Melilla: meses de una extrema e incesante presión migratoria

  • Noelia Ramos.

Noelia Ramos.

Melilla, 7 feb.- El intento de entrada a Melilla esta madrugada de unos 1.400 inmigrantes de origen subsahariano confirma lo que es una evidencia desde hace meses, la extrema e incesante presión migratoria que vive la ciudad autónoma y que mantiene en alerta constante a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.

En el 2005, las avalanchas de subsaharianos, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, supusieron un antes y un después, ya que la entrada en menos de un mes de unos 2.000 inmigrantes implicaron la adopción de una serie de medidas que, durante un tiempo, alejó de los 10,2 kilómetros de perímetro fronterizo a las personas que buscaban entrar en España y en definitiva en Europa.

La valla modificó su fisonomía, algo que provocó un cambio en las mafias, que optaron por la vía atlántica, lo que disparó entonces la llegada de cayucos a las Islas Canarias.

Controlada esa vía de acceso, en el 2011, Melilla volvió a ser uno de los lugares elegidos como vía para entrar en territorio español, pero no a través de la valla, sino por vía marítima, en lanchas de juguete, fundamentalmente.

Aquel año, el número de inmigrantes que entró en la ciudad, casi 2.000, duplicó al contabilizado el año anterior, pero distaba mucho de los 3.245 que accedieron en la famosa crisis de las avalanchas.

Sólo hubo un único intento de entrada a través de la valla perimetral, que se había reforzado con la denominada sirga tridimensional, un entramado de cables de acero que parecía insuperable, pero que, en la actualidad, incluso se ha demostrado que facilita la entrada de los subsaharianos.

En el 2012, se registraron ya casi una treintena de asaltos a la valla y se volvió a hablar de nuevo de una extrema presión migratoria, similar a la del 2005, una presión que, transcurridos muchos meses, persiste, con intentos de entrada y avistamientos de inmigrantes casi a diario.

Aunque son más los que lo intentan -los 1.400 de esta madrugada es una de las cifras más altas de las que se recuerdan-, son menos los que lo consiguen, fundamentalmente, por la ayuda de Marruecos, un socio importante en el control migratorio y cuyos agentes en muchas de las ocasiones evitan que los subsaharianos lleguen a tocar el vallado.

También la Guardia Civil ha redoblado esfuerzos, con un mayor número de agentes gracias al refuerzo de los módulos de intervención de los Grupos de Reserva y Seguridad (GRS), cuyos agentes son especialistas en el control de masas, a los que se suma también desde el aire un helicóptero, que ha fijado en Melilla su base permanente.

Aunque los melillenses llevan mucho tiempo oyendo sobrevolar el helicóptero, escucharlo genera cierta intranquilidad, ya que los ciudadanos son conscientes de que su presencia en el cielo de la ciudad evidencia una aproximación a la valla.

La situación que vive Melilla tiene una difícil solución que no pasa por subir la altura de la valla, que alcanza los seis metros, una medida que sería únicamente de contención, pero que nunca sería definitiva.

La lucha contra las mafias y la cooperación en los países de origen de los inmigrantes se antojan las únicas vías posibles para frenar la inmigración irregular, un fenómeno que se cobra la vida de muchas personas que, a la desesperada, se dejan empujar por quienes dominan el negocio del tráfico de seres humanos.

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