Menores que viajan solos, el complejo rostro de una nueva emigración

  • Tánger (Marruecos).- Los menores de edad que llegan solos a Europa de manera irregular, fundamentalmente desde Marruecos y el África Occidental, constituyen un tipo propio de emigración que, según los expertos, no hay que ver como un fenómeno circunstancial.

Menores que viajan solos, el complejo rostro de una nueva emigración
Menores que viajan solos, el complejo rostro de una nueva emigración

Tánger (Marruecos).- Los menores de edad que llegan solos a Europa de manera irregular, fundamentalmente desde Marruecos y el África Occidental, constituyen un tipo propio de emigración que, según los expertos, no hay que ver como un fenómeno circunstancial.

"Hay una percepción sobre la migración de menores como si fuera una disfunción y como si sólo los adultos se pudieran mover", si bien esos jóvenes "deben entenderse como un nuevo sujeto migratorio con características propias", explica a Efe la antropóloga social Mercedes Jiménez.

Jiménez apuesta por ese enfoque para "dar una visibilidad a estas personas y contrarrestar la visión criminalizadora basada en estereotipos".

La antropóloga es miembro de la asociación hispano-marroquí Al Jaima, que durante esta semana organiza en Tánger un curso destinado a formar a profesionales que trabajan con estos menores en ambos países.

"La emigración de menores significa algo: nos dice que en el país del que salen hay una crisis en la escuela, en la familia, en la política...", afirma Jiménez, apoyada en esta idea por otra de las ponentes, la psiquiatra marroquí Amina Bargach, que señala que "algo pasa en un país cuando nadie quiere quedarse".

"Hay familias que no pueden garantizar una protección a sus niños y se produce una inversión de funciones en la que los hijos hacen de padres", indica Bargach, agregando que cuando la situación llega al extremo de que el menor decide emigrar, la motivación de ayudar a la familia "les permite soportar la dureza del viaje".

Aunque no existen cifras oficiales, según un estudio de la ONG Human Rights Watch, en España viven en la actualidad entre 3.000 y 5.000 inmigrantes menores sin amparo familiar y concentrados en su mayoría en Canarias, Andalucía, Ceuta y Melilla.

Bargach y Jiménez, que rechazan la denominación oficial de "menores no acompañados" (MENAs) al considerar que esa categorización es "una forma de invisibilizar", coinciden en que dentro de ese colectivo no puede señalarse un perfil predominante.

"Hay diversas edades, tanto niños como niñas, distintos contextos de partida, todas las maneras posibles de realizar el viaje, motivaciones muy diferentes...", señala Bargach, que añade que "causas como la familia o el hambre no bastan para explicar ese número".

"Se van para cumplir un proyecto de vida personal. Al ver que no pueden hacerlo en su propio país, lo buscan en otra parte", apunta la psiquiatra.

Una vez en España, al no contar con un adulto que asegure su protección, estos jóvenes se encuentran en una situación de desamparo legal, por lo que deben ser asistidos por el sistema de protección de menores de la Comunidad Autónoma en la que estén, que debe asegurarles la manutención y el acceso a la educación.

"El menor es un migrante que incomoda, que pone en crisis el sistema de control, porque lo prioritario debe ser protegerlo en vez de controlarlo", señala Jiménez.

La Unión Europea aprobó el pasado 3 de junio un plan de actuación sobre este fenómeno, que recoge un conjunto de medidas comunes sobre prevención, recepción y guardia legal, y en el que se establece como prioridad la repatriación al país de origen, al considerar que el interés superior del menor es la reagrupación familiar.

Para Jiménez, sin embargo, "en un 99 por ciento de los casos la reagrupación no protege el interés del menor, sino que es un instrumento político pensado para disuadir y controlar la migración".

"La repatriación no debe de ser una solución mayoritaria, porque la mayoría de los menores no quieren volver, ni sus familias quieren que vuelvan", defiende Jiménez, que apuesta por "un enfoque trasnacional que permita dar continuidad a la protección del menor durante todo el camino, desde su país de origen hasta el de acogida".

"Sobre todo hay que transmitir a los menores que ellos no son un problema sino que los contextos son el problema y que los adultos tienen la obligación de ayudarlos -añade Bargach-. No es a ellos a los que hay que criminalizar, ni a sus familias, sino a las sociedades. A la de aquí y a la de allá."

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