"He trabajado 30 horas seguidas"

La maratón tras las PCR: "Las muestras llegan por millares y cada hora cuenta"

Adolfo, residente de Microbiología del Gregorio Marañón, uno de los primeros centros en analizar test, pone voz a la lucha contra la Covid desde el laboratorio.

Pruebas PCR
La maratón tras las PCR: "Las muestras llegan por millares y cada hora cuenta".
Europa Press

La plantilla de Microbiología del Gregorio Marañón esperó la llegada de la pandemia como quien aguarda un tsunami a pie de playa. "Veíamos las noticias y pensábamos ahí viene, ahí viene", recuerda Adolfo, MIR de tercer año. Antes de que empezase el follón, el equipo encargado de estudiar todas las muestras que entraban en el hospital era muy limitado. La llegada de la ola Covid les obligó a acelerar, cada hora era crucial y la cadena no podía parar. "El trabajo se multiplicó". A lo que ya hacían se empezó a sumar la cascada de muestras del virus. "Pasamos de analizar un máximo de diez muestras diarias la última semana de febrero a centenares en solo 15 días... en los peores momentos incluso superamos el millar".

Las primeras semanas del brote, los hospitales que analizaban las pruebas PCR se contaban con los dedos de una mano. Antes de que terminase febrero, Salud Pública reunió a cinco laboratorios hospitalarios para que comenzaran a prepararse. "Las muestras crecían exponencialmente en cuestión de días", explica Adolfo. De diez pasaron a cuarenta, de ahí a cincuenta, cien, mil... "Nos vimos desbordados, la jornada más dura llegamos a analizar 1.600 muestras". El hospital se movió deprisa."Los refuerzos no tardaron en llegar, en diez días ya contábamos con más manos".  

Fue una carrera a contrarreloj. "Si nosotros fallábamos las posibilidades de contagio se multuplicaban". En teoría, los pacientes bajo sospecha debían guardar aislamiento. Pero a la gente se le hace más fácil quedarse en casa cuando hay un diagnóstico claro detrás del encierro. En unas horas, un positivo desobediente podía tener contacto con otras personas, lo que obligaría a Salud Pública a extender la telaraña sobre cada individuo: "Cada hora era importante para cortar la autopista de transmisión"

"Había días que nos quedamos sin reactivos", asegura Adolfo. El MIR relata que la demanda desbordó a los propios fabricantes: "Se rompió el stock". Tampoco en el mercado internacional era fácil encontrar las sustancias. "Cuando el brote eclosionó en Europa, varios laboratorios del continente nos cerraron sus puertas, se marcaron como prioridad el abastecimiento dentro de sus fronteras". En esos momentos la carrera dejó de ser metáfora y se convirtió en realidad. "La propia responsable de Virus cogía su coche y conducía de un hospital a otro para conseguir los reactivos". Sin ellos, la cadena no podía continuar. 

"Mucha presión para muy pocas horas de sueño"

"Llegamos a hacer guardias de 30 horas, ha sido tremendo, semanas de soportar mucha presión con muy pocas horas de sueño". La llegada de los técnicos de laboratorio marcó un antes y un después. "Ellos han sido el alivio que necesitamos, el corazón que bombeaba para que las cosas salieran adelante", insiste Adolfo, "Su trabajo ha sido importantísimo. No podríamos haberlo hecho sin ellos". Y es que, mientras los profesionales de las UCI se desvivían para acoplar camas de intensivos en lugares imposibles, en el laboratorio el personal corría para doblar la capacidad de sus equipos.

"Recuperamos máquinas antiguas que ya no se utilizaban, funcionaban más lento y de una manera más manual, pero con tal de que desahogasen un poco, nos valía". En cierto sentido, la expansión más o menos rápida del virus pesaba sobre sus hombros. El mantra era claro: "Había que sacar el trabajo adelante todos los días... fuera como fuese". También la precaución resultó indispensable: "Nuestro trabajo solo lo podíamos hacer nosotros, si alguno caía, la carga se multiplicaba y también el riesgo de exposición al virus de los compañeros que quedaban". Evitar cada baja fue la otra gran batalla, porque, más allá de ayudas puntuales con el papeleo, para esta función "no podíamos contar con nadie que no fuera microbiólogo".

"No se pueden sacrificar sanitarios"

Como en el resto del hospital, los profesionales de Microbiología no siempre trabajaron en las mejores circunstancias. EPIs que no llegaban, mascarillas contadas... "Llegó un momento en que nos dio igual si una pantalla estaba o no homologada, era usarla o trabajar al descubierto, mejor una pantalla sin sello que una bolsa de basura". "Si hubiéramos tenido que esperar a que se moviera el Gobierno...". Adolfo no termina la frase, pero mira al mundo militar para mostrar el problema: "Ningún coronel lanzaría a los soldados del avión sin paracaídas, en todo caso, mandaría bombas". "Lo que no puedes hacer es sacrificar sanitarios", sentencia. 

Si la Covid fue un tsunami, Microbiología fue un gran muro que le cortó el paso, aunque no el único. Adolfo no se olvida de la labor de los especialistas de Preventiva y Salud Pública, pero también de los de Atención Primaria: "A muchos se les reubicó en Ifema; sin ellos, sin los médicos de familia de toda la vida, la transmisión a pie de calle hubiera sido mucho mayor". La pandemia demostró la elasticidad de la Sanidad. Las barreras se esfumaron, las especialidades no significaban más que un diploma en la pared. "Los hospitales se adaptaron a una circunstancia que nos venía grande a todos". 

Hubo que tomar decisiones dolorosas. "La UCI fue un pilar también, es lo último que te queda antes de morir, una vez allí o mueres o vives.... la falta de espacio hizo necesario tener que elegir". También ellos lo hicieron. El departamento recibía muestras de centros de salud y domicilios, pero tambien de hospitales. "Se les ha practicado la PCR a todo aquel que ingresaba en un hospital", relata el residente. "Cuando un paciente tenía que entrar a quirófano urgía saber si su prueba era o no positiva, ya no por las medidas de protección de los profesionales que le iban a operar, también por la propia carga psicológica que implica intervenir a un contagiado".  

Los facultativos han aguantado el primer embate y ahora las aguas se han calmado. "Seguimos a tope, pero hemos conseguido organizar el trabajo y funcionamos como una cadena de producción". Los positivos se han reducido -antes rondaban el 80%, ahora estamos en un 2 o un 4- y los tiempos también. Desde que llega una muestra hasta que conocen los resultados pueden pasar apenas dos horas: "Depende de la muestra, cuando se ha tomado mal hay que descartarla y todo se retrasa". El MIR describe la pandemia como "una catástrofe". Al echar la vista atrás saca más de una lección: "Hubo gente que se volcó mucho y se infectó. En situaciones como esta no puedes dormirte, pero tampoco excederte". Si quienes cuidan no se protegen, el muro de contención se rompe.

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