia aprobó una ley para permitir la cobertura sanitaria mediante un seguro privado a los inmigrantes que se encuentren en situación irregular, que en el país ascienden a más de 1,5 millones de personas, cerca de la mitad del colectivo.

Los inmigrantes que cotizan a la seguridad social tienen derecho a la cobertura médica básica, que incluye el tratamiento antirretroviral para el sida.

No obstante, Jackie Pollock, directora de la fundación MAP, aseveró que el problema para los inmigrantes indocumentados, en su mayoría birmanos, es que cobran en muchas ocasiones por debajo del salario mínimo y no pueden permitirse abonar los 2.200 bat (69 dólares o 51 euros) del seguro médico.

La birmana Miew (nombre ficticio), de 32 años, emigró hace siete años a Tailandia mediante una red de traficantes a los que tuvo que pagar 20.000 bat (unos 260 euros o 320 dólares) y que le encontraron un trabajo pelando gambas en la provincia de Samut Prakan, cercana a Bangkok.

"Durante el tiempo que estuve allí, sólo tenía unos 500 ó 600 bat, pero me daban almuerzo y cena. Me dijeron que mi salario se lo quedaban para pagar lo que debía por el viaje y los servicios para encontrarme trabajo", señaló Miew, según el diario "The Nation".

La birmana se mudó más tarde a la provincia de Trat, en la frontera con Birmania y allí descubrió el año pasado que estaba infectada de sida, lo que le obligaba a pagar mensualmente por el tratamiento unos 1.000 bat (unos 30 dólares o 20 euros), una cantidad considerable para un inmigrante ilegal con limitaciones para trabajar.

Tras recibir ayuda de la Fundación Raks Thai, Miew recibe ahora tratamiento en el sistema de salud tailandés, aunque otros muchos inmigrantes en situación de extrema vulnerabilidad, víctimas de la explotación y abusos.

A pesar el éxito de las campañas tailandesas para frenar la pandemia en los últimos años, la discriminación y el estigma son problemas cotidianos para las personas con sida en Tailandia.

Según una encuesta de 2012, un 40 por ciento de las mujeres de entre 15 y 49 años no comprarían verdura en la tienda de una persona con VIH y uno de cada tres personas opina que un profesor con sida no debería enseñar a niños.

Personas seropositivas lamentan que muchos en Tailandia todavía piensan que el sida se transmite por la saliva, un signo de ignorancia también extendido en otros países donde las campañas contra la pandemia se han relajado desde que se ha convertido en una enfermedad crónica.

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