Los restaurantes saudíes, de poco fiar

  • Los saudíes se fían poco de los restaurantes en el país, que acumulan infracciones como la falta de higiene, lo que ha obligado a las autoridades a cerrar multitud de esos establecimientos, ya sean de lujo o de cadenas extranjeras.

Suliman al Asad

Riad, 31 mar.- Los saudíes se fían poco de los restaurantes en el país, que acumulan infracciones como la falta de higiene, lo que ha obligado a las autoridades a cerrar multitud de esos establecimientos, ya sean de lujo o de cadenas extranjeras.

"Ya no es seguro comer con los hijos en los restaurantes", dice a Efe Ziad al Wahibi, promotor de una compañía inmobiliaria.

"Uno acostumbraba a frecuentar un restaurante específico, pero luego se veía sorprendido con la noticia de que el ayuntamiento lo había cerrado por encontrar un ratón corriendo en la cocina", explica.

Y es que el 92 % de estos lugares no son higiénicos, según un estudio del Ministerio saudí para Asuntos Municipales divulgado la semana pasada.

Esa no es la única cifra alarmante: el 55 % de los trabajadores en los restaurantes no posee certificados sanitarios y el 22 % carece de permisos de residencia que les permitan trabajar en el sector de la hostelería.

Entre quienes se ven obligados a seguir acudiendo a estos locales a diario, porque sus ocupaciones y falta de tiempo les impiden cocinar en casa, está el funcionario Saad al Kaziri.

Este joven de 25 años admite que "solo frecuenta aquellos restaurantes en los que confía, que son tres o cuatro", después de las malas noticias que lee habitualmente.

Al Kaziri considera que los establecimientos que ofrecen comida rápida son los que menos se preocupan por la higiene mientras se preparan los alimentos, pero añade que "lo impactante es que suceda en restaurantes de prestigio histórico e internacional, ubicados en barrios ricos".

Las malas condiciones higiénicas explican en parte los más de 22.000 casos de intoxicación alimentaria registrados en los últimos diez años en Arabia Saudí, sin tener en cuenta que muchos no se denuncian.

Sin embargo, las redes sociales se han convertido en una verdadera pesadilla para los restaurantes, ya que sus clientes han comenzado a denunciar sin miramientos las infracciones con fotografías y vídeos.

Hind, de 27 años, tiene una cuenta en Twitter que usa para concienciar sobre este problema a los consumidores.

"Las autoridades ya no protegen a nadie de las sanciones ya que, aunque el propietario de un restaurante goce de influencia y poder, saben que el cliente difundirá la denuncia con pruebas", indicó.

Esta presión ha llevado al Ayuntamiento de Riad a lanzar una amplia campaña desde comienzos del año pasado para cerciorarse de que los restaurantes cumplen las normas mínimas de higiene.

Se estima que en la capital saudí funcionan alrededor de 4.000 restaurantes, que son inspeccionados por unos 600 funcionarios, al tiempo que se ha puesto en marcha una línea de teléfono para recibir quejas.

Además, las autoridades exigen a los hosteleros que tengan una cocina a la vista del cliente y una pantalla que muestre la preparación de la comida.

Un total de 1.631 establecimientos han sido clausurados en poco más de un año por distintas faltas, entre las que destacan la falta de limpieza, la mala ventilación y almacenamiento, los alimentos en mal estado, e irregularidades relacionadas con los trabajadores y su higiene personal.

"La fiscalización por parte de las autoridades ha llegado a ser evidente últimamente, aunque todavía se necesita un control más estricto y sanciones más severas para llegar a un nivel ideal", apunta Abdelaziz al Jodeiri, especialista en los derechos del consumidor.

Los últimos movimientos indican cierto cambio de tendencia. Antes de 2013, los ayuntamientos evitaban identificar los restaurantes infractores, pero ahora cuelgan un letrero en las puertas de los que cierran explicando los motivos de la clausura.

No obstante, hay quien todavía intenta saltarse sus obligaciones.

Ese fue el caso de un conocido restaurante que pegó sobre el cartel de cierre otro en el que presumía de que el lugar había sido cerrado para volver a decorarlo, una argucia que le costó una sanción doble y la prohibición de abrir por más tiempo.

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