Por caridad o culpabilidad, los alemanes acogen los refugiados con los brazos abiertos

  • Desde hace cuatro semanas, Frank Dittrich reparte agua a los refugiados en el centro de solicitudes de asilo de Berlín. Como este jubilado, miles de alemanes actúan movidos por la caridad, y a veces por una cierta culpabilidad.

"Es mejor que quedarse en casa pegado a la televisión", afirma Dittrich a la AFP. "Hay demasiadas personas que esperan para inscribirse y la administración no puede hacer frente. Entonces hay que ayudarlas".

"La gente cree que los alemanes son fríos y racionales. Pero en realidad son muy sensibles. No pueden soportar ver a la gente sufrir así", asegura Jörg Bruhn delante de las puertas del centro.

Alemania ya ha acogido a 450.000 refugiados en 2015 y prevé alcanzar la cifra de 800.000 antes del final de año, lo que lo convierte en el país más bondadoso de Europa. El vicecanciller Sigmar Gabriel estimó poder recibir a 500.000 personas por año en el futuro.

Más que el activismo político de Berlín, lo que llama la atención es la bondad de la sociedad civil, junto con la movilización de las redes sociales y de los medios de comunicación.

El sábado, Fráncfort (oeste) conmovió al país gracias a los centenares de personas que fueron a la estación de ferrocarril para acoger a los refugiados con botellas de agua, ropa o peluches para los niños. Unos días antes, la policía de Múnich (sur) pidió a los habitantes que dejaran de hacer donativos, debido a la cantidad de contribuciones recibidas.

La asociación "Flüchtlinge Willkommen" ("Bienvenida a los refugiados") sugiere incluso que los alemanes los alberguen en sus casas. Y uno de cada cinco alemanes ya ayudó a los refugiados de una manera u otra, según un sondeo.

Este arrebato solidario impresiona en un país donde la opinión pública sigue mayoritariamente opuesta a una reducción de la deuda griega.

La explicación hay que buscarla en el pasado. El historiador Arnulf Baring habla de una culpabilidad histórica: "Nuestras buenas acciones de hoy se explican por los crímenes que hemos cometido, sobre todo durante la era nazi".

La ola de generosidad de los alemanes sirve además de contrapeso a los actos racistas contra los solicitantes de asilo. Los incendios de sus albergues y los insultos contra ellos se multiplican. La canciller Ángela Merkel ha condenado esta violencia xenófoba "abyecta".

"Cada noche o fin de semana se suceden los coches llenos a rebosar de cosas para los refugiados", explica Anderl Kammermeier, un artista berlinés con un taller colindante con un albergue temporal para los migrantes.

Para él, la movilización "está relacionada probablemente con nuestra historia, con la memoria alemana. Casi cada alemán tiene un miembro de su familia que un día fue refugiado o migrante".

En la huida ante el avance del Ejército Rojo durante el terrible invierno de 1944-1945 o de la RDA comunista, cada familia alemana vivió el miedo y el frío.

"A la luz de nuestro pasado tenemos una responsabilidad. Pero más allá de eso, la empatía es un acto de humanidad", opina la premio Nobel de literatura Herta Müller.

"También fui una refugiada de Rumanía (comunista). En Rumanía se hablaba de fiebre de refugiados y cuanta más gente moría en la frontera durante la huída, más aumentaba el flujo de fugitivos", añade esta novelista alemana de origen rumano en un editorial publicado por el diario Bild.

En los años 1950 y 1960, llegaron los trabajadores turcos o italianos, cuya integración ha sido caótica, y luego los que escapaban de la URSS y del infierno de las guerras en la ex Yugoslavia o de otras dictaduras.

Muchos de los filántropos que desfilan cerca del taller de Kammermeier son de origen extranjero, afirma él.

Cerca del centro de albergue provisional, un joven negocia con el responsable para convencerle de que acepte a los dos refugiados que van a su lado.

"Nací en Alemania pero mis padres vienen de Irán", explica a la AFP este ingeniero e intérprete voluntario que quiere conservar el anonimato. "Siento que hay que ayudar, nada más".

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