El lujo y la miseria se codean en el feudo rebelde ucraniano de Donetsk

Los parques, los restaurantes y los bares de moda del corazón de Donetsk, un bastión de los separatistas prorrusos en el este de Ucrania, hacen olvidar, casi, la guerra en la que está sumida la región desde hace más de dos años.

A orillas del río que discurre por el centro de la ciudad, Evgueni, de 36 años, ha abierto un salón de belleza y barbería en el que ofrece tratamientos estéticos, y licores de lujo para acompañarlos. Su principal problema es el transporte de estos productos a una zona de guerra.

"Pese a las actividades militares en Donetsk, las mujeres realizan tratamientos como correcciones labiales, que cuestan 250-300 dólares", declara. "La demanda de productos de lujo sigue estable. Una mujer ahorrará en otra cosa, pero no en su apariencia", explica Evgueni, que abrió el centro en 2015.

Antes de la guerra, Evgueni tenía comercios en territorio actualmente bajo control ucraniano pero los cerró.

Otros optaron por mantener sus negocios en territorio ucraniano y vivir en Donetsk, lo que les permite un tren de vida holgado.

Evguenia Lazukina, la colega de Evgueni, está orgullosa de tener entre sus clientes a combatientes de la República Popular autoproclamada de Donetsk (DNR).

"Nuestro salón abrió sus puertas y se desarrolló durante los combates. La clientela principal está formada tanto por militares como por gente que administra nuestra república", presume.

Las autoridades de la DNR cobran salarios bastante altos. Acuden al local sobre todo para atusar la barba y blanquear los dientes, declara la joven de 27 años.

La región es escenario desde abril de 2014 de un conflicto con los separatistas prorrusos que, según Kiev y los países occidentales, cuentan con apoyo militar de Rusia. Moscú lo desmiente. Los enfrentamientos han causado más de 9.600 muertos.

En el momento álgido de la guerra, Donetsk sufrió bombardeos, pero desde la firma de los acuerdos de paz de Minsk 2, en febrero de 2015, su intensidad ha bajado y los combates se concentran en los barrios periféricos.

En las avenidas principales del feudo rebelde, los restaurantes se siguen llenando y hay quien se queja de que el ambiente nocturno ya no es lo que fue en su día.

"Debido al toque de queda, las discotecas han cerrado y tengo que volver a casa antes de las diez de la noche", lamenta Yulia, de 28 años, tras pedir un vaso de vino y comida japonesa en un restaurante.

"Quedan pocos sitios donde se junta una clientela decente, donde uno puede vestirse bien y dejar de pensar en la guerra", se queja.

Aunque algunos puedan permitirse un whisky en un bar de Donetsk, a unos kilómetros de allí, otros luchan por su supervivencia.

Elena, una habitante del barrio Petrovski, al oeste de la ciudad, acaba de pasar su tercer verano seguido escondida en un sótano con su hijo de 10 años, Sasha.

Para ella, la guerra no sólo ha dividido a Ucrania, sino la ciudad de Donetsk. "La gente que vive en el centro no nos comprende, ni más ni menos", afirma.

El refugio en el que Elena pasa las noches con su hijo y otros habitantes carece incluso de agua corriente. Pero a ella lo que más le duele es la indiferencia de los habitantes del centro.

En el trabajo, "pido que me permitan salir antes porque debido a los disparos, los autobuses dejan de circular temprano y luego tengo que caminar 5 km. Pero no lo entienden y no me lo autorizan", lamenta. "Se creen que ya no hay guerra".

Cerca de una parada de autobús, una combatiente de la DNR confirma la angustia de la población. "La gente de aquí está desanimada, vive desde hace tres años bajo los disparos", declara esta mujer, cuyo nombre de guerra es "Tokha".

"La guerra no se siente en el centro como aquí. (...) Allí la gente duerme tranquilamente, tiene una casa, una cama. Los que no vienen aquí, sólo ven la guerra por televisión".

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